Luego de la decepción que el Gobierno de Duque ha generado entre la gran mayoría de colombianos que votaron por el NO al infame acuerdo del gobierno Santos con las Farc, Herbin Hoyos, el periodista que durante años se dedicó a llevarle una voz de aliento a los secuestrados, asume el liderazgo de un gran sector de la opinión que se siente políticamente huérfano.
El referendo busca una depuración del peor tipo de corrupción que carcome las instituciones políticas del país en este momento, una corrupción que es peor incluso que la del congreso: la corrupción en la rama judicial.
Más allá del cartel de la toga, que podría parecer un hecho anecdótico, las Cortes se han convertido junto con FECODE en un gran bastión político de la izquierda.
Hora de despolitizar las cortes
La Corte Constitucional no sólo ha derogado los aspectos conservadores de la Constitución del 91, convirtiéndola en un arma revolucionaria y de ingeniería social para imponer no sólo el aborto, la eutanasia, el libre consumo de drogas, la educación sexual obligatoria, la agenda homosexual, la anulación de los valores cristianos en la vida política y social, sino una mentalidad materialista e individualista, una ética hedonista en las nuevas generaciones, que ha terminado por degradar la comprensión de dignidad, libertad y orden moral de toda la sociedad.
Por otra parte, todas las cortes han sido cómplices de la colonización por parte de la izquierda armada: validando la refrendación espuria del acuerdo con las Farc e imponiéndolo como inmodificable por 15 años, liberando a Santrich para posesionarlo en el Congreso, declarando que la Campaña del NO se hizo con mentiras (habiéndose hecho realidad todas sus advertencias), mientras fueron cómplices de todos los abusos y mentiras a los que recurrió Santos en la Campaña por el Sí. Además, acomodaron la jurisprudencia del Consejo de Estado para poder tumbar al Procurador Ordóñez y condenan al Estado por todo lo que hacen los marxistas armados, en especial, a las Fuerzas Armadas, poniéndolas contra la pared.
De aprobarse este referendo se reducirían las cortes y elegirían nuevos magistrados por concurso de méritos, lo cual si bien no garantiza la rectificación de todos sus errores, sí al menos abre la posibilidad para un cambio y una menor incidencia política en la rama judicial.
Cirugía al Congreso
Por otra parte, la reforma que se haría al Congreso también es interesante al reducirse el número de parlamentarios, eliminando de plano la representación que como premio al terrorismo de izquierda tienen las FARC en ambas cámaras, dándole más peso a las regiones en el Senado, al tener un 40% de representación por departamento.
También crea la financiación pública integral de las campañas, como una medida para frenar la compra de las curules.
El progresismo ve la movilización con preocupación, e inicia maniobras de evasión
La reacción que han tenido los opinadores de izquierda progresista es una confirmación de las bondades de este proyecto.
Desde el primer momento han intentado vender la idea de su inviabilidad, que es la típica estrategia a la que recurren cuando intentan evitar el debate.
Semana se ha posicionado a la vanguardia de la oposición a la iniciativa, advirtiendo que ni el Congreso ni la Corte Constitucional ni la ciudadanía van a darle el respaldo necesario a la misma.
Sin embargo, de todas las anteriores la única indispensable es la de la ciudadanía. Pues si pretendemos que este país sea democrático, el pueblo tendrá que encontrar la manera de hacer efectivo el cambio que quiere, así sea pasando por el bloqueo institucional que defiende el estatus quo de los logros de la izquierda revolucionaria.
Al fin y al cabo así se hizo con la Constitución del 91, la cual violó los mecanismos establecidos en la constitución del 86. Sin embargo los líderes de aquel entonces interpretaron que esa era la voluntad de la ciudadanía, y que se hizo lo que había que hacerse.
En este caso puede hacerse lo mismo, y estamos convencidos de que la ciudadanía querrá elegir un destino distinto al de Venezuela, Nicaragua o Bolivia.