Actualidad Fe

La reverencia de los fieles para recibir la Comunión, un signo de esperanza en tiempos de crisis

Frente a las prevenciones, cuidados y controles con respecto al “coronavirus”, se ha desatado una fuerte controversia debido a las medidas dispuestas por algunas Conferencias Episcopales.

En el mundo entero, los fieles han reclamado ante ciertas medidas que lesionan su Derecho con respecto a la Sagrada Eucaristía y a la Santa Comunión.

En este clima, y ante el reclamo de los fieles, no faltan las voces que se alzan arrogantes, no para controvertir, sino para aplastar.

“¿Quién salvará a la Iglesia? No penséis en los sacerdotes. No penséis en los obispos. Os toca a vosotros, laicos. Os toca a vosotros recordarles a los sacerdotes que sean sacerdotes y a los obispos, que sean obispos”.

Venerable Fulton Sheen

Son tiempos de crisis, y las polémicas son inevitables. Pero éstas no se zanjan ni con medianías ni con arrogancia. En materia de realidades Sagradas, prevalece, ante todo, la Verdad. Realidades a las que Moisés debió aprender a adentrarse “descalzo”, cuando Dios mismo le espetó:

“Moisés, quítate las sandalias de tus pies, porque la tierra que pisas es Santa“.

Éxodo 3, 5; Hechos 7, 33; Josué 5, 15; Mateo 3, 11; Eclesiastés 5, 1;
2 Pedro 1, 18.

“La Verdad”, en el ámbito Sagrado, no es algo que se reparte por mitades, ni se obtiene contraponiendo puntos de vista, ni tampoco concediendo a cada parte implicada un tanto de ella. Muchísimo menos, aplicando aquel aforismo, emblema del relativismo: “Nada es verdad, nada es mentira: todo depende del color del cristal con el que se mira”.

Pues bien, esa única Verdad posible, no es un asunto, ni una cosa, sino una Persona, Jesús: “Luz para alumbrar a las naciones”. Verdad manifiesta en la plenitud de su Palabra y de su enseñanza. Verdad que la Iglesia custodia celosamente como “Depositum Fidei”, el Depósito de la Fe, fundamento del Magisterio Perenne, es decir, que no cambia.

Esa misma Persona que se identifica con la Verdad, es también el Pan de Vida:

“Yo soy el Pan Vivo bajado del Cielo… Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida: el que come mi carne y bebe mi sangre, aunque muera, vivirá”.

Evangelio de San Juan, capítulo 6

De modo que al tratar sobre la “cuestión” de la Sagrada Comunión, estamos tratando del mismísimo Jesús, Dios hecho Hombre –y no al revés–. Y que “está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo” a través de las especies Eucarísticas, es decir, Sagradas.

Con motivo de las prevenciones, cuidados y controles que se deben tener con respecto a la pandemia del “coronavirus”, se ha desatado una fuerte controversia entre los miembros de la Iglesia por la forma como estos han sido asumidos y, en particular, ante las medidas dispuestas por algunas Conferencias Episcopales.

En el mundo entero, los fieles han cuestionado algunas medidas que lesionan su Derecho con respecto a la Sagrada Eucaristía y a la Santa Comunión: se les ha dicho que “deben recibir la comunión en la mano” y se han inventado toda suerte de cortapisas a la comunión en la boca, incurriendo así en lo que el Derecho Canónico cataloga claramente como un abuso de autoridad.

Afortunadamente, en Colombia las autoridades eclesiásticas han rectificado, moderando el tono y reconociendo el Derecho de los fieles a recibir la comunión de la forma que prefieran, salvaguardando en primerísimo lugar el debido respeto a la Sagrada Eucaristía y, luego, las medidas preventivas con respecto a sí mismos y a los demás.

En este clima, y de cara al reclamo de los fieles, hay voces que se alzan arrogantes, no para controvertir con ellos, sino para aplastarlos. He aquí un caso:

Usando el whatsapp, una persona envía primero una fotografía en la que el Papa Benedicto XVI le da la comunión en la mano a alguien de la realeza. Y a la imagen, le adosa la afirmación: “Papa Benedicto XVI le da la Comunión a la Reina Sofia de España en la mano“.

A continuación, de manera vaga, imprecisa, superficial y tendenciosa, para justificar y transmitir la idea de que la comunión en la mano ha sido siempre “la práctica” constante y preferida de la Iglesia, afirma: “Así fue desde la ultima cena hasta el año 915 cuando paulatinamente, se fue transitando hacia la comunión en la mano. Otros 10 siglos así y en el CVII se indican lícitas ambas formas”.

¿Convincente, no? Entonces, con arte de sofista, vierte insidiosamente una ironía: “Ahora la Iglesia quiere cooperar con el Bien Común y dar ejemplo, y católicos centrados en las formas, cuestionan como si supieran y fueran obispos” (subrayado nuestro).

