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El amor a prueba de Coronavirus: #QuédateEnCasa para entrenarte en virtudes

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3 historias reales, 3 dimensiones del amor: eros, philia y ágape. En plena Cuaresma, la cuarentena nos desafía a vivir el amor a pulso, desde lo más íntimo, porque más allá del encierro se abre el corazón a la paciencia de cada día en familia, a la solidaridad y al anhelo de la Sagrada Eucaristía.   

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Una familia está almorzando en casa. Es su segundo día de cuarentena y las hermanas ya tienen la primera discusión. Una de ellas vive en otra ciudad y esa semana había llegado para estar juntos.  

  • ¿Escuchaste lo que dijo el periodista sobre China?
  • Hmmm… sí, que después del Coronavirus viene la pandemia de los divorcios.
  • ¡Qué triste! Eso refleja lo que está pasando en el fondo de nuestra sociedad. Si hubiera bases sólidas en los matrimonios, no pasaría eso…
  • ¡Pues no juzgues! Tú no conoces las circunstancias de las parejas para decir eso. La convivencia se hace más dura en estos días. Más bien preocupémonos por nosotros.

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10 jóvenes se conectan online el martes en la noche para encontrarse con Cristo a través de la meditación del Evangelio del V Domingo de Cuaresma (San Juan 11, 1-45. Muerte y Resurrección de Lázaro). Coinciden en que Él les habla directo a sus corazones en este pasaje evangélico, sobre todo por la pandemia del Coronavirus que vive el mundo entero. Citas como “Jesús lloró” (por la muerte de su amigo) y: “¿No te dije que, si crees, verás la Gloria de Dios?” (así increpa Jesús a Marta por su incredulidad de que su hermano pueda resucitar ya) las fortalecen en la certeza de que Dios está acompañando a la humanidad en su dolor y en que la auténtica Fe será la llave de la salvación.

Más adelante, mientras hablan de lo que ha significado en sus vidas este tiempo de cuarentena y cómo lo han vivido también con espíritu sobrenatural, una de ellas dice:

Mi mamá me ha compartido algo muy bello y cierto: Dios ha parado al mundo para que este pueda amar.

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Los medios locales anuncian que un grupo de sacerdotes y laicos saldrá en un carro oficial de Bomberos para recorrer la ciudad exponiendo al Santísimo Sacramento. Allí, como en Colombia y tantas partes en el mundo (incluido el propio Vaticano) cerraron los templos, el culto ha dejado de ser público y a los fieles no les ha quedado más opción que participar de la Santa Misa por televisión e internet.

Llega el día, pero no se sabe a qué horas pasará el Santísimo cerca de casa. La familia se adentra en su rutina diaria y de repente alguien grita: “¡Viene el Santísimo en camino, salgan a verlo!”. Se escuchan las sirenas y apenas alcanzan a ver a Jesús Eucaristía. Es un paso fugaz, tanto que la mamá se molesta porque a Su Señor lo llevaban “volando, a mil”, mientras que una hija sigue arrodillada, con el corazón conmovido por la visita –fugaz– de Quien es el AMOR en mayúsculas: Dios Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente “confinado” en un pedacito de pan.

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Un grupo de sacerdotes y laicos recorrió por 8 horas con el Santísimo Sacramento varios barrios de Manizales, el pasado 25 de marzo. Foto: Fredy Arango / www.lapatria.com

La prueba de no poder poseer a Dios (sacramentalmente)

Cada una de estas historias nos habla del anhelo profundo del amor real, de aquel cuyo contenido han querido vaciarlo para deformarlo y llevarnos directo al infierno. Comprendo que esta última palabra les “choque” a algunos, porque incluso entre los propios católicos se ha infiltrado la idea de que es mejor no hablar de esto para no incomodar. No obstante, ya que el amor verdadero apunta inequívocamente al Cielo, es importante tener clara la meta para perseverar y llegar a buen puerto.

Ciertamente la última historia nos habla del Eros. Sí. El mismo que ha sido reducido en nuestra cultura hedonista y materialista a un mero placer sexual sin trascendencia. En el libro “Las virtudes fundamentales”, el filósofo católico Josef Pieper define al “eros” como el “ansia de poseer” de la persona humana, por naturaleza indigente y sedienta de amor. ¿Qué mayor indigencia en estos días que la de no poder recibir –poseer– sacramentalmente a Jesús Eucaristía y, por ello, anhelamos encontrárnoslo de frente, así sea por unos segundos?  

“Nuestro amor a Dios, como no podía ser de otra manera, es en gran medida, si no totalmente, un amor indigente y sanamente egoísta («Need-love»), y, por consiguiente, se preguntará, entonces, ¿es en el fondo Eros, es decir, amor propio? Si no se olvida que el amor propio no es necesariamente un falso egoísmo y que también se da una afirmación del Yo desinteresado, la contestación tiene que ser afirmativa”, dice el filósofo (pág. 479).

