Si usted piensa que golpeando un trasto vacío con una cuchara de palo obtendrá la solución a las dificultades, entonces no ha madurado ni ha comprendido en qué consiste ser adulto y encarar una responsabilidad.
No serán la superstición ni el miedo, sino la fe seguida de obras la que moverá la Mano de Dios a nuestro favor. Hagamos la prueba, y ordenemos a la montaña arrojarse al mar: insistamos hasta que la veamos moverse y diluirse en las aguas de la Voluntad Divina.
Esta es la respuesta del cristiano, del auténtico creyente, ante las dificultades: invocar la Omnipotencia del Altísimo, con las mismas palabras con las que se le honra en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. Entonces veremos moverse el Dedo de Dios en favor nuestro.
Hoy he dicho “Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos: llenos están los cielos y la tierra de la Majestad de Vuestra Gloria. Bendito el que viene en el Nombre del Señor. Hossana en el Cielo. Aleluya. Aleluya”.
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