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La Fe vale la pena, pero cuesta la vida entera

La Fe vale la pena, pero cuesta la vida entera
Escrito por Sin Medida

La confianza en la Divina Providencia es la fe firme y viva en que Dios puede ayudar y lo hará.

Santa Teresa de Calcuta.

Por: Valentina Ruiz Marín

Psicóloga de la Universidad de los Andes. 24 años. Integrante del Movimiento Interuniversitario Sin Medida.

La fe vale la pena, pero cuesta la vida entera. Fue la frase que me marcó de por vida en un retiro para mujeres meses después de mi conversión a la vida de católica practicante. En ese momento me quedé analizando detenidamente esa frase. ¿Por qué la fe cuesta tanto? ¿Por qué es un arduo camino, pero con regalos tan preciosos?

En psicología hay muchas teorías que se oponen a la religión, hay psicólogos que ejercen su profesión abiertamente de la mano de sus creencias y hay psicólogos que lo hacen sin incluir la religión. Existen posturas muy distintas entre los psicólogos que se identifican como católicos y los que lo hacen como “laicos”.

Una de esas posturas opuestas es la siguiente: Primero debo conocerme a mí mismo para conocer a Dios y la otra es primero debo conocer a Dios para conocerme a mí mismo. En mi experiencia puedo decir que ambas posturas son válidas, en el sentido de que cada persona tiene la responsabilidad de conocerse a sí mismo, así como cada uno debe permitirse dejarse conocer por Dios. Por ahora, me centraré en esta última postura, ya que es la que más trascendencia tiene y la que más ha actuado en mí

¿Qué es eso de dejarse conocer por Dios?

Suena algo extraño a primera vista. Pero es tal como lo dijo en Apocalipsis 3:20

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.

Dejarse conocer por Dios implica primero dejarlo entrar a tu casa, es decir dejarlo entrar a tu vida. ¿Cómo estás dejando entrar a Dios en tu vida? ¿Le estás dejando la puerta abierta para que siga? ¿Tienes una silla en la puerta para que no entre porque tienes miedo de que conozca esos pensamientos que tienes de vez en cuando o esas acciones que sabes que no están bien del todo? ¿O le estás entregando la llave para cuando entre cuando tú se lo permitas?

Si realizas la primera acción, felicitaciones, estás muy abierto a que Él conozca todo de ti. Si realizas la segunda acción debes evaluar qué no te permite quitar esa silla, probablemente sea un sentimiento de vergüenza o de culpa. Si es así no hay nada de qué temer pues Dios quiere conocer todo de ti, hasta esas cosas que le ocultas a los demás y es un Dios de amor y no un Dios castigador como a veces nos lo pintan.

Si estás haciendo la tercera acción de permitirle entrar cuando sólo se lo permites es porque ¿Sólo acudes a él en situaciones difíciles para que te ayude y te permita enfrentar momentos de sufrimiento? ¿O es porque quieres que entre solo a una parte de tu vida y quieres ocultarle el resto? Cuando nos encontramos con Dios por primera vez pensamos que es un Dios Doctor de darnos solución a nuestra enfermedad en momentos de angustia, si es así debes acercarte más a él y comentarle más de tu vida y empezar a darle gracias, fomentar tu vida de oración y comentarle más de ti, ya que él realmente desea conocerte. 

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Jesús, tocando la puerta

¿Pero cómo es eso de que Él desea conocernos? ¿Cómo es eso de que Él verdaderamente quiere entrar a nuestra vida? ¿Por qué deberíamos permitírselo?

Él desea conocernos porque quiere que vivamos una vida de alegría, quiere que vivamos una vida con un corazón puro con el cual alcancemos la eternidad. Dios no quiere que seamos perfectos, Dios quiere que seamos felices. Muchas veces vemos la religión solamente como un yugo, decimos que, si elegimos dar ese Sí a la vida católica, a una vida de oblación y santidad nos vamos a someter y nos vamos a esclavizar a intentar ser lo más impecables posibles.

Sin embargo, el Señor ya nos conoce y sabe que somos pecadores, sabe que tenemos nuestras luchas y nuestras crisis. Las crisis hacen parte de nuestra condición humana. Necesitamos de Él para dar la batalla en esas crisis. ¿Por qué necesitamos al Señor y no algo más? Porque el Señor devuelve la paz en la crisis, abre las puertas de los corazones afligidos y los acoge con tranquilidad y misericordia. Por eso, en esos momentos de crisis es necesario tener un encuentro con el Señor.

El Señor va a llegar allí aunque no le hayas abierto la puerta. Lo que verdaderamente añora el Señor es que seamos abiertos con Él para comentarle nuestras crisis, porque quiere fomentar nuestra relación con Él, como un padre. El Señor quiere acompañarnos en todo momento y en todo lugar, como en Mateo 28, 20:

“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”

Es decir, así nos sintamos lejanos de Cristo y pongamos en duda por qué quiere conocernos allí encontramos claramente la respuesta: Independientemente de que queramos o no abrirle la puerta el entrará en nuestro corazón en esos momentos de crisis, el estará con nosotros hasta el fin del mundo, independientemente de nuestros pensamientos y de nuestros actos, porque su misericordia es infinita. 

