El liberalismo republicano, que se instaló a sangre y fuego con las guillotinas, sigue causándole hondos estragos a tan sufrido país, ahora bajo la máscara del globalismo europeísta.
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La clase trabajadora francesa, harta de impuestos, desempleo y sobre todo víctima de una política migratoria desastrosa que lleva décadas, marcha por las calles de Paris y exige la renuncia de Emanuel Macron, un financiero multimillonario hecho por el banco Rotchild y promocionado por Obama. Con todo, la prensa ha tenido el descaro de presentarlo como un candidato “independiente” y “renovador”. Macron es el fruto de una élite desgastada e impopular, cuyos intereses en nada coinciden con los de los millones de franceses que hoy protestan. Porque aunque el presidente tranquiliza a los «burguesitos» de izquierda y derecha en las grandes capitales, la Francia rural y trabajadora se encuentra encendida contra el globalismo europeo que él encarna.
Los franceses protestan contra una migración musulmana sin control, que les deja sin puestos de trabajo, pauperiza los sueldos y destruye la poca cultura local que subsiste.
Protestan contra una Unión Europea invasiva, que les reglamenta todo, les impone una política monetaria gravosa y encima deben sostener una ociosa burocracia en Bruselas, que ellos no eligen.
¡Protestan contra la desaparición de su país! En el barrio de San Dennis, a pocos kilómetros de la Torre Ifel, más de 300 mil inmigrantes ilegales de África obligan a las mujeres a cubrirse la cabeza, dentro de un área con más de 130 mezquitas. Protestan contra el terrorismo islámico, que ayer dejó 12 heridos en Estrasburgo.
Recientemente Olivier Gracia comparó a Macron con el rey Luis Felipe. La analogía puede resultar acertada. Investido con el inmenso poder de la quinta República, Macron propuso crear un ejército europeo para contrarrestar a la OTAN. Con la salida en ciernes de Ángela Merkel, el presidente francés ya se perfila como el próximo líder del continente, lo que resulta un peligro, dada su pública animadversión contra Trump y Putin, así como su declarado secularismo “confesional”.
Pero la tibieza liberal de Macron no solo tiene a los franceses sumidos en el descontento. También los ha acercado al partido de la derechista Marine Le Pen, cuyos resultados electorales en las próximas elecciones ya se tienen por doblados.
Movimientos como el Brexit en Inglaterra, el triunfo de Vox en España o el que ahora recorre las calles de Francia, evidencian que en el fondo de las naciones europeas aún palpita un corazón patriótico, que se niega a entregar su identidad y perderse entre un liberalismo laico que, desde 1789, viene destruyendo Europa.
*Imagen principal: tomada de https://mundo.sputniknews.com
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