La soltería es como una moneda: su “cara o cruz” nos enfrenta a la ansiedad de vernos con ese proyecto de pareja y familia sin cristalizarse, y su “sello” nos abre la maravillosa posibilidad de conocernos, amarnos, abrirnos a nuevas personas, recibir su amor sin utilitarismos y, lo más importante, afianzar una relación viva con Dios, el más interesado en nuestra felicidad. Conversación de dos corazones femeninos en espera. Primera parte.
Lo que me había prometido como una entrevista muy corta y “ejecutiva”, resultó ser una profunda conversación con otra mujer que anhela en lo profundo de su corazón lo mismo que yo: amar a un solo hombre y para toda la vida como el coequipero de viaje del barco llamado “matrimonio”, fundamento de la familia.
Nos conectó que ambas, solteras a nuestros más de 30 años, hemos vivido relaciones de hasta cuatro años, estudiamos posgrados sobre familia y hemos puesto nuestros corazones (en el sentido de la afectividad) en las manos de Dios. Adriana Niño, a quien le agradezco por su tiempo para este apasionante artículo, no se cansaba de repetirme: “Dios es el más interesado en tu felicidad, en mi felicidad”.
A ella la conocí el 16 de julio de 2015 en la Parroquia de San Ambrosio de Bogotá (caigo en la cuenta de que es el Día de la Virgen del Carmen… ¡María siempre está conectada con nuestro corazón de mujer!). Dio una conferencia con un amigo titulada: “El arte de amar, porque el verdadero amor sí existe”, la cual grabé de principio a fin, emocionada, en primera fila. Para aquella época Adriana estaba vinculada con la Fundación Creo, específicamente con el grupo de jóvenes “Luna de miel” enfocado en la educación de la afectividad y la sexualidad.
Psicóloga y especialista en Gestión del Desarrollo del Talento Humano, estudió luego la Maestría en Asesoría Familiar y Gestión para la Familia de la Universidad de La Sabana. Ahora es docente universitaria de una asignatura electiva bien peculiar: “Relaciones románticas”, y entiendo que su demanda crece cada vez más. A los jóvenes, en el fondo, les importan las relaciones sólidas.
Dios es el más interesado en tu felicidad, en mi felicidad”.
¿Te identificas con nuestros anhelos y nuestra situación de vida?, ¿conoces a alguien a quien le podría interesar este artículo? Entonces tómate el tiempo para leer esta entrevista-conversación y comprender un poco más por qué relacionarse es aprender a amar. Te aclaro que cuando hablamos de “hombre/hombres” y “mujer/mujeres” nos referimos a la mayoría, no a todos.
¿Ansiosas? ¡Afrontémoslo!
Alexandra Serna (AS): Adriana, ¿las mujeres nos desesperamos más por la llegada de un hombre?
Adriana Niño (AN): Sí, es cierto, nosotras somos un poco más ansiosas frente al tema. Y hace parte de la misma mujer, dentro de su constitución física, el acoger, el albergar al bebé, de ahí hay una necesidad de servicio y de acogida no solo hacia su propio hijo, sino hacia otros. Está muy llamada al servicio y las relaciones interpersonales son básicas. Precisamente el proyecto de conformar familia tiene que ver con el relacionarnos con el otro, y si pasan los años y no se da, la ansiedad se da naturalmente. Y las mismas familias influyen significativamente cuando te dicen: “¿todavía no te has casado?”.
AS: Completamente de acuerdo. Bueno, ¿y por qué a los hombres no les da ansiedad?
AN: Por su constitución cerebral ellos están más dados al trabajo, a los logros y pueden continuar tranquilamente, aunque la mujer se vuelve para ellos un aporte significativo en términos de seguridad afectiva y a partir de cierta edad sienten que necesitan esa compañía permanente. Ahora bien, para el hombre es muy importante el tema económico, su estabilidad en este aspecto, y las relaciones no son lo más importante, por lo que pueden postergar más fácil el matrimonio, sintiéndose bien en otros aspectos sin necesidad de una familia. De hecho, en Japón los jóvenes de 30 años no tienen idea de qué es una cita.
Hemos estado postergando la vida, esperando a que aparezca una persona para ser felices, cuando la felicidad se construye en el día a día».
AS: Dicen que todo está en la actitud con que asumamos las circunstancias de la vida. ¿Cómo podemos encarar mejor nuestra soltería?
AN: Lo primero es comprender que estar soltero es un estado de vida que también permite la realización personal. Es un tiempo para perfeccionarse en virtudes, en el servicio a los demás, para conocerse y estar consciente de que esas debilidades que tienes, especialmente en la convivencia con los demás, son las que debes trabajar. Tienes que llegar a ser tu mejor versión, y si le gustas a alguien hará lo mejor para conquistarte.
Invertir en nosotras mismas
AS: Antes de entrar en forma a la entrevista, hablábamos de la soltería como un período perfecto para fortalecer la autoestima…
AN: Sí, porque es un tiempo para trabajar en nuestras propias necesidades de estima. Las mujeres tenemos un chip (risas), nos imaginamos a un hombre grandote abrazándonos y protegiéndonos, lo cual hace parte de una relación de pareja, y nos sentimos vulnerables, con necesidad de que nos escuchen y nos den ánimos.
A veces estamos esperando mucho de los demás, que los demás nos den, y por esto descuidamos nuestra propia estima, cuando también podemos hacer algo por nosotras mismas: si quieres un abrazo, pues vas y se lo pides a tu mamá o tu papá, lo cual te hará sentir mejor. Si piensas en el perfume que algún día quisieras usar en la cita de tus sueños, utilízalo ya. Es decir, hemos estado postergando la vida, esperando a que aparezca una persona para ser felices -idea que alimentamos- y pensando que la felicidad es de momentos, cuando se construye en el día a día.
Entonces la pregunta clave es: ¿qué puedo hacer ahora, con quien soy y con lo que tengo, para ser mejor y ser feliz? Porque la vida que tenemos es el presente.
AS: ¡Es cierto! Porque a veces perdemos el tiempo presente pensando demasiado en el pasado…
AN: Precisamente el corazón debe estar libre para amar, es decir, un corazón que ha perdonado a tus exparejas, a tus padres, lo cual te permitirá llevar una vida en paz, haciendo lo que te gusta y con pasión, dándote a los demás, porque cuando ya llega el momento del matrimonio esos espacios sociales empiezan a reducirse, teniendo en cuenta la responsabilidad con un esposo y los hijos.
Además, la actitud de una mujer que está esperando en Dios al hombre de su vida es de confianza en Él. Si tienes una buena relación con Dios y la mantienes cercana, puedes tener una relación con un ser humano, pues la relación más importante es con Él, quien regula todas las demás. Y si trabajas en ti, cuando llegue la persona vas a estar tranquila; de lo contrario, la puedes espantar. Por eso hay que prepararse en estar tranquila. Al final nos juzgarán por el amor, no si te casaste o si te volviste monja.
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Espera y lee la segunda parte de esta conversación femenina, la cual habla sobre la importancia de los amigos y de la relación con Dios, el mejor amigo. «La Fe no tiene porqué afectarse en tu proceso de espera».
*Foto principal: www.cathopic.com