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¡A ordenar con Marie Kondo! La virtud por connaturalidad.

Una serie de Netflix causa furor por estos días y, precisamente, tiene al orden en el hogar como su temática central.

 

Con gratitud por la Profesora Marta Cecilia Rivas Durango,
quien, con su ornato, infundió en sus estudiantes tantas virtudes.

 

 

“Los hombres forman para sí ambientes a su imagen y semejanza,
ambientes en los que se reflejan sus costumbres y su civilización.
Pero lo recíproco también es verdadero, en gran medida.
Los ambientes forman a su imagen y semejanza a los hombres,
las costumbres, las civilizaciones”.

 

Plinio Corrêa de Oliveira, pensador brasileño.

“Mi misión es llevarle felicidad al mundo, a través del orden”.

 

Marie Kondo, consultora, empresaria y escritora japonesa.

 

Los principales estudiosos de la ciencia del carácter o caracterología, concebida como aquella que se encarga de entender los elementos que configuran las notas esenciales de la manera de pensar, sentir y actuar de una determinada forma en las personas, afirman que uno de los factores que configuran el carácter de los seres humanos es el ambiente, del latín ambiens, al que define la RAE como eso “que rodea algo o a alguien como elemento de su entorno”, pero que, en perspectiva más científica, puede conceptualizarse como el espacio “donde el ser humano se va a ir formando, viviendo las diferentes etapas de su vida, la infancia, la adolescencia, la edad adulta y la vejez” (Segovia, 443).

Por consiguiente, en la educación moral del hombre, cobran una enorme importancia la pulcritud, la elegancia, el esplendor, la fineza y, sobre todo, el orden, pues estas cualidades marcan profundamente al alma humana, llamada a ser también un instrumento noble para Dios, como sugiere San Pablo, en una magistral comparación de la Segunda Epístola a Timoteo:

“Mas en verdad, el sólido fundamento de Dios se mantiene firme teniendo este sello: ‘Conoció el Señor a los que son suyos’ y ‘Aléjese de la iniquidad todo el que nombra el nombre del Señor’ (Núm 16, 5). Mas en una casa grande no hay solamente objetos de oro y de plata, sino también de madera y de barro, y de ellos unos son para usos honrosos; otros, para usos viles. Así, pues, si uno se purificare de esas cosas, será objeto destinado a usos honrosos, santificado y útil a su dueño, aparejado para toda obra buena”.

Timoteo 2, 19-21.

Una serie de Netflix causa furor por estos días y, precisamente, tiene al orden en el hogar como su temática central. “¡A ordenar con Marie Kondo!”, desarrolla, en diferentes capítulos y con distintas familias, procesos de organización y limpieza que dan un nuevo aspecto a los espacios en los que estas viven, además de contribuir, notablemente, en la relaciones de sus miembros y en la dinámica de su vida cotidiana, confirmando una verdad que la tradición de la formación católica ha incluido siempre como uno de los puntos más importantes en la vida y el testimonio de quien se profese seguidor de Jesucristo, aquel que, después de resucitar, dejó “el sudario, que había estado sobre su cabeza, no por el suelo con los lienzos, sino plegado en un lugar aparte” (Jn. 20,7). Algunas traducciones de la Sagrada Escritura señalan, a partir de la expresión latina involutum, que El Señor Jesús dejó el sudario envuelto, arrollado o enrollado.

Como modelo y prototipo de todas las excelencias morales, incluso de las más desapercibidas o secundarias, El Señor fue, durante su vida terrena, un ejemplo y paradigma del ornato (ornatus), una de las partes o aspectos de la modestia (modestiam), virtud secundaria y potencial de la templanza, virtud cardinal. Con el fin de aclarar estas nociones, Santo Tomás de Aquino indica que dentro de la modestia se incluye todo lo que se refiere a la moderación de los movimientos corporales y de las cosas exteriores y, el ornato, particularmente, se encarga de la decencia (decentiam), la cual se define en castellano como aseo, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa (Suma de Teología II-II. c. 143. art. 1. sol.).

Una labor tan elogiosa como la de Marie Kondo, autora de varios libros, entre los que se cuentan La magia del orden y La felicidad después del orden, tiene un eminentísimo valor en vistas a lo que Santo Tomás de Aquino y otros grandes pensadores de la historia occidental llamaron connaturalidad. El Doctor Angélico explica esta noción por medio de un ejemplo, en referencia al juicio del hombre sabio:

“Como hay dos modos de juzgar, la sabiduría debe ser entendida de dos modos también. Uno de los modos es si el que juzga tiene tendencia a algo. Por ejemplo, el virtuoso juzgará rectamente todo lo que se refiera a lo virtuoso, pues él tiende a ello”.