Cuando inicié mi vida católica practicante de oblación hubo una cita bíblica que me persiguió durante mucho tiempo, cuando me encontraba en un tiempo de crisis, la cita es la siguiente:

“El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”

– Mateo 16, 24

Era tanto así que me perseguía esta cita bíblica que la cantaba en una canción de comunión en las misas, uno de mis amigos me la mencionó y en las homilías de las misas de ese entonces los padres la mencionan repetidamente. Por lo tanto, entendí que Dios quería enviarme ese mensaje claramente y yo lo estaba evitando, porque tenía muchos miedos a la hora de sumergirme en la vida de la fe católica. Entonces decidí renunciar a mí misma, cargar mi cruz y seguirlo, claro que no fue nada fácil esa decisión. La razón de esto es que, por medio de mi conocimiento de la fe, empecé a conocerme a mí misma y a aceptar aspectos de mí que tal vez no me agradaban. Al aceptar estos aspectos estaba reconociendo humildemente que soy hija de Dios y que no puedo ser perfecta. Además de eso, había aspectos que debía mejorar de la mano de Dios, ya que sin su ayuda no podría sola, ahí fue cuando me di cuenta de que la presencia de la fe y de la vida de Dios es necesaria para salir adelante en nuestro día a día. 

Poco a poco empecé a relacionarme de una manera más cercana con Dios. Me di cuenta de que me estaba retando a mí misma a ser más constante y coherente con lo que profesaba y con mis acciones. Por lo tanto, la fe me retó a dar una mejor versión de mí misma en todos los ámbitos de mi vida, desde mi vida espiritual, mi vida en ese entonces como estudiante universitaria, como amiga, como integrante de una familia y como persona.

Al mismo tiempo que la fe y mi relación con Dios se incrementaron y me retaban a ser una persona integral, fui recibiendo frutos y gracias de mi esfuerzo, los cuales agradecí profundamente a Dios. En ese entonces pasé por muchas situaciones las cuales no entendía por qué habían sucedido, pero 5 años después ya puedo entender por qué Dios permitió que se llevarán a cabo. Dios permitió que se desarrollaran para que yo creciera en varios ámbitos de mi vida los cuales no había experimentado antes. 

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La Fe nos transforma

De la misma forma que la fe me iba retando, me fue transformando, ya que me empezó a abrir los ojos a muchas situaciones. Empecé a ver la vida con otra perspectiva, encontré que tenía una misión muy importante, evangelizar a los demás jóvenes. Encontré que tenía el don de la música para brindarle gloria a Dios mientras cantaba y de esa forma me acercaba mucho a él. Por otra parte, me di cuenta de que era una persona muy emocional y de que debía brindarle más razón a mi vida y no dejarme vencer por las crisis que me encontraba atravesando.

Ahora bien, mediante mi vida espiritual, mi fe y mi relación con Dios me di cuenta de que estaba herida y que yo sola debía sanar esas heridas junto con Él, ya que no podía ser de otra forma. Si bien es cierto que todos nos encontramos heridos, por la misma razón todos debemos tener un proceso de sanación de heridas, el cual toma su debido tiempo. Por lo tanto, empecé a tener mi proceso de sanación de heridas el cual no fue para nada sencillo. No obstante, poco a poco he logrado sanar con ayuda de Dios y de personas que han sido muy importantes en mi vida. Han sido varios años de lucha en mi sanación de heridas, pero confío plenamente en Dios de que en algún momento las sanaré por completo. A Dios le duele vernos heridos, le cuesta ver como luchamos día a día abriendo nuestras propias heridas, por esto es necesario entregárselas y permitir que él entre en nosotros y mediante su espíritu divino y nuestra oración él pueda hacer grandes obras. 

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Dios nos ayuda a sanar

Por último, la fe nos forma en medida de que nos forja en carácter y en voluntad. La fe es la que nos mueve a dejar la pereza, a ser más diligentes. La fe es esto que nos ayuda día a día a ser menos pecadores y más santos.  La fe nos ayuda en momentos de sacrificio y mortificación, ya que si los ofrecemos por algo en específico estamos brindándole un regalo a alguien y estamos fortaleciéndonos desde nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad, superándonos a nosotros mismos. 

Por estas 5 razones puedo decir que la fe vale la pena, pero cuesta la vida entera.

  1. La fe permite conocernos
  2. La fe nos reta
  3. La fe nos transforma
  4. La fe y la relación con Dios nos permite encontrar heridas que no nos habíamos visto antes
  5. La fe nos forma carácter y voluntad

Recordemos que como católicos no tenemos una sola conversión, tenemos nuestro primer encuentro con Dios, sí, pero nos encontramos en constante conversión, en constante movimiento y en constante sanación. Por lo tanto, nuestro crecimiento en nuestra fe y nuestro crecimiento personal nos costará la vida entera, pero valdrá la pena, porque llegaremos a la alegría de un corazón puro y encallaremos en la eternidad.

Referencias

Imágenes:

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