Nótese cómo parte de falacias, y el aire de superioridad con el que pasa luego a referirse a los fieles de una manera no sólo despectiva sino bastante grosera y socarrona. Pero olvida varias cosas:

  • En primer lugar, la Misión Sagrada de la Iglesia, que es su prioridad, y de cuyo cabal cumplimiento se desprenden necesariamente consecuencias como la ejemplaridad y no sólo cooperación con sino la construcción de la Comunidad Humana, del Orden Social y, con ellos, del Bien Común, del cual no es parte sino el fundamento.
  • En segundo, que en la última cena, Jesús instituyó la Eucaristía y, con ella, el Sacramento del Orden Sacerdotal y la Sagrada Comunión. Al hacerlo, Él mismo Ordenó sacramentalmente a sus apóstoles, para que pudieran consagrar con Él, y participar en ese mismo instante de la Comunión Eucarística, como les corresponde hacerlo a los Sacerdotes. No en vano dice el texto con respecto a Judas Iscariote, el traidor, que “detrás del pan entró en él el demonio”.
  • En tercer lugar, que a los que despectivamente llama “católicos centrados en las formas”, son bautizados, es decir, personas que han recibido el Espíritu Santo que también obra en ellos a favor de la Iglesia, respetuosos del “sensum fidei“, que aman a Jesús y a la Iglesia, que respetan a sus pastores, y que con adecuada formación doctrinal plantean los interrogantes que el Código de Derecho Canónico y el Magisterio suscitan con respecto a estas cuestiones Litúrgicas, Sagradas y Sacramentales, conforme al Derecho de los Fieles, y que por lo tanto “ni son ignorantes ni se creen obispos”.
  • Finalmente, olvida que Benedicto XVI dejó de dar la comunión en la mano en 2008, y dispuso que se pusieran reclinatorios para comulgar. Así mismo, en la Plaza de San Pedro se dejó de dar la comunión en la mano. Por alguna razón muy seria tuvo que ser. Al respecto, él mismo refiere:

“Que se reciba la Comunión de rodillas y al darla en la boca, he querido colocar una señal de respeto y llamar la atención hacia la Presencia Real del Señor. He oído hablar acerca de personas que guardan la Comunión en la cartera y se la llevan consigo mismos como un souvenir cualquiera”.

Benedicto XVI, en el Libro – Entrevista ‘Luz del mundo’.

De modo, pues, que esto es muy claro. Y con el debido respeto a la Reina Sofía, a quien le asiste su Derecho de recibir la comunión en la mano o en la boca, la persona más importante en la Comunión no es ni el sacerdote, ni el comulgante –cualesquiera sea su rango–, ni siquiera el mismo Papa, sino Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, Dios mismo, a quien adoramos con religiosa piedad y reverencia (Hebreos 12, 28), y que tiene pleno poder sobre todo lo creado, también para calmar la tempestad, para sanar y resucitar, y obviamente, para detener el avance de una plaga o de un virus.

Por último, cabe recordar que no obstante la permisión actual, el hecho de la comunión en la mano no es algo ordenado o restituido por el Concilio Vaticano II, sino una excepción introducida a instancias de Pablo VI, que fue quien verdaderamente insistió en ella, y la permitió, pese al criterio unánime y a la mayoritaria oposición de todos los obispos del mundo a los que consultó, como consta en la Instrucción Memoriale Domini, capítulo 9, en el que luego de dar cuenta de la votación a las cuestiones propuestas, dice:

“Por las respuestas dadas se ve que la mayor parte de los Obispos estiman que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería dañoso tanto para la sensibilidad como para el culto espiritual de los mismos Obispos y de muchos fieles”.

No obstante, y pese a ello (ver aquí los resultados de la votación negativa de los Obispos del mundo), incomprensiblemente la permite en 1969, bajo condiciones específicas, delegando la decisión de hacerlo o no a las Conferencias Episcopales. Algo también inusitado, pues las sobreponía a la autoridad espiritual de los Obispos, ya claramente manifiesta por demás.

Después de ello, en la “Redemptionis Sacramentum”, Juan Pablo II la permite para el fiel que la pida y según lo establezcan las respectivas Conferencias Episcopales, pero no es obligatoria en modo alguno. Y sigue vigente la norma del Derecho Canónico que estipula que no se puede negar la comunión en la boca al fiel que la pida ni tampoco obligar a tomarla en la mano, pues ambas acciones son un abuso de autoridad.

Por si acaso, el capítulo 8 de la «Redemptionis Sacramentum» está dedicado a los Remedios, y en los numerales 183 y 184 reitera el Derecho de los fieles a presentar QUEJAS POR ABUSOS EN MATERIA LITÚRGICA. Del mismo modo lo hace el Canon 212, numeral 3, del Código de Derecho Canónico.

Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores, y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”.

Canon 212, § 3.

Es notorio cómo esto está sacudiendo cada vez con más fuerza a la Iglesia. Pareciera que el Señor está comenzando la siega, y a separar el trigo de la cizaña. Es una feroz batalla espiritual que comienza a manifestarse también en el orden natural, humano, social y material. Es, a ojos vistas, un signo de los tiempos al que se le debe prestar atención y un adecuado discernimiento.

Pero, en medio de todo, podemos afirmar que, en estos tiempos de crisis, la reverencia de los fieles para recibir la Comunión no sólo es un signo de esperanza, sino una Gracia bastante elocuente.


Referencias Bíblicas

Éxodo 3, 5
“Entonces El dijo: No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa”.

Josué 5, 15
“Entonces el capitán del ejército del SEÑOR dijo a Josué: Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y así lo hizo Josué”.

Eclesiastés 5, 1
“Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque éstos no saben que hacen el mal”.

2 Pedro 1, 18
“y nosotros mismos escuchamos esta declaración, hecha desde el cielo cuando estábamos con El en el monte santo”.

Mateo 3, 11
“Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

Hebreos 12, 28
“Por eso, nosotros que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y reverencia”.

Sabiduría 6, 10
“porque los que guarden santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen instruir en ellas, encontrarán defensa”.


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