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Científicos de la Universidad de Stanford han demostrado por primera vez que los cerebros de hombres y mujeres funcionan de manera diferente. El hallazgo resuelve una controversia existente sobre si las diferencias de comportamiento entre sexos se deben a la biología o a factores sociales.
La investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, utilizó imágenes de resonancia magnética para escanear los cerebros de 1.500 jóvenes entre 20 y 35 años mientras descansaban.
Utilizando inteligencia artificial, los investigadores analizaron imágenes de resonancia magnética de cerebros en actividad. El modelo informático fue capaz de distinguir entre cerebros masculinos y femeninos con más de un 90% de precisión, identificando sutiles variaciones en regiones clave.
Entre dichas áreas se encuentran la red neuronal por defecto, relacionada con procesos introspectivos, y el sistema límbico, vinculado a la regulación emocional. También el striatum, importante en la formación de hábitos.
Según el doctor Vinod Menon, las diferencias en la actividad cerebral “contribuyen a variaciones específicas de sexo en el funcionamiento cognitivo”. Así, podrían influir en cómo hombres y mujeres se perciben a sí mismos, interactúan y recuerdan experiencias pasadas.
Si bien se sabe que las hormonas sexuales moldean los cerebros de forma distinta, tradicionalmente ha costado discernir estas divergencias mirando directamente las estructuras cerebrales.
El descubrimiento podría ser clave para entender por qué ciertos trastornos neurológicos y psiquiátricos afectan de manera desproporcionada a un sexo u otro.
El estudio es uno de los más grandes hasta la fecha en examinar las diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos. Los investigadores dicen que ayuda a explicar por qué los hombres y las mujeres pueden tener diferentes habilidades, como la rotación mental en hombres y percepción emocional en mujeres.
El establecimiento del «Género» intenta hacer «control de daños»
La profesora Gina Rippon, autora del libro «El género y nuestros cerebros», apareció en varios medios de comunicación para intentar incidir en la interpretación de los resultados, y para denunciar el «neurosexismo» de la comunidad científica:
«Realmente deberíamos dejar de hablar de cerebros “masculinos” y “femeninos” y de utilizar rígidamente esa lente particular para evaluar e informar sobre datos que son interesantes en muchos otros sentidos. Los debates sobre las diferencias sexuales en el cerebro han estado vigentes durante siglos. Los primeros combatientes fueron bastante francos acerca de lo que intentaban demostrar, en particular la inferioridad del cerebro femenino. Sería muy bueno dejar esto atrás.»
– Gina Rippon, The Guardian
Gibbon reconoció que los resultados del estudio son válidos, pero señaló que los investigadores pasaron por alto, en primer lugar, la distinción entre sexo y género, haciendo hincapié en que nuestros cerebros son adaptables a lo largo de nuestras vidas en función de las experiencias y no de características predeterminadas; y en segundo lugar, que las partes clave de la diferenciación hombre-mujer están vinculadas a la interacción social dentro de la red cerebral, lo que permite plantear que son el resultado de la influencia de otras personas, e inclusive de los «estereotipos».
Si bien las ideólogas del «género» seguirán argumentando, con creciente ferocidad, que el cerebro es un músculo flexible, influenciado por el ambiente y el comportamiento, incluso desde antes del nacimiento, o que la variación entre cerebros individuales debería primar sobre la búsqueda de patrones comunes y generalizables a cada uno de los sexos; la verdad es que el impacto que tienen estos hallazgos en el diseño de tratamientos más efectivos para patologías que tienen unos rasgos diferenciales entre hombres y mujeres, abre un camino al reconocimento científico de que el «cerebro sexuado» es una realidad cada vez más difícil de negar.
Fuente: The Telegraph, The Guardian.
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