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La Democracia necesita de mucho carácter: ¿dónde están los líderes católicos?

Cuando se aceptan ideologías que atentan contra las libertades, ensucian con sus acciones el escenario democrático e “inventan” nuevas interpretaciones para “explicar” principios elementales es prudente hacer un alto y corregir el rumbo. De lo contrario, se puede perder el sentido de lo que es la Democracia.  ¿Dónde están los líderes católicos?

En la práctica, la Democracia requiere de mucho carácter, pues es un escenario donde debemos sumar y multiplicar desde los valores que edifican a la persona humana; lo demás, no vale la pena.

San Juan Pablo II, arquitecto de la caída del comunismo en Europa.
Imágenes tomadas de aciprensa.com

Nuestra reflexión de esta semana, escrita desde la Oración, demanda que alguien nos diga: ¿dónde están los líderes católicos? Porque muchos de quienes dicen representar dichos valores son tibios a la hora de defender la vida, la familia, la libertad o la cultura occidental.

Sí, ¿dónde están los líderes católicos, los hombres y mujeres a los que no les da miedo enfrentar a los neo-comunistas disfrazados de “progres”; los empresarios responsables que se oponen a los “capos” de la industria del aborto y cuestionan la máscara del “yo decido”; los médicos y especialistas que dan respuesta científica a los legalizadores de la droga, mafia de politiqueros que pretende imponer sus patrañas en detrimento de miles de niños y de jóvenes; los misioneros que le quitan el velo a los impulsores de la cultura de la muerte, lavados por una prensa que no entiende el significado de la expresión “la vida es sagrada”?

¿Qué se hicieron los valientes que dan vida a un diálogo político que exalta el ejercicio de la libertad, el trabajo y la solidaridad como principios esenciales dentro de la sociedad?

Al preguntarnos por los líderes católicos, debemos recordar que muchos de ellos se han hecho sentir en otras latitudes, apoyados en la firmeza de sus principios y en la decisión de ir hacia adelante, con determinación, a la cabeza de sus pueblos.

En la última década del siglo XX y en la primera del siglo XXI, países como Polonia, Lituania, República Checa, Croacia y Estonia, luego de padecer los horrores del comunismo soviético, optaron por abrir sus puertas a los principios cristianos y abrazaron el trabajo de miles de sacerdotes y religiosas. En dichas naciones el respaldo a los valores encarnados en la Persona de Jesucristo ha sido indiscutible; incluso, el rezo del Santo Rosario, hoy día, es común para millones de sus ciudadanos.

Mujeres polacas rezando el Santo Rosario. Imagen tomada de forosdelavirgen.org

En esos países, azotados por el ateísmo y la persecución religiosa durante más de 40 años, la experiencia de vivir la Fe católica ha sido definitiva a la hora de reconstruir su tejido social. Sin duda, los avances no se han hecho esperar: La presencia de la Iglesia en la vida de millones de personas y la responsabilidad por el presente es una realidad compartida.

Porque en las naciones donde el catolicismo es sustento de la Democracia, la prioridad es el desarrollo ético y socio-económico, a través de la implementación de soluciones a problemas concretos, a la luz del Evangelio y de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia: León XIII, Pío XII, san Pablo VI, san Juan Pablo II o Benedicto XVI son maestros de la más alta política, esa que vela por los intereses sagrados de la persona.

Como ellos nos muestran en sus mejores encíclicas sociales, seguir los caminos de Jesús significa seguir la ruta del verdadero progreso, lejano de la perversa ideología de la liberación que contaminó a parte de la Iglesia latinoamericana y que, lamentablemente, todavía tiene voceros, muchos de ellos auxiliadores del marxismo que no ha evolucionado en su discurso.

El tema es hacer que las cosas sucedan, no eternizar discusiones vacías. Los católicos debemos estar ahí. Entendamos que la democracia está hecha por y para individuos capaces de fundamentar sus intervenciones en argumentos, no en caprichos ni en fortunas mal habidas, muchas de ellas manchadas con la sangre de inocentes o premiadas por la más abyecta impunidad.

En Democracia necesitamos ciudadanos honorables, jueces que no le anden perdonando la cárcel a los narcotraficantes, “dirigentes” que no aparezcan en videos llenando bolsas con dinero para comprar conciencias, dignatarios que en lugar de invitar a almorzar a magistrados o maquinar estrategias que favorecen la lucha de clases, trabajen en la construcción de proyectos que coadyuven en el crecimiento de los seres humanos.

Si tú eres un líder católico, actúa ya, desde la posición y el lugar en donde te encuentres. Crea redes de apoyo económico y laboral, forma grupos de oración y de misiones. Actúa con optimismo y creatividad.

Necesitamos personas con carácter, que fijen con letras de oro en la agenda pública los principios que protegen los valores que hemos recibido como legado, por parte de nuestros antepasados, los que siempre llevaron en su corazón la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo y la doctrina de Su Iglesia, que es católica porque es universal.

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