Por Christiane Waked.
Mientras muchos teólogos trataron de explicar el Espíritu Santo con las definiciones más complicadas y complejas, una vez escuché a una niña explicar su propia definición con las palabras más simples y hermosas. Empezó a afirmar el hecho de que Dios es perfecto y el amor es la perfección, así que una vez que tenemos el amor de Dios, no necesitamos nada más. Luego tomó un papel y escribió “Espíritu Santo”, lo puso entre las palabras “Dios” y “Jesús” y las conectó con dos flechas.
Encontré ese dibujo simplemente perfecto, sí, el Espíritu Santo es ese amor puro y perfecto que es el lenguaje entre Dios y Jesús. Es el lenguaje del amor que Dios nos envía para llenarnos de su luz. En un mundo lleno de odio, el Espíritu Santo es el lenguaje universal que rompe todas las barreras.
Recordemos los siete dones del Espíritu Santo que son sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor del Señor. En Hechos 1:4-5, Jesús reveló que de ahora en adelante la traducción de este idioma se hará por medio del bautismo: “y estando reunido con ellos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran la Promesa del Padre, ‘que’, dijo, ‘habéis oído de Mí; porque Juan verdaderamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos que difundieran este lenguaje universal del amor a través del bautismo.
En Mateo 28: 19-20, dijo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas las cosas que yo he te lo mandó”.
Hay muchas maneras en que el Espíritu Santo obra en la vida de los cristianos, pero todas comparten un objetivo común: hacernos más como Jesucristo. El Espíritu Santo obra en los creyentes renovando mentes afines para que sean como la mente de Cristo. Él hace esto convenciéndonos de pecado y guiándonos al arrepentimiento.
Finalmente, un consejo que siempre tenia el Padre PIO: “No permitas que la tristeza habite en tu alma, porque la tristeza impide que el Espíritu Santo actúe libremente. Si insistimos en estar tristes, que sea una tristeza santa al ver a el mal que se está propagando cada vez más en la sociedad actual”.
