Escrito por: Cristina Umaña Balen
Esta frase es verdad cuando se necesita una dirección espiritual, una ayuda psico-emocional, al momento de tomar una gran decisión o cuando se está en medio de grandes cambios de vida.
Pero cuando se trata de empezar una relación, de recuperar la confianza en uno mismo o de construirla con alguien más, de sanar relaciones pasadas o hasta de proyectarse emocionalmente me atrevo a poner en tela de juicio esta afirmación.
[mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»24″ bg_color=»#1e73be» txt_color=»#ffffff»]Quien no sabe disfrutar de su propia compañía, quien no se aguanta a sí mismo… ¿cómo lo va a hacer con alguien más?[/mks_pullquote] Hoy se celebra en algunos lugares el día de San Valentín, y pensando en todo lo que este día genera llegué a poner en tela de juicio el hecho de que la soledad es una mala consejera. Suena raro, me explico:
En días como hoy estar soltero no es lo más deseado… y hay quienes se apresuran a instalar Tinder (si es que no lo tienen en el celular), o aceptan una invitación con la persona que habían dejado en el tintero por algunas semanas, o buscan una cita a ciegas con ayuda de alguien conocido.
Y ojalá esto se quedara sólo en el día de San Valentín… lastimosamente hay personas que se comprometen de manera definitiva con la primera persona que les cae bien, no les genera mucho problema y tienen cierta afinidad en valores y/o plan de vida con la excusa de “ya es hora”, ó “es el siguiente ítem en la cosas que debo hacer con mi vida: establecerme afectivamente”.
Ojo, no estoy quitándole mérito al hecho de establecerse afectivamente, sino que quiero poner bajo revisión la razón de aceptar tal compromiso. Antes de tomar esa decisión sería bueno preguntarse cuál es el motor para hacerlo: ¿temor a la soledad?, ¿temor a quedarse atrás en los requerimientos a nivel social o familiar?, ¿afán por estrenar familia, casa, “independencia”?
Hay muchas razones al momento de aceptar un compromiso afectivo con alguien más… y algunas de ellas pueden ser una máscara que se esconde bajo el slogan de “amor verdadero” o “media naranja”, pero que no son lo suficientemente profundas o válidas para que esa decisión conlleve al éxito emocional que la gran mayoría (por no decir todos), deseamos al momento de comprometernos.
Al momento de hablar acerca del compromiso definitivo me gusta poner el ejemplo de emprender un viaje: cuando se quiere conocer algún lugar lejano no basta con comprar los pasajes. Se debe tener en cuenta muchas otras cosas para que el viaje sea placentero: tener en regla los papeles, el hospedaje, cuánto cuesta la moneda local del lugar al que se va a ir, tener una pequeña idea de la cultura y/o de los sitios más llamativos del lugar, saber qué idioma se habla, entre muchas otras cosas. Si sólo me limito a comprar los pasajes, puede que al momento de llegar al aeropuerto ni siquiera me dejen embarcar el avión porque me hizo falta prepararme un poco más.
Si esto es con un viaje, con las relaciones la preparación personal es aún más importante, y por lo mismo, puede que aún más larga y dispendiosa… Y la soledad no es una mala consejera al momento de prepararse para una relación afectivo-emocional. Me atrevo a decir todo lo contrario: es un ingrediente primordial, pues quien no sabe disfrutar de su propia compañía, quien no se aguanta a sí mismo… ¿cómo lo va a hacer con alguien más?
¿Quién fue San Valentín?
Fue un sacerdote que murió martirizado el 14 de febrero del año 270 porque se enemistó con el emperador Claudio II. La razón de su disgusto fue porque el emperador ordenó prohibir los matrimonios entre los soldados jóvenes pues sostenía que un soldado soltero era más útil para el ejército. Valentín consideró que ese decreto era injusto y empezó a casar a las parejas jóvenes en secreto. Cuando el emperador se enteró lo mandó encarcelar y tiempo después hizo que lo martirizaran.
Este es un breve resumen, la historia completa es mucho más interesante.
*Cristina Umaña Balen. Profesional en lenguajes y estudios socioculturales. Durante su formación profesional en la Universidad de los Andes tuvo que abordar el tema de la teoría de género y eso la llevó a indagar otras opciones respecto al tema. Encontró la Teología del Cuerpo y enlazando su conocimiento profesional con el estudio que hizo de la misma, se convirtió en conferencista y profesora de afectividad y sexualidad para jóvenes y adultos.