Cultura

Fundación de misiones jesuíticas: San Juan Bautista de Porongo

Iglesia de San Juan Bautista de Porongo
Escrito por Invitado

El historiador Bismark Cuéllar narra la fundación de San Juan Bautista de Porongo, misión jesuítica en el departamento de Santa Cruz, Bolivia.

Porongo, tierra de tradiciones y de la famosa fruta de achachairú. En la historia virreinal de Bolivia, la fundación de esta misión jesuítica constituye una parte importante de su esencia. El régimen indiano, de virreinatos, de la monarquía hispánica, contó con este y muchos otros episodios destacables en la provincia de Charcas. Es por eso que a continuación transcribimos un fragmento del libro escrito por el historiador cruceño Bismark A. Cuéllar Chávez, Historia de Santa Cruz, tomo I: período prehistórico y colonial, desde el origen del hombre hasta el año 1825. 1ª Edición. Santa Cruz de la Sierra, 2015. Pp 727-729.

Durante la gobernación del maese de campo don José Antonio Ponce de León y Zerdeño, por el año de 1708 se tienen noticias de que el religioso criollo fray Santiago del Rivero, de la orden de Nuestra Señora de La Merced, había logrado adoctrinar a algunos nativos chiriguanos en la zona cercana a la capital cruceña, por las Horcas de Chaves [Actual municipio de La Guardia], y que había establecido un núcleo misional bajo el nombre de San Juan Bautista de Porongo. Una vez asentados y con los primeros nativos pacificados, se procedió a reunir otros nativos de la zona del Piray, Cabezas y Abapó, creándose la misión y celebrándose la primera misa el 22 de febrero de 1714.

Cuando el obispo de San Lorenzo [Santa Cruz de la Sierra] fray Jaime de Mimbela, toma conocimiento de este evento y al tratarse de la primera vez que se lograba, adoctrinaba a nativos de la llanura, en el año 1716 solicita al obispo provincial del Cuzco, a quien se debían los religiosos de esta zona, que nombrara al fray Santiago del Rivero como doctrinero de esa misión. La solicitud fue atendida favorablemente, autorizándose el funcionamiento y afincamiento de la misión de San Juan Bautista de Porongo, asignándole, al fray Santiago, dos colaboradores: el padre José de Ortega y Miguel Borda del convento de Santa Cruz de la Sierra, lo que despertó el júbilo del comendador del convento padre Francisco de Almansa.

Esta misión tuvo la muy importante tarea de contener a los nativos yurakarés que vivían en la zona norte del actual Parque Amboró y que constantemente amenazaban con atacar a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y sus alrededores, actitud que desapareció luego del asentamiento y fundación de la misión de San Juan Bautista de Porongo.

El 30 de mayo de 1766, el religioso Joseph Rudecindo de Salvatierra envía un informe a las autoridades superiores de su Orden, en el que le informa sobre las condiciones en que se encontraba la misión de San Juan Bautista de Porongo, en el cual indicaba que la misión contaba con 1.200 nativos de la etnia chiriguana, los que cultivan maíz, no habiendo pueblos, ni haciendas, ni minas en su jurisdicción, por lo que no hay con qué sustentar a un doctrinero en la misión, ya que la iglesia solo cuenta con una sementera de maíz, arroz y caña de azúcar, a la cual asisten los nativos a cultivarla por el religioso, cuya utilidad no llega a los mil pesos anuales, los que son reinvertidos en la misma plantación y para pagar el transporte hasta La Plata o Cochabamba, donde los precios son mejores, de cuya venta se sustenta la iglesia, las refacciones, adornos, los ornamentos, pan y vino, además de la alimentación del doctrinero.

