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Cristóbal de Mendoza: mártir jesuita charquino

padre Cristobal de Mendoza
Escrito por Invitado

El sacerdote jesuita cruceño Cristóbal de Mendoza murió a manos de los indios tupís. Evangelizó a los nativos al sur del Brasil y ahí lo veneran casi como santo.

Por: Aarón Mariscal

En la primera mitad del siglo XVII, existió un gran sacerdote jesuita con una capacidad de entrega y de servicio que hizo mucho bien a los indígenas en la conquista española. Murió heroicamente por defender su fe cristiana y por proclamar a Nuestro Señor entre los paganos.

Estamos hablando del padre Cristóbal de Mendoza (1590-1635), asesinado un 26 de abril, exactamente hace 388 años. Educó y cristianizó a los nativos con una inmensa amabilidad destacada incluso por sus superiores de la Compañía de Jesús.

Este personaje nació con el nombre de Rodrigo a fines del siglo XVI, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Real Audiencia de Charcas, Virreinato del Perú). En aquel entonces, esta ciudad se ubicaba a orillas del arroyo Sutós, cerca del actual San José de Chiquitos; es decir, antes de trasladarse progresivamente a su actual ubicación.

Los comienzos

Rodrigo era descendiente de una estirpe de conquistadores, con alto prestigio en la ciudad recién fundada en 1561. Los Chaves y los Mendoza se gozaban en la reputación militar de Don Diego de Mendoza y Don Ñuflo de Chaves y sus allegados.

Sin embargo, a Rodrigo no le llamaba la atención ser como sus familiares, él oía relatos sobre la vida de los indígenas y quería ir y hablar más con ellos. La sirviente de su familia, una nativa gorgotoqui, le contaba mucho sobre esto. Además, los jesuitas habían llegado en 1585 a Santa Cruz de la Sierra, y el joven Rodrigo tenía la oportunidad para conocer de cerca a estos grandes misioneros.

En 1610, a sus veinte años de edad, el joven Rodrigo decide partir rumbo hacia Córdoba del Tucumán en la actual Argentina, para formarse como jesuita. Atravesó muchas tierras difíciles, borrascas y ríos, para cumplir con la que él sabía que era su vocación: el orden sacerdotal.

Llegó con su ropa empolvada y desgastada, tocó timbre y lo recibieron. Luego de hacerle algunas preguntas, pasó a formarse como novicio y a convivir con sus compañeros y aprender junto a ellos.

Rodrigo conoció la obra de Gabriel Vázquez, Francisco Suárez y Francisco Toledo. Además, aprendió lenguas indígenas en infolios manuscritos, y él y sus compañeros novicios las hablaban con naturalidad en la conversación diaria.

El padre Diego de Boroa (1585-1657) expresa sobre el buen Rodrigo:

«Procedió desde su noviciado con gran ejemplo de humildad y desprecio de sí mismo, dando en toda ocasión hasta el último día de su vida, en que fue martirizado, rarísimos ejemplos de esa virtud. Era suave en su trato y amable para con todos y muy caritativo e íbasele el corazón viendo algún pobre necesitado, procurando socorrerlo en lo que podía».

Por otro lado, el padre Luis Gonzaga Jaeger (1889-1963) en su libro O héroi do Ibía (El héroe de Ibía) asegura:

«Dos virtudes singularizaron a nuestro religioso desde el principio: un irresistible deseo de padecer y sufrir por Cristo y una imponderable mansedumbre. Dicen sus contemporáneos que el P. Cristóbal nunca alteraba la voz y jamás se le oyó una queja entre los padecimientos de una vida consagrada al sacrificio y al martirio. Curioso y conmovedor es que todos los documentos contemporáneos refiriéndose a él siempre le llaman el buen padrecito Cristóbal».

A veces, cuando Rodrigo y sus hermanos novicios se arrodillaban en el comulgatorio, en la hostia que toma el sacerdote se veía la figura del Niño Jesús. Él no cree ser el único que goza de esa visión, y cuando se lo dice a sus superiores, le parece raro que sus hermanos no cuenten lo mismo.

En otra ocasión, cuando barría el templo junto con sus compañeros, el maestro mandó a otros a otra parte para que Rodrigo siga la tarea solo; quiso seguir a sus compañeros, no quería estar solo, pero se le apareció el Niño Jesús y le reprochó suavemente por desobedecer, tomando él la escoba para barrer, pero Rodrigo trató de impedirlo y Jesús esquivó su mano por pecar. Desde entonces, aprendió a practicar mejor la virtud de la obediencia.