De hecho, no hay mayor amor propio –buscar el bien para sí– que poseer a Dios, para lo cual hay que vaciarse constantemente. Si Él “dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom. 8, 28), podríamos afirmar que estamos aprendiendo de los templos vacíos para valorar más aquello que dábamos por sentado: misas en parroquias cercanas, capillas de adoración al Santísimo, sacerdotes en los confesionarios… ¿Cuántas veces hemos faltado injustificadamente a la misa dominical, por ejemplo? ¿O hemos postergado una confesión por prejuicios frente al sacerdocio?   

El eros –dice el Papa Benedicto XVI– quiere remontarnos «en éxtasis» hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación” (Encíclica Dios es Amor, numeral 5). Aunque él lo refiere aquí más en el sentido del amor humano entre un hombre y una mujer, análogamente el Coronavirus nos está “purificando” y probando en el amor a Nuestro Señor, a Quien solo podemos recibir como don.

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Jesús Eucaristía. Foto: Santiago Mejía LC / https://www.cathopic.com/

Y viviendo esta prueba nos estamos entrenando en las virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad, no porque nosotros las podamos desarrollar por nosotros mismos –son teologales: Dios las da–, sino porque nos disponemos cada día con la oración personal o en familia, el rezo del Santo Rosario o la participación en la “Misa virtual” para reencontrarnos cara a cara con Jesús Eucaristía apenas salgamos de cuarentena. Visto así, ¡también es una preparación para el Cielo!   

La prueba de quedarse en casa para cuidar del amor

“Dios ha parado al mundo para que este pueda amar”, fue de las frases compartidas en el encuentro online del grupo de amigas. Un contexto y una interpretación de los hechos que nos hablan de las otras dos dimensiones del amor que están a prueba por cuenta del Coronavirus: philia y ágape.

Amigos Misión Colombia entrega donaciones a hogar que atiende abuelitos

Conocido como el “amor de amistad”, philia “es un vocablo que parece acentuar, lo mismo que el verbo de donde proviene, phileín, el sentimiento de solidaridad, no sólo entre amigos, sino también entre casados, compatriotas y entre todas las personas de las que se predica”, precisa Pieper (pág. 415). Basta un noticiero o unos minutos en redes sociales para darse cuenta del “contagio” masivo de diversas campañas para ayudar a otros, desde ciudadanos de a pie que comparten mercados con sus vecinos hasta celebridades mundiales que hacen donaciones para contrarrestar la pandemia.

Amigos Misión Colombia entrega donaciones a hogar que atiende abuelitos.

En efecto, la Iglesia Católica y múltiples iniciativas caritativas de laicos hablan por sí solas del “amor en acción”, como lo llamaba Santa Teresa de Calcuta, que va más allá de la sola filantropía para ir al encuentro con Cristo en cada persona socorrida, empezando por los moribundos. Las necesidades parecen inabarcables, pero el “buen samaritano” del Evangelio se sigue multiplicando en las calles.

Mientras tanto, la mayor prueba del amor se está dando en casa, y es justo lo que refleja la primera historia: la posibilidad de terminar discutiendo (por diferentes temas) y la liquidez de los matrimonios. Miles de millones de hombres y mujeres nos hemos “encerrado” para cuidar nuestra salud física, y por eso resulta un desafío cuidar aún más la salud psico-afectiva y espiritual y, en particular, el núcleo de la familia. Una cuarentena para abrirse a la auténtica intimidad.      

Resuenan entonces las palabras de Benedicto XVI sobre el ágape: “ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca” (Encíclica Dios es Amor, numeral 6). En palabras de Pieper, el “ansia de darse”.

El llamado “Himno de la Caridad” de San Pablo (1ª Corintios 13, 1-13) lo describe en clave de virtudes: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Entre más nos esforcemos por amar seremos más virtuosos y entre más ejercitemos las virtudes más amamos, es decir, es un “círculo virtuoso”. Si amar es “querer el bien del otro en cuanto otro”, según Aristóteles, la virtud es la gimnasia de la voluntad o “disposición habitual y firme” para elegir ese bien (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 1803). Por ello, no hay amor sin virtud, así como no hay mayor bien que Dios.  

Por eso, #QuédateEnCasa para cuidar del amor con tu esposo o esposa, tus hijos o hermanos, y especialmente prepara tu corazón para recibir el Corazón latiendo de Cristo (Sagrada Eucaristía). Mientras en el mundo se libran loables batallas, salvemos en el día a día el amor más íntimo.

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Foto: Angélica Mendoza / https://www.cathopic.com/

*Foto principal y de recuadro: https://www.cathopic.com/

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