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¿Por qué esta noche es diferente?

SM Pregon Pascual
Escrito por Sin Medida

En efecto, si la realidad de la redención, en su dimensión humana desvela la grandeza inaudita del hombre, que mereció tener tan grande Redentor, al mismo tiempo yo diría que la dimensión divina de la redención nos permite, en el momento más empírico e histórico, desvelar la profundidad de aquel amor que no se echa atrás ante el extraordinario sacrificio del Hijo …”.

Juan Pablo II, Dives in misericordia, 1980.

Por Paula González Prieto

Estudiante de Física de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del grupo católico interuniversitario Sin Medida

¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?, es la pregunta que formulan los niños en cada casa al iniciar la Pascua judía y es la que me planteo hoy. A pesar de que la Pascua judía y la Pascua cristiana rara vez coinciden en la fecha de celebración, ciertamente celebramos un acontecimiento importante, pero ¿por qué es diferente esta noche? ¿qué la hace especial?

En el libro del Éxodo, Moisés nos da una respuesta a esta pregunta inicial: «Y cuando os pregunten vuestros hijos: ¿qué significa para vosotros este rito?, responderéis: este es el sacrificio de la Pascua de Yahvé, que pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto cuando hirió a los egipcios y salvó nuestras casas» (Ex 12, 26-27). Así, Moisés nos recuerda que se celebra el paso de Yahvé y «en cada generación, cada uno debe considerarse como si él mismo hubiera sido liberado personalmente de Egipto». [3] La pascua es entendida como el paso de la esclavitud a la libertad, el cual se ve significado en el paso por el Mar Rojo donde Dios ha mostrado todo su poder y fidelidad al pueblo de Israel.

Nos refiere el padre R. Cantalamessa: “La Iglesia ha heredado, pues, de Israel su fiesta de Pascua. Pero en este paso de Israel a la Iglesia, la fiesta ha cambiado de contenido; se ha convertido en memorial de algo más” [4]. ¿Qué es este algo más?… Dios hecho hombre ha dado un nuevo sentido a la Pascua porque llegado el día de los Ázimos, en el que se había de inmolar el cordero de la Pascua (Lc 22,7), se inmoló el verdadero Cordero. El significado de la Pascua es ahora el cumplimiento de toda la historia de la salvación y la renovación del mundo [3]. A partir de esa noche tan especial la Pascua tiene un nuevo significado, el mundo no volvería a ser igual, esa noche no se podría vivir de la misma manera porque «el sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la ley tenían por objetivo final a Cristo Jesús, por quien todo acontecía en la ley antigua… La ley se convirtió en la Palabra y de antigua se ha hecho nueva… El mandamiento se transformó en gracia y la figura en realidad; el cordero vino a ser el Hijo; la oveja, hombre; y el hombre, Dios». [5]

Dios como Padre nos ha enviado a su Hijo, y Jesucristo ha venido con una misión: “He llegado a esta hora para esto. Padre, glorifica tu nombre” (Jn 12,2 7s). Pero, ¿por qué Cristo deseaba ardientemente comer esa Pascua con sus discípulos? (Lc 22,15) ¿Qué pasó realmente en esa noche? El Hijo de Dios se ha hecho hombre para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a Aquél que lo hizo de la nada [6]  y queriendo cumplir su promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), en esa noche de Jueves Santo, los amó hasta el extremo instituyendo la Eucaristía por la cual ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro, en las especies de pan y de vino [7]. Con este acto de amor que no conoce medida, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. El paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección es considerado como la Pascua nueva, es anticipada en la Cena de ese Jueves Santo y celebrada en la Eucaristía que dio cumplimiento a la pascua judía y anticipó la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino (CIC 1340).

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El sacrificio del cordero. Raúl Berzosa (2015) [8]

San Juan Pablo II nos recuerda que este enorme misterio del sacrificio eucarístico trae consigo el misterio no solo de la pasión y muerte de Cristo, sino también el de su triunfante resurrección que es lo que corona su sacrificio [6]. Como afirma San Pablo en su carta a los Corintios: “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana”(I Corintios 15, 17); este acontecimiento pascual, junto con la Eucaristía que lo actualiza a lo largo de los siglos, tiene una capacidad enorme ya que toda la historia, todo el tiempo y el espacio, recibe la gracia de la redención gracias a la resurrección del Señor [6]. En la encíclica Ecclesia de Eucharistia, el pontífice insistía en el asombro que ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística que, como hemos visto, hace presente el acontecimiento más importante de la historia, y afirmaba: “La Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones”, [6] es en verdad un gran misterio de amor que supera nuestra razón.

