Mateo 28, 18 – 20:
18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,Mateo 28, 18-20
20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
En su habitual reflexión y exposición en video «Dialogando con el Padre Raúl Sánchez», este sacerdote aborda sin tapujos la extrañeza que produce el «Instrumentum Laboris», documento preparatorio del Sínodo de la Amazonía, en contraste con el mandato de Cristo, con la Tradición Apostólica de la Iglesia y con el Depositum Fidei, es decir, con su Doctrina, Dogmas y Magisterio.
Partiendo del crucial texto evangélico citado, el padre Sánchez celebra el hecho de que lo propuesto no sea más que un «instrumento de trabajo», algo que –por lo menos en principio– no tendría un carácter determinante con respecto a los contenidos del Sínodo y que, por lo tanto, también puede ser modificado o ignorado…, o quizá no.
No obstante, a continuación lamenta que dicho «Instrumento» no hace alusión a los contenidos de la Fe y se queda en proponer una extraña forma de «diálogo» en la que sólo nos dediquemos a escuchar, y de «discernimiento», en la que nos aprestemos a convalidar, a aceptar y a incorporar unos «elementos culturales» como si ellos no fueran materia y objeto de Redención sino de «conversión» para nosotros.
Advierte además el padre Raúl Sánchez con respecto al desconocimiento de la historia, y a ciertas lecturas y tendencias sobre las que se ha montado la leyenda negra con la que intentan hacer ver la Evangelización de América como un despojo cultural de los primigenios «valores ancestrales» y como un genocidio de los nativos aborígenes y de sus tradiciones.
Y, sobre todo, llama la atención con respecto al hecho de que ni el Amazonas es el Paraíso ni sus habitantes Santos: «Donde hay humanidad hay pecado», enfatiza el sacerdote, a la vez que nos recuerda: «Y los indígenas son seres humanos, es decir, pecadores». Y también añade: «Jesucristo sabe más que un chamán», y es a Él a quien le ha sido conferida «toda Autoridad en el Cielo y en la Tierra» y, en virtud de ella, nos ha mandado a enseñar y a hacer discípulos suyos a los pueblos y hombres de todas las naciones.
Como bien lo advierte el vaticanista y experto Sandro Magister en su último artículo: «El tren de la Amazonía ya ha salido«, y como ocurrió en el Sínodo sobre la Familia cuando se discutió la cuestión esencial sobre «la concesión de la comunión eucarística a los divorciados que se han vuelto a casar, el destino del sínodo sobre la familia ya estaba escrito.
Ese sínodo, en sus dos sesiones de 2014 y de 2015, se dividió verticalmente en dos sobre esta cuestión, pero Francisco decidió llegar a la meta prefijada a pesar de todo e imponiendo su autoridad, aunque fuera mediante la ambigua nota a pie de página de la exhortación postsinodal “Amoris laetitia”».
De modo, pues, que estamos advertidos. Y ya hay un grave antecedente.
«Diálogo y discernimiento».
