Espiritual Fe

Ángeles y demonios, mito o realidad?

Con solo una mirada a los evangelios podemos constatar la presencia permanente (unas 400 veces en toda la Escritura) de los espíritus puros -coloquialmente llamados ángeles- en diferentes episodios de la vida pública de Nuestro Señor (Hb 12, 22; Ap 5, 11; Mt 26, 53; 2Pedro 2,11; Hebreos 1,7; Mateo 28,3; Hebreos 1,4; 1Pedro 3,22). Son seres espirituales creados por Él (Colosenses 1,16) para ser sus mensajeros, ministros y delegados de los asuntos divinos.

El nombre ángel designa su misión de mensajeros pero no su naturaleza. San Agustín dice al respecto que “Angelus officii nomen est, […] non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est. Quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus” así pues, la palabra ángel designa el oficio, no la naturaleza; si se pregunta el nombre de esta naturaleza, se responde que es espíritu; y si se pregunta la función, se responde que es ángel: es espíritu por aquello que es, mientras que por aquello que cumple es ángel» (San Agustín, Enarratio in Psalmum 103, 1, 15: CCL 40, 1488).

En todo sometidos a la Santísima Trinidad y dispuestos en nueve coros celestiales (Querubines, Serafines, tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles) comandados por San Miguel, Arcángel consagrado por Dios como el príncipe de la milicia celeste, son protagonistas en “primera fila” de la historia de la salvación.

Son creaturas incorpóreas, inmortales, tienen persona y voluntad propia, y poseen conocimientos más amplios (conocen en esencia todas las cosas a través de la visión beatífica) y su poder es muy superior a los hombres (Salmo 103,20; 2Pedro 2,11). A lo largo de la historia se han convertido en assitentes y protectores de los hombre y su único interes para con la humanidad es la de ayudarnos a alcanzar la vida eterna. Para este papel fundamental, Dios ha designado un ángel custodio que bien puede pertenecer al primer coro o a cualquier otro según especulan algunos teologos.

Si bien estamos acostumbrados a pensar muchas veces que estamos solos, la realidad difiere mucho… ángeles y demonios están presentes en nuestro camino y están alertas día y noche, ya sea para llevarnos a la salvación o a la condenación eterna, y son protagonistas hasta en los momentos que podemos considerar de más insignificantes. De aquí la importancia de considerarlos como una realidad dentro del plan de salvación y encomendarnos a la protección de los espíritus celestes para que el demonio y sus secuaces no logren conquistar nuestra inteligencia, voluntad y sensibilidad arrastrandonos al “horno ardiente”, pues ahí, “Allí no habrá más que llanto y rechinar de dientes” Mt 13,42.

La puesta en duda de su existencia o la deformación promovida por la New Age termina siendo un argumento más para que, como católicos convencidos de nuestra fe, nos preocupemos día a día por conocer más de ellos y crecer en su devoción. Así saldremos triunfantes siempre de las asechanzas del príncipe de las tinieblas, del mundo y de la concupiscencia.

Escuchemos al Papa Francisco refiriéndose claramente a los ángeles:

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