El mes de junio de 1785, asume el cargo el nuevo gobernador Intendente de Santa Cruz de la Sierra capitán don Francisco de Viedma y Narváez quien el 15 de enero de 1788 eleva un informe al virrey de La Plata en el cual hace una relación del estado y características de cada una de las poblaciones españolas de su gobernación. Al referirse a la misión y Curato de San Juan Bautista de Porongo decía lo siguiente: dista cuatro leguas de la ciudad de Santa Cruz, y ciento y ocho de la capital de la provincia: se fundó en el año de 1714 por el P. fray Santiago del Rivero, del orden de Nuestra Señora de la Merced, con indios de nación Chiriguanas, que apresaron, hasta el número de cincuenta familias, los del Piray, Cabeza y Abapó, del centro de la cordillera, con quienes estaban en guerra, y las entregaron al gobernador y cabildo de Santa Cruz, quienes eligieron el paraje en que se halla, para contener a los infieles de la nación Yuracarees, que por aquella parte hacían mucho daño a los vecinos de Santa Cruz y aun intentaban entrar en la ciudad; con lo que se contuvieron, y retiraron a lo interior de la montaña. Su situación es en una llamada baja, rodeada de monte, la plaza es bien grande, muy cubierta de pasto, y viene a ser un ejido para las mulas y caballos. En uno de sus frentes está la casa o habitación del cura, con varias oficinas para el beneficio del azúcar de su cosecha, y la escuela de los indios; en el mismo frente está la iglesia, es bien larga y ancha, las paredes de palizada, barro y adobe, muy baja de techo, cubierto con motacú, su adorno moderado. Mantiene una música de violines, bajones y otros instrumentos de boca, que aprenden los indios: entre todos serán doce.

Las habitaciones son unos galpones o chozas infelices y sin orden, techados con motacú; el cabildo se compone de cuantos empleos concejiles puede tener la más populosa ciudad, porque así sus curas lo han dispuesto, como si tuvieran toda la autoridad real. La robustez, estatura, fisonomía, traje, usos, costumbres y armas de estos indios, es en todo conforme a los de las misiones de la cordillera, que por menor se explican en el citado informe de 15 de enero de 1788, a que me remito. Ni cuando se fundó esta población ni después, se le señaló el distrito de su jurisdicción, de bienes de comunidad y demás que previenen las leyes de estos dominios. En esta parte sigue igual método que la ciudad de Santa Cruz. Los indios se ocupan cuatro mejores terrenos que elige a su voluntad, y demás faenas en que quiera ocuparlos, como único sínodo que goza por asignación de patrón y prelado. Las cosechas, en años fértiles, son de consideración; suelen llegar a mil arrobas de azúcar, y pudieran ser más abundantes si pusieran otro empeño en la extensión y cultivo de sus cañaverales. En la visita que hizo el Señor obispo, D. Alejandro José de Ochoa, a estas misiones, en el pasado 1735, mandó a los curas llevasen una cuenta formal del producto de las chacras, labores, y cuanto trabajan los indios en los expresados cuatro días de la semana, y que se destinase la tercera parte para la fábrica de la iglesia, y las otras dos partes para el cura, con otras providencias económicas y gubernativas a los intereses temporales de la misión, con que la sujeta a la jurisdicción episcopal, y como bienes eclesiásticos dispone del ganado que posee el común de los indios. Los dos días que, fuera del domingo, les quedan libre en la semana, los invierten en el cultivo de sus reducidas chacras, donde siembran arroz, algodón, yuca, camote, maíz, zapallos y alguna corta plantada de caña: en el corte y conducción de maderas para proveer de ellas a Santa Cruz, o en trabajar de peones en los Chacos de los españoles, con el jornal de dos reales y medio, que perciben en plata o géneros. Como es tan poco la utilidad que les queda, y lo pasan lo más alto del año en tan penosa servidumbre, los ha pervertido de modo, que se han hecho unos vagantes, dados al hurto y continuada embriaguez. Cuando visité estos pueblos en el año pasado de 1787, puse los medios para que se gobernasen y formalizasen según los previenen las leyes, pagando a S. M. el debido tributo, o en dinero o en los frutos de sus cosechas a los precios corrientes; y por motivos prudentes y políticos tuve que dejar las cosas en el estado que las encontré hasta mejor ocasión que tal vez podrá proporcionarse en la próxima revisita, de que tengo informado a ese Superior Gobierno, con fecha 13 de octubre del año anterior próximo, y bajo del número 546. El temperamento de este pueblo es algo más ardiente que el de Santa Cruz, sano y su agua buena. El ganado que en aquel tiempo poseía el común de los indios, era 230 cabezas de vacuno de yerro. El todo de la población se compone de 1.701 indios[1].

[1] Descripción geográfica y estadística. Citada.

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