«Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes«.
Jn 15, 18-21
Nos enfrentamos a las resistencias propias que nuestro tiempo opone a la Verdad y al modo de vida que nos ha traído Cristo. La comunidad que está a la base del Evangelio de San Juan se encontró con el «odio», entendido como rechazo a la novedad de Jesús que se abría paso en una época que reclamaba la intervención de Dios.
El anuncio de Jesús causaba fuertes «conversiones» en un ambiente políticamente correcto en el que los hombres se relajaron ante el pecado y admitieron la opresión, esas conversiones eran un problema para familiares incrédulos y el entorno social y religioso, ellos no comprendían la determinación de los conversos y su carácter de seguidores enamorados, al punto de perseguirlos y denunciarlos.
Aquel gran valor de la «amistad de Cristo» estaba por encima de todo: casa, hermanos, padres y tierra quedaban en su justo lugar, ahora Jesús era prioridad, el Mayor Valor de la vida. Así hoy, no podemos dejarnos robar nuestra Fe en Jesús y su gracia.
Al odio de los enemigos y perseguidores les respondemos con la gracia y el amor extremo de quien vive y ama en nosotros. A los cristianos perseguidos y masacrados en Medio Oriente, y los perseguidos por la cultura de la muerte y el pensamiento único en Occidente, nos sostiene la misma amistad y gracia, capaz de grandes batallas.
Nosotros damos nuestros pasos en la dirección de Jesús, asumiendo sus consecuencias: «si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán«.
Fraternalmente:
Miguel Salvador Fernández
Misionero Casa de la Misericordia.
El precio de vivir una fe auténtica es este, es el odio y el desprecio por luchar sin pena alguna por la vida. Pero como Miguel, el autor de esta reflexión, me dijo una vez: «nuestra mayor defensa es la incomprensión y el odio por defender la verdad.
Que el Señor nos de la valentía