La resurrección de Jesucristo y, posteriormente, la resurrección de nuestros cuerpos, es la revivificación del cuerpo que biológicamente ha muerto; pero no es una revivificación para extender, por unos cuantos años más, la relación con este mundo tal como pasó con la resurrección de Lázaro, hermano de Marta y María, y la de otros que Jesús resucitó.
El proceso de la resurrección de Jesucristo y el proceso que van a experimentar nuestros cuerpos en la parusía es una realidad que no conocemos, no nos imaginamos, no lo podemos describir con nuestras palabras pero que, sin duda, sucederá transformando nuestro modo de existir que tenemos en la realidad humana tal como la conocemos.
Jesús resucita con un cuerpo glorificado y espiritualizado para no volver a morir, porque en la eternidad no habrá ninguna materialidad. “Sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él” (Rm 6, 9).
Nosotros los seres humanos, en nuestra vida presente, tenemos el alma espiritual o espíritu sometido a las limitaciones de la materia. Lo que ocurrirá en la resurrección será lo contrario; se invertirán el orden de las cosas, pues el espíritu dará a la materia de nuestro cuerpo su propio modo de existir y ya no estará sometido a las limitaciones espacio-temporales. Entonces la materia comienza a existir también fuera del tiempo y del espacio.
Y como solo en el tiempo y en el espacio es donde actúan las fuerzas físicas y otras fuerzas de otro tipo propias de la materia, pues dichas fuerzas ya no tendrán ningún impacto en un cuerpo resucitado, esas fuerzas ya no lo van a limitar o afectar.
En la resurrección tendremos, pues, nuestra realidad humana libre de las ataduras de este mundo, experimentando lo que Jesús anunció sobre los hijos de la resurrección. Los que tengan parte “en la resurrección de entre los muertos… no pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección” (Lc 20, 36). “Pues en la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt 22, 30).
Algo en común tendrán los cuerpos resucitados con los ángeles, pero serán entidades totalmente diferentes. Una cosa son los ángeles y otra, muy diferente, son los cuerpos resucitados o espiritualizados que no ocuparan un espacio físico ni tendrán una existencia temporal sino eterna.
P. Henry Vargas Holguín.