Uno de los textos que describe el misterio vivido en aquella Pascua es el Exultet, o mejor conocido como el Pregón Pascual. Se cree que fue escrito en Galia en el siglo V y es entonado en la Solemne Vigilia Pascual cada año, «es una obra maestra sin igual de la lírica cristiana, que representa para el creyente el descubrimiento del misterio de Pascua, la proclamación del triunfo universal de Cristo y del absoluto de la redención» (B. Capelle) [3].

Este hermoso himno inicia con una aclamación de alabanza y alegría: «Exulten los coros de los ángeles, exulten la asamblea celeste y un himno de gloria aclame el triunfo del Señor resucitado, alégrese la tierra inundada por la nueva luz»… Invita a aclamar que Cristo ha resucitado y entendiendo que Cristo es la luz proclama que su luz ha inundado por completo la tierra como lo expresa en las siguientes palabras: «El esplendor del Rey destruyó las tinieblas», describe la grandeza del Rey tan anhelado y esperado, el Mesías que ha venido a vencer por completo la oscuridad del mundo.

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Cristo es la luz del mundo. Foto: EFE. [9]

«Que se alegre nuestra madre la Iglesia resplandeciente de la gloria de su Señor y que en este lugar resuene unánime la aclamación de un pueblo en fiesta»: transmite la alegría plena que se siente en la Iglesia porque la gloria de Cristo la ha transfigurado, su cuerpo místico ahora goza y se alegra del triunfo ya obtenido, porque como continúa: «Él ha pagado por todos al eterno Padre la deuda de Adán, y con su sangre, derramada por amor, ha cancelado la condena antigua del pecado». San Agustín lo describe así:

Nosotros éramos los que teníamos deudas; tantas cuantos pecados. Vino Él, que nada debía, porque carecía de pecado, y nos encontró oprimidos por la usura dañosa y digna de condenación, y, pagando lo que Él no se había llevado (cfr. Sal 69, 5), misericordiosamente nos libró de la deuda sempiterna. Nosotros habíamos reconocido la culpa y esperábamos la pena; Él, sin hacerse socio de nuestra culpa, se hizo partícipe de la pena y quiso ser remisor, al mismo tiempo, de la culpa y de la pena” [10].

«Su sangre, derramada por amor»… Si esta frase no nos causa estupor y asombro, no la hemos comprendido. ¡Cuán grande es el amor de este Dios por su criatura que además de hacerse hombre derrama su sangre en redención de los que ha hecho ahora hijos también del Padre! El amor de Dios Padre por el ser humano se ve reflejado unas líneas más adelante: «¡Oh admirable condescendencia de su amor! ¡Oh incomparable ternura y caridad! Por rescatar al esclavo ha sacrificado al Hijo». El Padre se hace partícipe de este pago, no sólo recibe el precio del rescate, aún más, es aquel que paga el precio más alto de todos, porque ha entregado a su único Hijo [3] y es lo que nos dice San Pablo: “El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros” (Rm 8, 32). ¿Quién ha podido comprender en totalidad este amor que se desborda? Dios Padre ha entregado lo más valioso, su Hijo único, para rescatarnos a nosotros aun cuando hemos sido sus enemigos y no hemos aceptado su amor, ¿puede existir un significado más pleno de la palabra amar?

Y aún hay otra frase sorprendente en este pregón: «¡Oh feliz culpa! que mereció tan grande redentor, ¡oh feliz culpa!», quién iba a pensar que un día cantaríamos alegres la culpa de Adán, es una idea que desarrolla San Ambrosio en donde llega a afirmar: «Mi culpa se ha hecho para mí el precio de la redención… Más ventajosa fue para mí la culpa que la inocencia» [11], y es una gran verdad, cuánto mejor es un mundo con pecado y con tan grande redentor que un mundo sin pecado y sin Jesús. El nombre de Jesús es lo que nos hace alegrarnos de nuestra condición, porque nos asegura la salvación y redención, por esto ciertamente nos alegramos y cantamos: «¡Oh noche que destruyes el pecado y lavas todas nuestras culpas! ¡Oh noche realmente gloriosa que reconcilias al hombre con su Dios!». Desde ese día podemos afirmar que nuestra relación con el Creador ha sido restaurada, Cristo verdaderamente ha vencido a la muerte y ha pagado por nuestros pecados haciéndonos partícipes ahora de su vida inmortal, desde ese día las puertas del cielo han sido abiertas nuevamente para el hombre y Dios Padre nos ha demostrado para siempre con un acto realmente concreto su amor infinito hacia nosotros.

