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¿Qué es la democracia moderna?: “la puesta en plural del pecado original”, dice Miguel Ayuso.

Escrito por Redacción R+F

“Porque la pretensión del hombre de darse a sí mismo la ley, desde un punto de vista colectivo, procede de la Revolución Francesa, y de lo que es la idea de la Democracia moderna.

Es decir, la Democracia, no como una forma de gobierno, no como un mecanismo de elegir a los gobernantes, sino como fundamento del gobierno. Como la pretensión de que la verdad y el bien no derivan de la naturaleza de las cosas, sino de la voluntad del hombre”.

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En una entrevista para el programa mexicano “Alégrate“, el profesor español de la Universidad de Comillas y presidente de la Unión de Juristas Católicos, Miguel Ayuso, dio bastantes claves para entender de dónde surge el Nuevo Orden Mundial, comenzando por señalar que su origen es más bien antiguo y que en lugar de orden es un desorden. Lo único real del nombre es que se refiere al “mundo“, en el sentido bíblico, es decir a la “tentación“.

El Nuevo Orden Mundial no es más que la reencarnación de la rebelión luciferina, de la pretensión de ser como dioses, de la “gnosis” de pretender que el hombre puede darse a sí mismo la ley.

Haciendo un recuento de la historia de las ideas, Ayuso menciona el Nominalismo, después la Protesta Luterana, la escisión entre ética y política de Maquiavelo, luego la afirmación de la soberanía política contra la ley de Dios de Bodino; después, la pretensión de que la comunidad política no tiene arraigo sobre la naturaleza de las cosas sino que proviene de la voluntad humana, del contrato “social” (Rousseau).

Pero plantea que si se trata de buscar un momento que ejemplifique el origen de esos males desde el punto de vista social, sería la Revolución Francesa.

Porque la pretensión del hombre de darse a sí mismo la ley, desde un punto de vista colectivo, procede de la Revolución Francesa, y de lo que es la idea de la Democracia moderna.

Es decir, la Democracia, no como una forma de gobierno, no como un mecanismo de elegir a los gobernantes, sino como fundamento del gobierno. Como la pretensión de que la verdad y el bien no derivan de la naturaleza de las cosas, sino de la voluntad del hombre.

“No se contentaron con errar en el conocimiento de Dios, sino que, viviendo en el vasto conflicto que engendra la ignorancia, llamaron paz a tan grandes males”.

– Sabiduría 14, 22

Por eso es posible votar sobre la eutanasia, el aborto o la agenda LGTB, porque según esta concepción de la democracia, es la voluntad humana la que determina lo bondad o maldad de las cosas.

Es entonces cuando –nunca tan oportunamente– cita la frase del pensador francés Jean Madiran, según la cual  la soberanía popular y la democracia no son otra cosa que «la puesta en plural del pecado original».

El pecado de Lucifer (“Non Serviam”) o el pecado de Adán y Eva (darse a sí mismo la ley), es un pecado personal, individual. Pero cuando ese pecado se pretende trasladar a toda la comunidad política, eso es la democracia moderna, ese es el liberalismo, y ese es el origen próximo de lo que se podría llamar “Nuevo Orden Mundial”.

Muchas veces se dice que el nuevo orden mundial se concreta en el “nuevo derecho“, y ese nuevo derecho se concreta “en una concepción de los Derechos Humanos que es falsa“, el problema estaría en los “falsos” Derechos Humanos.

Sin embargo, Ayuso aclara que no se trata de que los derechos humanos, en su origen revolucionario fueran buenos, y hayan evolucionado en nuestros días hacia una malignidad, sino que en su origen ya eran malos, pues ya respondían a este desorden.

Otra cosa es que la evolución del tiempo haya introducido factores de profundización de ese mal. Y Ayuso explica que es a esto a lo que se denomina Nuevo Orden Mundial: la metamorfosis del orden liberal de 1789 hasta nuestros días.

Finalmente, explica que el pacifismo no es el cultivo de la paz, sino la idolatría de una falsa paz.

Cita del libro “Camino”, de San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Señala que los papas, con gran claridad, habían explicado que no hay paz sino en el reino de Cristo: “La paz de Cristo en el reino de Cristo“.

Fuera del Reino de Cristo no hay paz, sino como lo dice la Escritura: “y llaman paz a tan grandes males” (Libro de la Sabiduría 14, 22), o como lo decía la tradición grecorromana: “crean desiertos y a eso llaman paz“.

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