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“Algunos elementos de discernimiento ante el discurso del Papa Francisco sobre la unión civil de los homosexuales”: Obispo Aillet

Mons. Marc Marie Max Aillet
Escrito por Redacción R+F

Nota del Director:

Hemos revisado la traducción del mensaje del obispo Marc Aillet, publicada por el portal catalán Forum Libertas sobre las declaraciones del Papa con respecto a las uniones homosexuales, nota a la que equívocamente tituló: “Es legítimo discrepar respetuosamente”, el obispo Aillet reflexiona sobre el Papa y las uniones homosexuales.

Y decimos que la tituló equívocamente, pues la verdad es que en ninguna parte de dicho artículo dice su autor, el Obispo de la Diócesis de Baiona, Marc Aillet, que sea lícito o legítimo discrepar, aunque sea respetuosamente, con respecto a lo dicho por el Papa Francisco.

Más bien, lo que hace desde el comienzo mismo de su escrito es responsabilizar a los medios de comunicación por la “hipermediatización” de las palabras del Papa, aduciendo que no sólo han sido mal traducidas, sino tergiversadas, y que, “al parecer”, estas fueron objeto de un ‘montaje’.

Luego dedica su exposición a tratar de demostrar la continuidad y legitimidad de la enseñanza de Francisco con respecto a sus predecesores y al Magisterio Eclesial. Por ello, su punto de partida es la renovación del juramento de fidelidad a la Sede Apostólica, en los términos del Canon 833 del Código de Derecho Canónico.

Lo que sí dice, muy claramente, con respecto a tales palabras, es que “Este no es un ejercicio del auténtico Magisterio del Romano Pontífice”, y señala, en primer lugar, “que fue en el contexto de un documental, por casualidad de una entrevista, que el Papa Francisco hizo esta declaración, que hoy es retransmitida por todos los medios de comunicación”. Luego dice: “Sin embargo, parece ser un montaje que concentra varios pasajes separados de la entrevista en una sola frase“.

En ese contexto, reconoce que “el Papa fue capaz de pronunciar las palabras anteriores“, pero jamás lo que ‘interpretaron’ y a lo que ‘hicieron eco’ los medios. Así, concluye que:

«Permaneciendo fiel a la Sede Apostólica y conservando a priori una actitud de benevolencia filial en relación con la enseñanza del Papa, y dado que el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia no está formalmente comprometido, es legítimo, por tanto, expresar respetuosamente su desacuerdo, en la medida en que a la expresión “convivencia civil” se le pueda dar el significado de un reconocimiento de los actos homosexuales».

Es decir, su ‘respetuoso desacuerdo’ es con los medios que –según él– le dieron un significado y una resonancia interesada a unas palabras que, aunque sí fueron dichas, no querían decir eso que ‘mal intencionadamente’ éstos interpretaron y transmitieron.

A continuación, reproducimos el artículo completo y traducido, originalmente publicado en el sitio web de la Diócesis francesa de Bayona el 26 de octubre de 2020, escrito y firmado por Marc Aillet, Obispo de Bayona, Lescar y Oloron.


Algunos elementos de discernimiento ante el discurso del Papa Francisco sobre la unión civil de los homosexuales

La hipermediatización de una palabra pronunciada por el Papa Francisco sobre el reconocimiento legal de una “conveniencia civil” –fórmula española que debería traducirse más por “convivencia civil” que por “unión civil”– para personas del mismo sexo, ha causado muchos problemas entre muchos fieles católicos, sacerdotes y laicos. Cuestionado estos últimos días sobre el contenido de esta declaración, me parece oportuno, como obispo, aportar algunas aclaraciones.

Como hijo de la Iglesia y miembro del Colegio de los Obispos, bajo la autoridad del Papa, no hace falta decir aquí que renuevo mi comunión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro, según el juramento de fidelidad a la Sede Apostólica que pronuncié hace doce años, cuando recibí el oficio del episcopado:

“Creo, también, con fe firme, todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradición, y que la Iglesia propone para ser creído, como divinamente revelado, mediante un juicio solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal.

Acepto y retengo firmemente, asimismo, todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las costumbres propuestas por la Iglesia de modo definitivo.

Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el Colegio de los Obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo”.

Código de Derecho Canónico c. 833. Ver: Lexicon Canonicum, Fórmula de la profesión de Fe.

Se entenderá aquí que existen diversos grados de autoridad en la enseñanza de la Iglesia que conducen a diferentes formas de adhesión por parte de los fieles. Debo adherirme en la obediencia de la fe a toda enseñanza en materia de fe y moral formulada por el Romano Pontífice solemnemente, ex cátedra, es decir cuando actúa explícitamente como Pastor y Doctor supremo de todos los fieles: se dice que entonces disfruta de la infalibilidad. Esta misma infalibilidad reside en el cuerpo de obispos cuando ejerce su magisterio supremo en unión con el Sucesor de Pedro. Los obispos disfrutan todavía de esta misma infalibilidad, “cuando, incluso dispersos por el mundo, pero manteniendo entre ellos y con el sucesor de Pedro el vínculo de comunión, acuerdan enseñar auténticamente que una doctrina sobre la fe y la moral se impone absolutamente” (Lumen gentium n. 25): esto es lo que se conoce como Magisterio ordinario y universal. Las demás doctrinas enunciadas por el Papa y el colegio episcopal, sin ser definitivas, siempre que pretendan ejercer su auténtico Magisterio, requieren el respeto religioso de los fieles.

Este no es un ejercicio del auténtico Magisterio del Romano Pontífice

En primer lugar, cabe señalar que fue en el contexto de un documental, por casualidad de una entrevista, que el Papa Francisco hizo esta declaración, que hoy es retransmitida por todos los medios de comunicación. Sin embargo, parece ser un montaje que concentra varios pasajes separados de la entrevista en una sola frase. Y aunque el Papa fue capaz de pronunciar las palabras anteriores, nunca legitimó el “matrimonio entre personas del mismo sexo”, ni concedió un estatus a las familias homoparentales; como mucho, pide a los padres que no rechacen a un niño homosexual que todavía necesita a su familia.

Debido a que esta afirmación parece tomar nota de la evolución de las costumbres y corresponde a una demanda de la sociedad occidental, los medios de comunicación, ignorando los grados de autoridad de las intervenciones pontificias, recordadas en el juramento citado anteriormente, creen que pueden discernir una revolución en la enseñanza del Magisterio. Sin embargo, es evidente que una palabra así no tiene carácter magisterial, ni en la forma –no ejerce su auténtico Magisterio– ni en el fondo, y con razón, ya que está en contradicción con el Magisterio ordinario y universal. El Papa Francisco nunca ha pretendido imponer el asentimiento de los fieles con comentarios de circunstancia, ni darles el peso de su autoridad como Sucesor de Pedro, a quien Cristo ha confiado precisamente la misión de confirmar a sus hermanos en fe.

Permaneciendo fiel a la Sede Apostólica y conservando a priori una actitud de benevolencia filial en relación con la enseñanza del Papa, y dado que el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia no está formalmente comprometido, es legítimo, por tanto, expresar respetuosamente su desacuerdo, en la medida en que a la expresión “convivencia civil” se le pueda dar el significado de un reconocimiento de los actos homosexuales.

Rigor moral y misericordia

Sin duda, el Papa quiso expresar aquí la actitud del Pastor que acoge a todas las personas, como amadas por Dios, cualquiera que sea su historia y comportamiento. Como Madre, la Iglesia expresa su preocupación pastoral por todos y se niega a juzgar a las personas, prohibiéndose reducir a un hombre o una mujer a sus acciones. Sin embargo, fiel a la enseñanza del Padre transmitida por Cristo y al Magisterio de la Iglesia, en materia de fe y moralidad: “el que a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 10, 16), dijo Jesús a su apóstoles –ella nunca puede llamar bueno a lo malo. Recibió la misión de recordar las principales orientaciones de la Ley inscritas en la naturaleza del hombre, por la creación y por la gracia, no para juzgar y condenar a las personas, sino para indicarles un camino de crecimiento hacia una Felicidad que consiste en conformar gradualmente su vida para el propósito de Dios, como él nos lo ha revelado.

