Son muy evidentes los diferentes, serios y cada vez más graves problemas en la niñez y en la juventud. ¿Pero dónde radica la problemática?
¿La problemática, indistintamente del país o de la sociedad a la cual pertenezcan los niños y jóvenes, está en las políticas ideológicas del gobierno de turno? ¿El problema está en el sistema educativo de larga trayectoria en cada país? ¿El problema estará en los docentes o en los alumnos? ¿Y de los actores implicados en la educación de los niños y jóvenes cuál es el que está fallando o cuál es el que está fallando más?
Sin duda alguna, en cada uno de los actores que intervienen en la educación de niños y jóvenes anteriormente mencionados sin duda alguna hay fallas, y fallas de mayor o menor impacto; pero lo que sí es cierto, absolutamente cierto, es que la primera, la principal y la más trascendental falla de la educación de niños y jóvenes la encontramos en la familia, aunque ésta sea la familia natural, institucional o tradicional, y esté formalmente constituida. ¿Qué decir de los equivocados, y muchas veces ilógicos, nuevos modelos o conceptos de familia que la sociedad se está inventando, e incluso imponiendo, y donde están naciendo cada vez más niños?
Para los niños y jóvenes la familia es el primer punto de encuentro con la sociedad y, en consecuencia, es su primer agente de socialización; y para que ese encuentro con la sociedad no sea conflictivo o traumático para los niños y jóvenes a ellos se les debe educar en el respeto a las sanas y buenas costumbres, en los valores humanos y en la observancia de unas normas cívicas y de urbanidad. La familia es también el primer transmisor de pautas culturales.
Los primeros, únicos, principales e insustituibles responsables de la educación de los niños y jóvenes son los padres. Es la familia el único medio donde el niño recibe los aprendizajes sociales básicos que le ayudarán a tener una sana convivencia con las demás personas y una correcta relación con su entorno a lo largo de la vida. Es en la familia que poco a poco el niño o joven debe conocer normas, pautas de actuación y comportamiento humano.
Ahora bien, es importante que los padres de familia sepan cuál es la diferencia entre crianza y educación, pues no es lo mismo. La primera alude a la atención de las diversas necesidades que tienen los niños para que integralmente puedan crecer y desarrollarse sanos, y la segunda hace referencia a los valores y normas sociales y de comportamiento que se les transmiten a los hijos.
La educación es el desarrollo personal de los niños y jóvenes; y es en la familia donde encontramos y debemos encontrar las bases de dicho desarrollo. Pero la educación que ofrecen los padres, aunque sea esencial y lo hagan bien, no es suficiente; ellos por sí solos no pueden ofrecer a sus hijos una educación total e integral porque a estos les faltaría un componente social y de conocimientos para que ellos le aporten a la sociedad. Hace pues falta la educación en las instituciones educativas.
Y para que la relación de los niños y jóvenes con las instituciones educativas sea la correcta, y así efectiva, ellos deben contar con la familia como parte esencial y punto de partida. Dicho de otra manera, la educación de niños y jóvenes es tarea primordial de la familia, aunque tenga que ser necesariamente compartida de una manera significativa con las instituciones educativas.
La interacción de padres y docentes es imprescindible, y la relación entre los unos y otros debe ser armónica; aunque todos debamos reconocer las limitaciones de cualquier sistema educativo. En todo caso hay que tener en cuenta el espíritu del viejo proverbio africano: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”.
La institución educativa, que comparte con la familia la labor de educar, amplía y completa las experiencias formativas en casa. Lograr que la educación de niños y jóvenes sea eficaz depende totalmente de una unidad de criterios educativos entre la institución educativa y la casa o familia. Y para conseguir ese fin es necesario la comunicación y coordinación entre docentes y padres.
El compromiso de los padres de familia en la educación de sus hijos es imprescindible para que estos tengan una orientación adecuada. ¿Y en qué consiste ese compromiso? En que ellos tienen que hacer un seguimiento al proceso de aprendizaje individual de sus hijos; solo así se podrán alcanzar los objetivos propuestos en las instituciones educativas.
Pero el compromiso de los padres de familia no es solo este. El compromiso debe partir del hecho que ellos deben enviar a las instituciones educativas a unos niños y jóvenes bien cimentados en los valores humanos y psicológicamente estables y bien equilibrados. Está visto que el fracaso de los niños y jóvenes en el ámbito educativo primero y en el ámbito social después es un reflejo de un fracaso familiar.
Los padres de familia deben tener en cuenta o recordar que la misión de los docentes solamente es informar, no formar. La misión de los docentes solamente es instruir, no educar. La misión de los docentes solamente es desarrollar habilidades, no es ser niñeros. La misión de los docentes solamente es completar lo que los niños y adolescentes reciben en casa.
