Uno de los grandes aportes administrativos del confesor de la Reina Isabel la Católica de España, el Cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros, como gobernante encargado (Regente de la Corona de Castilla) fue la adopción del apellido fijo.
Hasta ese entonces, 1501, las personas se identificaban con un nombre seguido de un genitivo, que hacía referencia al lugar de dónde provenían, o al oficio que tenía o a la familia o incluso al apodo por el que era conocido.
Así era frecuente que dos hermanos tuvieran distintos apellidos, haciendo muy difícil la identificación de las personas con el caos administrativo que eso significaba.
A partir del decreto del Cardenal se fijó el apellido del padre en toda la descendencia, terminando con el caos administrativo que reinaba hasta entonces, facilitando entre otras cosas los procesos judiciales y en especial las sucesiones.
Normativa que fue adoptada en Hispanoamérica e imitada en otras partes del mundo.
Sin embargo, la ideología feminista que domina a la Corte Constitucional liquidó parcialmente ese legado institucional, al conceder una demanda de inconstitucionalidad presentada por Juan Pablo Pantoja, quién argumento que la transmisión forzosa del apellido paterno era propio de una sociedad machista y que daba lugar a expresiones misoginas como “se llenó de hijos buscando varón”.
A partir de ahora los padres pueden definir el orden en los apellidos de los hijos. Algo que le agregará un poco de confusión a los trámites judiciales y administrativos del país, pero que sin duda ofrecerá grandes satisfacciones al sector más radical del feminismo que la Corte tanto se esfuerza en complacer.
En el aniversario de la muerte del Cardenal Cisneros aprovechamos para reconocer sus dotes de buen gobernante, su ejemplaridad como hombre de fe y ofrecernos una oración por su alma.
