La historia de Walt Heyer, quien durante ocho años se llamó a sí mismo «Laura Jensen» y pretendió vivir como una mujer, no sólo es un clarísimo testimonio, sino una franca y honesta denuncia:
- La obsesión de una abuela (o madre) por «lo hermoso» de su nieto o hijo, a quien a la edad de cuatro años vistió como una mujer poniéndole un «vestido de chifón» y ponderando su belleza, con los consecuentes desastrosos efectos que este hecho tuvo en su desarrollo psíquico y psicológico, en la configuración de su identidad real y objetiva, y en el desarrollo de su personalidad.
- El aparato social de la Ideología de Género que consiente, estimula, promueve y patrocina las aberraciones que, como ésta, finalmente arruinan las vidas de miles de personas.
Walt es hoy un hombre de más de 70 años, que reconoce cuál fue el mayor y el peor error de su vida, el cual le llevó a creer que era una mujer, a pretender vivir como tal durante casi una década, a considerarse «trans» y operarse sometiéndose a una cirugía de «reasignación de género».
Luego de muchos años de vivir sumido en una ansiedad que le impelía a actuar en coherencia con aquel erróneo y poderoso condicionamiento recibido por parte de su abuela (una importante figura de autoridad) a la edad de cuatro años, logró entender la raíz del mismo y cómo ésta se erigió en la piedra angular de su angustiada personalidad.
Entonces decidió buscar una psicoterapia adecuada, sin mentirse a sí mismo, acatando y aceptando la realidad con todas sus consecuencias. La más importante: decidió hacer la «de-transición», recuperar su verdadera identidad y ayudar a muchísimos que acuden a él para recuperar sus vidas. Y lo hace con auténtico criterio profesional y con el apoyo de expertos.
Hoy denuncia la esquizofrenia de una sociedad que exalta a la libertad como su valor supremo, en nombre del cual se engaña y se esclaviza; denuncia las disfuncionalidades propias de las personas cercanas, y cómo sus pasiones y caprichos, sin una adecuada dirección («recta ratio», recta conciencia y sentido moral), pueden afectar y destruir la vida de los seres más vulnerables y dependientes, los niños, cuando se malentiende el rol de padres, abuelos, tíos y demás miembros de la familia como adultos significativos.
¿Qué no podremos decir hoy cuando se construyen identificaciones y «personalidades» ficticias, transitorias y caprichosas que nos son propuestas como modelos bajo la falacia del «género»?
Es hora de aprender las lecciones propias de estas aberraciones que hoy se inculcan desde los Medios y los escenarios educativos, y de entender que esto es lo que la falsa libertad consigue: convertir la vida en una tragedia. Y no siempre hay la oportunidad de comprenderlo y de establecer un claro camino de retorno, como bien lo plantea Walt Heyer.