Las falacias ideológicas y los discursos de «supremacismo» racial, religioso o machista, continúan inventando falsas razones que justifiquen su vandálica demolición de los fundamentos de la Fe Cristiana, del Orden y de las justas relaciones sociales.
Proponen a cambio la utopía de un presunto y supuesto «Nuevo Orden Mundial» que prescinda de la Iglesia, es decir, de La Verdad, eliminando Tradición, Biblia y Magisterio.
Diluyen lo concreto, como la Persona de Jesús y su Santo Sacrificio Redentor, e intentan suplantarlo con generalidades que hablan de «Dios», pero de una manera vaga e impersonal, para dar lugar a un sincretismo en el que cada cual se inventa un dios a su medida y una vida según sus caprichos y apetencias.
Por ello, derriban las esculturas: porque son piedras que, ante el silencio cómplice de muchos consagrados, gritan. Y, al hacerlo, escandalizan y perturban a quienes desean desalojar a Dios de su vida y de la sociedad.