Una vez, se le apareció el alma de la sirviente gorgotoqui de su infancia, diciéndole que estaba en el purgatorio y pidiéndole una misa y 7 rosarios rezados con sus hermanos del noviciado. Él no hizo caso, pero terminó convenciéndose de que debía hacerle caso y ofreció esa devoción por el alma de su querida nana de la niñez.

Actividad misionera

Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piai 2

Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piaí.

Ya luego de pronunciar sus votos y cambiarse el nombre a Cristóbal en el año 1622, envían al recién ordenado jesuita cruceño al Guayrá, zona que actualmente se ubica en el estado del Paraná en el Brasil.

Cristóbal estuvo cerca de 2 años en la reducción de San Ignacio. Más adelante, el superior de la provincia lo destinó a San Francisco Javier. Ese pueblo pequeño y pobre con menos de mil habitantes estaba en una barranca fértil a la izquierda del río Tibagí, principal afluente del Paranapanema. Hay ahí más catecúmenos que bautizados, y también familias enteras todavía paganas. Entre medio del campo hay chozas de palma y no se nota mucho el conjunto que sirve de templo.

Cristóbal trabaja diligentemente: predica a los catecúmenos, bautiza, premia a los que dejan el paganismo, recorre el poblado para atraer a los indecisos, manda a construir más albergues. Él en persona transforma la cabaña que servía de oratorio y quita la maraña de alrededor para convertir esa tierra en campos de cultivo

Tiempo después, el p. Ruiz de Montoya vuelve a visitar el lugar, quedó satisfecho y dijo que Cristóbal era “grande en todo”, en carta dirigida al provincial p. Mastrilli Durán. Él se queda algunas semanas en el pueblo, llamado a veces ‘San Javier’; lo acompañaba el p. Francisco Díaz Taño, encargado de la reducción.

Cada reducción jesuítica contaba con un padre conversor, el jefe, y un socius, el ayudante. Cristóbal de Mendoza fue primero socius y después conversor.

El 9 de agosto de 1625, luego de diligentes trabajos, Cristóbal de Mendoza y el padre Antonio Ruiz de Montoya fundan la reducción de Encarnación. La rutina en este poblado iba más o menos así:

  • Toque madrugador de la campana para que neófitos y catecúmenos vayan al templo
  • El padre conversor decía la misa y el padre socius explicaba el significado de la ceremonia con palabras sencillas para ser entendidas
  • Terminada la misa, los indios desayunaban con infusión de yerba del Paraguay, casi siempre se acompañaba con tortas de maíz cocidas al rescoldo
  • Luego, la gente de trabajo salía a los campos de cultivo y labraban la tierra bajo mirada del padre socius
  • Producían maíz, mandioca, cacao, arroz y algodón
  • Los más expertos y hábiles entraban al bosque para cazar carne y buscar abejas silvestres
  • Al mediodía regresaban todos al pueblo y luego del almuerzo, había descanso no mayor a 2 horas
  • Otro toque de campana anuncia el trabajo en común en la residencia de los padres
  • Aprendían ahí artes manuales donde los indios estaban complacidos e interesados
  • A la misma hora, otro misionero congregaba a los niños en el templo o en el patio parroquial, y luego de catequizarlos, los adiestraba en el ritual romano, enseñándoles latín y castellano y también la música
  • Al final de la tarde, se salía de los talleres para ir a la colación vespertina
  • Otro toque de campana para que la gente vaya al templo a rezar el rosario y se enseñaba nuevas devociones, además los misioneros contaban relatos sobre los principios cristianos
  • Luego, todos se iban, vigilados por los padres, para evitar desórdenes y promiscuidades
Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piai 1

Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piaí.

El historiador católico cruceño Hernando Sanabria Fernández dice sobre el padre Cristóbal:

«No hace milagros, su personalidad terrena es siempre la misma, no dialoga con los ángeles, pero ama con infinito amor a sus pobres indios; prodígales con íntimo deleite cuidados y atenciones; sufre resignadamente las privaciones y dolencias; camina, trabaja, predica, reza, multiplícase en toda clase de actividades y, para decirlo todo, es un inagotable pozo de bondad del cual beben hasta hartarse los desvalidos hijos de la selva».

Los indígenas de Encarnación le dicen ‘payés’ a los sacerdotes, y uniendo su idioma y el castellano le dicen Pay Quirito a Cristóbal, apodo que se extiende rápido fuera de ese poblado.

Llama la atención que los conversores y sus ayudantes procuraban que los indígenas respeten a sus propias autoridades, entre ellos los caciques y hechiceros. Por supuesto, los sacerdotes exponían los trucos de los hechiceros para desvelar la falsedad de las religiones paganas, pero con prudencia y con mucha astucia. Esta armonía entre gobernantes y gobernados fue el precedente para lo que siglos después sería la Doctrina Política de la Iglesia.

