Por
José Alejandro Tamayo Maya
Periodista
Actualmente trabaja con la Cámara de Comercio del Aburrá Sur, en el Departamento de Antioquia, Colombia.
Además de la incertidumbre frente a la duración de la pandemia, la angustia por la parálisis económica y la profunda crisis social que esto ha desatado, hay un enemigo silencioso al que debemos irle poniendo mucho cuidado y que anda rondando por ahí: La Crisis Emocional.
Y al respecto creo que es vital y necesario revisar cómo está empleando la gente el tiempo en su Cuarentena; qué buenas prácticas está desarrollando; y qué estrategias de estímulo positivo está gestionando para sí misma y para los que conviven en su «encierro».
De eso depende en gran medida que todos estos días de encierro y convivencia intramural sean llevaderos y aporten al crecimiento personal dentro de un sano ejercicio de la mente y el espíritu.
En medio de ello me preocupa profundamente el tsunami de noticias COVID 19 que inundan sin misericordia y cotidianamente los noticieros televisivos y radiales, así como las redes sociales, centradas muchas de ellas en la casuística de la crisis, y en una repetición infernal de hechos, datos, conteos, referentes y lugares comunes que sólo están terminando por afectar la psiquis de la gente, generando un contrasentido en el propósito informativo y desencadenando peligrosos procesos de depresión, frustración, tristeza, derrota y sensación de No Futuro.
Es innegable que los medios tienen que cumplir su labor informativa tan imprescindible y socialmente necesaria en esta época. Claro que sí.
Y está muy bien que intenten bienintencionadamente resguardar a la gente en sus casas, que es el mejor antídoto frente a la curva creciente de la infección… Pero sin que ello signifique que más allá de las paredes, la información se convierta en un «cuento de terror» cotidiano para quienes ya acogieron el mensaje de refugio y ahora sólo están esperando que los medios les ayuden a mitigar este «cautiverio» preventivo con mensajes que alivianen su condición.
Por eso, es urgente que los medios de comunicación revisen su Estrategia Informativa, para que su labor pedagógica, su tarea de canalización emocional y su propósito orientador y de catarsis social logre efectivamente su intención, y no termine simplemente contaminando mentes y espíritus, desencadenando así otros peligrosos procesos de deterioro en el contexto social.
No vaya a ser que por equivocar el camino, la responsabilidad informativa termine por ahora por generar otra peligrosa crisis que se sume al Coronavirus, a los temblores de tierra, al hambre, y a los infaltables clarividentes de desastres que hacen fila cada día para quitarle a la gente su sagrado derecho a la esperanza.