Como escribe el Papa San Gregorio Magno (+ 604), en su Regla pastoral, para los obispos:

“Debe mostrarse el prelado con sus subalternos, como madre en su bondad, y como padre en el rigor; y al propio tiempo, ha de procurar con gran cuidado que su bondad no resulte condescendencia, ni su rigor inflexibilidad. Pues como dejamos demostrado en nuestros libros Morales  (Greg. Mor 20, 14), tanto la bondad como la justicia pierden eficacia, si la una no va acompañada de la otra; antes los prelados deben estar dotados para con sus dependientes de una bondad previsora y prudente, y de una autoridad blandamente inexorable.  Y esto mismo nos enseña nuestro Divino Maestro en la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 33s), quien lleva al viajero medio muerto a la posada y antes emplea aceite y vino para curar sus heridas: el vino que produce escozor en las llagas, y el aceite que las suaviza.

San Gregorio Magno, Regla Pastoral para los Obispos 2, VI.

Lo que nos enseña el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia

El Catecismo de la Iglesia Católica (1992)

Por eso, cuando el Sucesor de Pedro da a su enseñanza el carácter de auténtico Magisterio, no puede contradecir el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia, constantemente recordado por sus predecesores y como se expresa hoy en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo, con respecto a la homosexualidad, dice:

“La homosexualidad se refiere a las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Toma formas muy diferentes a lo largo de los siglos y las culturas. Su génesis psíquica permanece en gran parte sin explicación. Apoyándose en la Sagrada Escritura, que las presenta como graves depravaciones (cf. Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6,10; 1 Tim 1,10), la Tradición siempre ha declarado que “los actos de homosexualidad son intrínsecamente desordenados” (CDF, ​​decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No se pueden aprobar bajo ningún concepto ”(n. 2357).

Sin embargo, el Catecismo continúa absteniéndose de juzgar a las personas e invitando, por el contrario, a acogerlas con respeto y benevolencia:

“Un número no despreciable de hombres y mujeres exhibe tendencias homosexuales fundamentales. Esta propensión objetivamente desordenada constituye para la mayoría de ellos una prueba. Deben ser recibidos con respeto, compasión y sensibilidad. Deben evitarse todas las marcas de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a cumplir la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianos, a unir con el sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar por su condición (n. 2358).

Es en este sentido que el Papa Francisco habló en el avión que lo trajo de regreso de Río de Janeiro, en julio de 2013: “Si una persona es homosexual y busca al Señor, muestre buena voluntad, ¿Quién soy Yo para juzgarla? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de una manera muy hermosa“.

La identidad de un hombre o una mujer no depende de su orientación sexual, sino de su dignidad como “imagen de Dios”, y en este sentido siempre amada por Dios e infinitamente respetable. Si la Iglesia no juzga a las personas: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados ”(Lc 6,37); sin embargo, juzga la calidad moral de las acciones, sin encerrar a la persona en sus acciones, confiando en la capacidad de progreso de cualquier persona humana, en virtud de su libertad fundamental que nunca se le puede negar, sin reducirla por completo a tendencias que en realidad no ha elegido.

Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2003)

En una nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fechada el 3 de junio de 2003, firmada por el cardenal Joseph Ratzinger y aprobada por el Papa San Juan Pablo II, podemos leer como conclusión un argumento muy detallado desde un punto de vista bíblico, teológico, antropológico y legal:

“La Iglesia enseña que el respeto por las personas homosexuales de ninguna manera puede conducir a la aprobación de la conducta homosexual o al reconocimiento legal de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, promuevan y protejan la unión marital como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones entre personas del mismo sexo, o equipararlas con el matrimonio, significaría no solo aprobar el comportamiento desviado y, por tanto, convertirlo en un modelo en la sociedad actual, sino también opacar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender estos valores para el bien de los hombres y de toda la sociedad”.

Consideraciones sobre proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre homosexuales, n. 11. Aprobadas por el Papa Juan Pablo II.

Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia (2015)

Fiel a la enseñanza de la Iglesia, el Papa Francisco escribe en su exhortación apostólica Amoris Laetitia: “La Iglesia respalda la actitud del Señor Jesús que, con amor ilimitado, se ofreció a sí mismo por cada uno sin excepciones. Con los Padres sinodales, tomé en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su interior a personas que manifiestan una tendencia homosexual, una experiencia que no es nada fácil para padres e hijos. Por ello, deseamos ante todo reafirmar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, con el cuidado de evitar “cualquier signo de discriminación injusta” y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Al contrario, se trata de asegurar el acompañamiento respetuoso de las familias, para que sus miembros que manifiestan una tendencia homosexual puedan beneficiarse de la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en sus vidas” (n. 250 ). Y al citar explícitamente como referencia la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, precisa: “Durante los debates sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales señalaron que respecto a los “proyectos de asimilar las uniones entre homosexuales al matrimonio, no hay base para asimilar o establecer analogías, incluso lejanas, entre las uniones homosexuales y el plan de Dios para el matrimonio y la familia”. Es inaceptable que “las Iglesias locales estén bajo presión en este ámbito y que las organizaciones internacionales condicionen la ayuda económica a los países pobres a la introducción de leyes que establezcan el ‘matrimonio’ ​​entre personas del mismo sexo” (n. 251) .

El Papa es el primer guardián de la doctrina de la Iglesia

Por tanto, recuerdo que el Papa Francisco, en esta entrevista, no podía pretender dar contenido magisterial a la opinión que así expresaba. En consecuencia, debemos relativizar su alcance y no escandalizarnos de que los medios de comunicación se hayan apoderado de él (de dicho contenido), a riesgo de crear confusión y división dentro y fuera del pueblo cristiano.

Por lo tanto ocurre, por decir lo menos, un malentendido, cuando los medios creen que disciernen una expresión de la suprema autoridad de la Iglesia. Es útil recordar, al contrario de lo que escuché de un periodista de France Info, que no es el Papa quien hace la doctrina de la Iglesia, es solo el primero en tener la misión de velar la fe católica recibida de los apóstoles. Y si puede suceder que se vea inducido a proclamar ex cathedra una nueva enseñanza para proponer a la fe de los fieles, sólo puede ser en condiciones muy precisas y en coherencia con la Palabra de Dios escrita y transmitida fielmente por el Magisterio de la Iglesia de dos mil años.

Como lo expresó el Papa Benedicto XVI con tanta alegría en la homilía que pronunció para tomar posesión de su catedral como obispo de Roma, en San Juan de Letrán, el 9 de mayo de 2005:

“La autoridad para enseñar, en la Iglesia, implica un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad regirá. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino someterse constantemente, así como a la Iglesia, a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y empobrecimiento, así como frente a todo oportunismo ( …) Entonces su poder no se encuentra “arriba”, sino que está al servicio de la Palabra de Dios, y sobre él descansa la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga estando presente en su grandeza, y resonar en su pureza, para que no sea destruida por los incesantes cambios de moda”.

Benedicto XVI, en la homilía de toma de posesión de su Cátedra como obispo de Roma, en San Juan de Letrán, el 9 de mayo de 2005.

Conclusión

No nos dejemos intimidar por la insistencia y el frenesí con que los medios de comunicación difundieron esta palabra aislada del Papa Francisco, cuyo contexto ha sido tratado tan ligeramente. Nos gustaría que transmitieran con la misma insistencia otras palabras del mismo Romano Pontífice que chocan de frente con la mentalidad del mundo, por ejemplo cuando condena sin concesiones el drama del aborto y cuyos acontecimientos son tan repetitivos en su enseñanza.

Por lo tanto, en el tratamiento de esta información, los medios de comunicación muestran, en el mejor de los casos, la ignorancia sobre los grados de autoridad de la palabra papal, en el peor de los casos una aquiescencia servil a las ideologías de moda, probablemente bajo presión de lobbies extremadamente organizados y agresivos, que pretenden imponer a la Iglesia un cambio en su doctrina constante.

La hiper mediatización de una pequeña frase, que es una caja de resonancia, no puede de ninguna manera dar ningún peso de autoridad a la palabra del Papa.

Fuente: “Es legítimo discrepar respetuosamente”, el obispo Aillet reflexiona sobre el Papa y las uniones homosexuales


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