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Un incidente potencialmente fatal en Queensland, Australia, ha encendido las alarmas sobre los protocolos de seguridad en las unidades de muerte asistida, después de que un hombre casi pierde la vida al ingerir accidentalmente los medicamentos letales destinados al suicidio asistido de su pareja.
El suceso, ocurrido en la unidad de muerte voluntaria asistida (VAD) del Hospital Universitario Gold Coast, requirió la administración urgente de Naloxona para salvar la vida del individuo. Según reportes de la Corporación Australiana de Radiodifusión (ABC), el incidente podría estar relacionado con la conducta inapropiada de un trabajador de la salud, quien presuntamente consumió bebidas alcohólicas con la pareja antes del procedimiento programado.
Este alarmante caso no es un hecho aislado en Queensland. En 2023, se registró un incidente similar cuando un hombre ingirió medicamentos de suicidio asistido destinados a su esposa, quien había fallecido en el hospital antes de poder utilizarlos. La falta de seguimiento de estos fármacos letales permitió que el viudo tuviera acceso a ellos sin supervisión.
El forense de Queensland, David O’Connor, había advertido sobre estos riesgos cuando se legalizó el suicidio asistido en la región, calificando la legislación como «una ley mal considerada». Tras investigar la muerte accidental de 2023, O’Connor señaló que la normativa es «inadecuada para garantizar la seguridad de los medicamentos y prevenir el uso indebido deliberado», destacando que los problemas surgieron apenas 107 días después de su implementación.
«Se avecina más calamidad y angustia para padres y familias si nada cambia», advirtió O’Connor, criticando específicamente la facilidad con que alguien puede ser designado como «persona de contacto», responsable de reportar la muerte del paciente y eliminar los medicamentos. «Simplemente no hay controles ni investigaciones sobre la idoneidad de la persona de contacto para el cargo. En la investigación se admitió que se requieren más controles de identidad para ingresar a un club nocturno en Brisbane que para convertirse en persona de contacto».
La problemática trasciende las fronteras australianas. En Norteamérica, un caso presentado en el Congreso Clínico de Toxicología documentó cómo un hombre de 37 años requirió atención de emergencia tras beber de una mezcla eutanásica destinada a un amigo. En otro incidente, reportado por el Journal of Emergency Medical Services, un familiar de mediana edad probó la medicación de suicidio asistido de un anciano, resultando ambos inconscientes y con dificultades respiratorias.
Los datos estadísticos revelan un preocupante vacío en el seguimiento de estos medicamentos letales. En Washington, de 400 prescripciones emitidas en 2021, solo se registraron 291 muertes. El destino de los medicamentos no utilizados permanece desconocido, planteando serios riesgos de consumo accidental, transferencia intencional o uso por personas suicidas sin que exista registro alguno.
Desde la perspectiva de la Iglesia Católica, el suicidio asistido constituye una violación grave de la ley divina. El Catecismo de la Iglesia Católica establece que «la eutanasia directa, es decir, la que causa deliberadamente la muerte, es moralmente inaceptable» (CIC 2277). La Iglesia enfatiza que el sufrimiento humano tiene un valor redentor y que la vida, desde su concepción hasta la muerte natural, debe ser protegida y respetada como un don sagrado de Dios.
Fuente: Australian man nearly killed by partner’s assisted suicide drugs