El peligro

Los bandeirantes paulistas, algo así como piratas de tierra, proveniente sobre todo de San Pablo en Brasil, acechaban constantemente las reducciones jesuíticas y las destruían sin piedad. En su camino, obtenían aliados, entre ellos los indios tupís, y uno de los bandeirantes más sobresaliente fue Antonio Raposo Tavares.

Estos ataques producían migraciones masivas de europeos y nativos, de una región a otra de Sudamérica, lo cual inspiraba también desconfianza en los nativos convertidos. Algunos de estos, decepcionados de los jesuitas, abandonaban las misiones y volvían donde su tribu sevícola.

Luego de migrar por el río Paraná al actual estado de Santa Catalina y después al actual Río Grande del Sur, los jesuitas se instalan en la región que colinda con la actual provincia argentina de Misiones. Es cerca de esa zona, en la sierra del Tapé, donde el Pay Quirito obtendría el martirio.

Sus enemigos principales son el cacique Tayubay y el brujo Yaguaporó, quienes tienen celos de que sus subordinados se alíen con el padre Cristóbal y otros jesuitas. Entonces, ambos buscan sus artimañas para atraer al padre jesuita y, abusando de su buena fe, lo traen hacia donde ellos. El Pay Quirito, inocente, quería contactar con ellos para tratar de convertirlos, así como lo había logrado con numerosos jefes indígenas a lo largo de los años, pues fue posible convertir a las autoridades de las tribus con ayuda de Dios.

Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piai 3

Monumento al padre Cristobal de Mendoza en Santa Lucia de Piaí.

Un 25 de abril de 1635, acudiendo a un supuesto llamado de reunión amistosa con Yaguaporó, el padre Cristóbal y sus indios amigos reciben una emboscada de los indios tupís aliados del brujo. El jesuita recibe flechazos, cachiporrazos y golpes, y es derribado. Le arrancan partes de la sotana, le cortan una oreja, le arrancan el crucifijo y se burlan de él.

Como empezó a llover, los tupís corrieron a refugiarse para volver después, ya que tenían la costumbre de arrancar los corazones de sus víctimas en señal de victoria. Pay Quirito no puede levantarse, pero más tarde trata de arrastrarse hacia unos árboles para cubrirse de la lluvia fría.

Al día siguiente, 26 de abril, los tupís lo encuentran y le ofrecen más burlas, gritos y tormentos. Cristóbal de Mendoza trata de evangelizarlos con la prédica, diciendo que no quería hacerles mal, que solo quería su conversión. Se hace presente ahí el cacique Tayubay y los tupís a sus órdenes le vuelan los dientes de un golpetazo, le cortan la nariz y los labios y le arrancan la lengua por debajo de la mandíbula, para terminar abriéndole el pecho hasta el vientre.

Así terminó la vida de un gran sacerdote jesuita cruceño, charquino, altoperuano, que dio su vida por nuestra santa religión y por los indígenas. Educó a mucha gente, enseñó a hacer oficios y a tener devoción por el Dios verdadero, y hasta ahora todavía no ha podido ser canonizado.

Legado

Retrato Martirio del padre Cristobal de Mendoza

Retrato del martirio del padre Cristóbal de Mendoza

Su lugar de martirio está en las cercanías del barrio de Santa Lucía de Piaí, por Caxias del Sur (Río Grande del Sur). En esa zona existe un recorrido turístico que incluye una fuente de agua azul, donde se dice que fue arrojado el corazón del Pay Quirito y que es agua curativa y milagrosa.

Santa Cruz de la Sierra no se ha quedado sin rendir homenaje al padre Cristóbal de Mendoza, pues existe una avenida que lleva su nombre (el 2º anillo norte) y una escuela que también lo lleva (en el 2º anillo oeste). En el estado brasileño de Río Grande del Sur, existe también un instituto estatal de educación con el nombre del Pay Quirito.

Al sur de Brasil, consideran que el Pay Quirito es patrono de los ganaderos. Este sacerdote cruceño dirigió una caravana con ganado vacuno para alimentar a los nativo que vivían tiempos de escasez en el Tapé.

El historiador Hernando Sanabria Fernández ha publicado un libro en el que describe con lujo de detalles vida y obra del Pay Quirito. Se trata de Cristóbal de Mendoza: apóstol de los guaraníes, publicado en 1976 para el sesquicentenario de la fundación de la república de Bolivia, durante el gobierno del Gral. Hugo Banzer Suárez.

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