Creo que una de las características que nunca deberíamos perder es la capacidad de asombrarnos de todo lo maravilloso que pasa a nuestro alrededor, y entre lo que pasa a nuestro alrededor existe una realidad que, aunque para muchos no es primordial, es la que sustenta el mundo en su totalidad, y es la existencia de Dios. Como dice el padre Pablo Domínguez “que Dios exista es espectacular, es impresionante” y además que Dios me ame a mí debería sobrecogerme. Así mismo, él advertía el riesgo que corremos al acostumbrarnos a Dios, y yo agrego, al acostumbrarnos al misterio de la historia de salvación que Él ha pensado para nosotros, muchas veces nos acostumbramos a los milagros, no reflexionamos en profundidad de lo que significan estos grandes misterios, y la Vigilia Pascual, comprendida y vivida en plenitud, es una ocasión única para introducirnos en las profundidades inagotables del misterio cristiano. [3]

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Santa Teresa de Calcuta [12]

San Agustín nos invita con una frase espléndida a adentrarnos en el misterio para sumergirnos en Dios: “¿Qué importará si alguno no entendiere esto que digo? Alégrese él, no obstante, y exclame diciendo: ¡Qué misterio tan grande será ése! Alégrese, vuelvo a decir, aunque no lo entienda bien; y quiera más hallaros sin entenderlo, que entenderlo sin hallaros” [13]. Aunque no lo comprendamos del todo es magnífico dejarnos abrazar por el misterio pascual y sumergirnos en el sentimiento de estupor ante una realidad que nos supera y que solo a través de la fe podemos empezar a disfrutar desde aquí, y exultar de alegría junto con la creación entera porque el Señor ha resucitado de la muerte y nos ha ganado la salvación. El Espíritu Santo nos regala esa capacidad de maravillarnos ante el don inmenso que es la Pascua, paso «que nos salva de la oscuridad del mal».

Como cita el padre R. Cantalamessa: «Una Pascua divina ha sido revelada hoy… Pascua nueva y santa; Pascua misteriosa… Pascua que nos abre las puertas del Paraíso, Pascua que santifica a todos los fieles… ¡Es el día de la Resurrección! Irradiemos la alegría de esta fiesta, abracémonos. Llamemos hermano también a quien nos odia, perdonémoslo todo por la Resurrección» [3].

Referencias:

[1]Aciprensa, «Vigilia Pascual,» [En línea]. Available: https://www.aciprensa.com/recursos/vigilia-pascual-2036.
[2]Juan Pablo II, Dives in misericordia, Carta encíclica, 1980.
[3]R. Cantalamessa, «Mercaba, Los misterios de Cristo en la vida de la Iglesia. El misterio pascual. Feliz culpa,» 1997. [En línea]. Available: https://mercaba.org/LITURGIA/misterio_pascual_05.htm.
[4]R. Cantalamessa, «Mercaba, Los misterios de Cristo en la vida de la Iglesia. El misterio pascual ¿Qué significa este rito?,» 1997. [En línea]. Available: https://www.mercaba.org/LITURGIA/misterio_pascual_01.htm.
[5]Melitón de Sardes, «Sobre la Pascua,» pp. 6-7.
[6]Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, Carta encíclica, 2003.
[7]Pablo VI, Mysterium Fidei, Carta encíclica, 1965.
[8]B. Raúl, «Arte Sacro,» 2015. [En línea]. Available: https://www.raulberzosa.com/arte-sacro.
[9]EFE, «EL COLOMBIANO S.A. & CIA. S.C.A.,» [En línea]. Available: https://www.elcolombiano.com/multimedia/imagenes/vigilia-pascual-del-papa-francisco-PK14874128.
[10]San Agustín, Sermón 216, 5; PL 38,1079.
[11]San Ambrosio, De lac. I, 6, 21; CSEL, 32, 2, 18.
[12]Pinterest, «Santa Teresa de Calcuta,» [En línea]. Available: https://www.pinterest.com.mx/pin/325033298100488232/.
[13]San Agustín, Confesiones, I, 10.

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