(ST I, c. 1. art. 6. resp. 3).

Es más fácil entender en qué consiste determinada virtud, las razones para practicarla, así como tener la capacidad de integrarla a su personalidad, para un hombre que ha sido formado en un ambiente que tiene como nota distintiva esa virtud. La modestia, en su connotación particular de ornato, tiene el potencial de inducir a las personas, por vía de connaturalidad, a las demás virtudes subordinadas a la templanza. No gratuitamente se habla de “poner orden en la vida” y de la castidad, otra virtud secundaria de la templanza, como “pureza”. Muchos, sino todos los autores espirituales, coinciden en que uno de los medios concretos para cultivar la castidad es tener siempre limpios y ordenados los lugares en los que la persona desarrolla sus actividades y los utensilios de los que se sirve en su diario vivir. Sobre este tópico trascendental, Monseñor Tihamér Tóth señala:

“Es cosa que espanta ver cómo muchos jóvenes que en sus años jóvenes inspiraron las más risueñas esperanzas, se desviaron más tarde y marcharon por el camino del pecado, porque empezaron a descuidarse en las cosas pequeñas y tomarse demasiadas libertades. También estos muchachos alcanzan su completo desarrollo, también se hacen hombres; pero no son sino caricaturas del hombre verdadero; se parecen a aquellas grotescas figuras de hombres que los niños hacen con la nieve, las cuales, mirándolas con un poco de benevolencia, guardan cierta semejanza con el hombre: tiene ojos, boca, un gorro de papel en la cabeza; sólo les falta carácter y voluntad.

Al ver la mesa de trabajo o el cuarto de algunos estudiantes exclamo espantado: ¡Dios mío! Si habrá el mismo desorden en el alma de este joven… Un cepillo para los zapatos y el diccionario latino, una pelota de fútbol y el cuaderno de matemáticas, botones rotos y una regla, un mendrugo de pan y un dentífrico; todo en ‘poético’ desorden, esparcido por doquier

Pon orden en tu mesa, en tu armario, en tu cuarto. En primer lugar, el orden exterior no es tan sólo manifestación de la armonía interior, sino que es su instrumento auxiliar; quien siempre tiene en orden sus cosas ordenará con más facilidad sus pensamientos” (51-52).

En el capítulo 1 de la serie, titulado ¡A ordenar con niños!, Kevin, protagonista junto con su esposa Rachel, afirma, después de haber aplicado el método KonMari para resolver problemas en su relación conyugal:

“Rachel y yo somos –¡Esto me da escalofrío!–, más felices, nos sentimos más tranquilos, como si hubiera menos tensión. Cuando hacemos cosas en la cocina o cuando lavamos la ropa estamos hablando, conversamos sobre nuestro día, ya no es algo que nos quita la vida, es algo que aporta a nuestra vida ahora”.

Por su parte, Marie Kondo, en referencia al duelo de la señora Margie Hodges, en el capítulo 5: Chispazos de alegría en medio del dolor, sugiere:

“Al ordenar, a veces se puede aliviar el dolor del pasado, o, incluso, empezar a pensar en el futuro de una manera más positiva. Una vez que hayamos terminado, tengo mucha fe en que la vida de Margie despertará mucha más felicidad”.

La nueva serie de Netflix tiene, entre sus muchos méritos, el de recordar que la virtud moral pasa por el orden y la pulcritud de los ambientes, invitando al espectador a un examen de conciencia que comienza por dos preguntas:

  • ¿No comenzará mi desorden vital y espiritual por un desorden físico y espacial?
  • ¿Qué me hace falta ordenar en mi ambiente, para ordenar, de la misma manera, mi alma?

 

Bibliografía

Corrêa de Oliveira, Plinio. “Ambientes y formación moral”. Tesoros de la Fe No. 208. Abril de 2019 p. 20.

De Aquino, Santo Tomás. Suma de Teología I. Parte I. Trad. José Martorell Capó. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.

De Aquino, Santo Tomás. Suma de Teología IV. Parte II-II (b). Trad. Manuel Morán Flecha, Jesús Hernando Franco, Ángel Martínez Casado, Luciano Gómez Becerro. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994.

Diccionario Ilustrado Latino-Español. Español-Latino Vox. Barcelona: Larousse, 2011.

Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo y griego. Trad. José María Bover y Francisco Cantera Burgos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1957.

Segovia de Arana, José María. Constitución, ambiente y personalidad. Conferencia pronunciada en la Academia Nacional de Medicina de España en sesión del día 11 de marzo de 2008. Disponible en: //www.racmyp.es/R/racmyp//docs/anales/A85/A85-21.pdf

Tóth, Tihamér. Joven, así debes ser. Selección ordenada por Antonio Sancho, Magistral de Mallorca.

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