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[N. de R.: Esta nota ha sido escrita por otra persona para Razón más Fe. El redactor la ha enriquecido en la redacción y otros elementos].
La vida humana es sagrada desde el momento de la concepción. Los avances en ultrasonido nos permiten ver el milagro de la vida en el vientre materno.
Cada bebé por nacer es una persona única e irrepetible, creada a imagen y semejanza de Dios. Ahora, gracias a la tecnología, es posible captar lo que esto significa, al haberse podido grabar –hace apenas algunos años– el deslumbrante destello que se produce justo en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide.
Los padres que esperan un hijo sufren, ya sea por la expectativa, o por el hecho de enterarse de que su bebé tiene una alguna enfermedad que puede ser grave o mortal. Sin embargo, optar por el aborto nunca es la respuesta. Existen alternativas compasivas que respetan tanto la vida del niño como la dignidad de la madre.
Los médicos están obligados por su juramento hipocrático a no provocar abortos. Cuando se detecta cáncer u otra enfermedad grave en una mujer embarazada, se debe buscar el tratamiento que cure a la madre sin dañar al bebé. Gracias a los avances de la medicina perinatal, hoy es posible salvarlos a ambos.
La cultura de la vida siempre encontrará caminos para proteger a las dos pacientes. No hay motivos que justifiquen quitarnos el derecho humano fundamental: el derecho a vivir.