Los docentes en las escuelas y colegios, en general, se lamentan de las falencias de la formación y/o la educación que los niños y adolescentes reciben en sus casas.
No puede ser que los padres de familia no vean en los docentes unos aliados sino unos intrusos en la vida de familia.
No puede ser que los padres de familia consideren a los docentes como unos enemigos a combatir simplemente porque son severos, exigentes o drásticos. La sociedad de hoy, con una dura crítica destructiva, divulga a los cuatro vientos los comportamientos de los ‘malos docentes’ que pretender hacer lo que no hacen los ‘buenos padres de familia’.
No puede ser que los padres de familia envíen a sus hijos a la institución educativa mal alimentados, o con bebidas y alimentos industrializados para la media mañana. Ah, pero si el alumno no rinde o no aprende la culpa es del docente, quien será juzgado de incompetente.
No puede ser que los padres de familia envíen a sus hijos a la institución educativa con el corazón herido o con el alma rota por la problemática intrafamiliar. Ah, pero si el docente trata de consolarlos y de darles un abrazo él ya es acusado de ser un entrometido e incluso es denunciado por hacer ‘tocamientos’ indebidos.
No puede ser que los padres de familia envíen a sus hijos a la institución educativa sin bañarse, o desarreglados. Ah, pero si sus compañeros les hacen comentarios hirientes al respecto, el docente es culpado de complicidad y/o de no estar al tanto.
No puede ser posible que los padres de familia envíen a la institución educativa a unos hijos groseros, sin modales, sin valores, sin reglas. Ah, pero si ellos regresan a casa y les cuentan a sus padres que el docente les ha llamado la atención y/o que ha intentado corregirlos sea él tildado o juzgado de acosador, injusto o aprovechado.
No puede ser posible que los padres de familia se molesten con el docente cuando éste les aconseja acudir al psicólogo porque un hijo o una hija, al tener problemas de aprendizaje, tiene problemas cognitivos.
Queridos padres de familia: Otra historia sería si al igual que los docentes de sus hijos que quieren y tratan de hacer bien su trabajo, ustedes también hicieran bien el suyo en casa.
Si los niños y jóvenes no llegan a la institución educativa bien formados, si ellos no disfrutan en casa de un ambiente de familia feliz o al menos sano, si no ven en casa ejemplos de madurez humana, no se está haciendo mucho por la sociedad; y el paso de ellos por las instituciones educativas será tiempo casi perdido, no servirá de mucho.
Entonces los padres de familia deben recordar, y tener siempre en cuenta, que el protagonismo en la educación y formación de los niños y jóvenes está en ellos, en nadie más. Para que dicho protagonismo dé sus buenos frutos propongo no caer, entre otros, en los siguientes errores:
1.- Los padres de familia deben evitar encasillar o etiquetar a los hijos por algunos pocos errores. Haciendo esto se propicia que los niños y jóvenes tengan conductas muy negativas, pues se pueden creer lo que se les ha dicho; crecen apocados, y puedan desarrollar inseguridades.
2.- Los padres de familia deben evitar comparar a sus niños y jóvenes con otras personas. Cada ser humano es único e irrepetible y no debe ser juzgado en base en las actuaciones y logros de otras personas.
3.- Los padres de familia deben evitar ser radicales en el perfeccionismo. Es bueno que los padres de familia dejen que sus hijos experimenten y se equivoquen pero que aprendan de sus equivocaciones y busquen por ellos mismos las soluciones. Es bueno permitir que los hijos experimenten diferentes vivencias; y, dado el caso de que lleguen a equivocarse, fortalecerlos emocionalmente y alertarlos para que estén en lo sucesivo más atentos. Sólo en familia se reciben los elementos necesarios que pueden proteger a los niños y jóvenes de influencias externas; influencias tal vez más poderosas que las internas.
4.- Los padres de familia deben evitar ser sobreprotectores porque de esta manera se pueden generar inseguridades, crea caracteres débiles, crea dependencia y hace que los hijos no sepan solucionar sus dificultades por sí mismos.
5.- Los padres de familia deben evitar las incoherencias; deben hacer, sobre todo a la vista de los hijos, lo que ellos enseñan. Los padres de familia deben mostrarles a sus hijos las normas de un modo coherente. Como los hijos tienden a imitar los diferentes modelos de comportamientos y normas que ven en el hogar, los padres deben ir estableciendo, y respetando con el ejemplo, algunas reglas de convivencia que les permitan a sus hijos aprender a comportarse como es debido en los diferentes entornos a los que acudan, comenzando por la institución educativa.
P. Henry Vargas Holguín.