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Nuevo libro del teólogo Daniel Bogner aboga por una ética sexual basada en la autonomía personal, alejada de normas religiosas.
Provoca polémica entre moralistas católicos.
Daniel Bogner, conocido teólogo moral alemán, acaba de publicar un polémico libro titulado «El amor no puede fallar» (Herder, 2024), en el que plantea una renovada «ética del deseo» que busca «adaptar la moral sexual católica al siglo XXI».
En varias entrevistas recientes, Bogner critica los intentos históricos de la Iglesia por «regular y controlar la sexualidad», argumentando que esto ha fracasado. Plantea entonces la necesidad de una nueva perspectiva, más acorde a la «realidad» de las relaciones íntimas hoy en día.
Sin embargo, su propuesta adolece de serios problemas. Como señala el también teólogo Bernhard Meuser en un lúcido análisis, el enfoque de Bogner parte de premisas equivocadas, ignora fundamentos bíblicos y tradicionales, y su «ética de la relación» conduce a un relativismo inaceptable.
Meuser objeta que las normas morales sobre sexualidad no surgieron principalmente del capricho eclesiástico, sino que tienen su origen en las Sagradas Escrituras y en el mensaje ético de Jesús. Además, todas las culturas a lo largo de la historia han sentido la necesidad de establecer ciertos límites en este ámbito.
También refuta la idea de que las necesidades individuales deben ser el criterio principal. El amor y el deseo conciernen siempre a otra persona, no sólo a uno mismo. Requieren por tanto de la brújula ética para evitar el abuso y la instrumentalización.
Asimismo, advierte sobre los peligros de centrarse sólo en la «relación». Este concepto difuso invisibiliza exigencias morales concretas y conduce a un subjetivismo donde «todo está permitido».
En definitiva, la «nueva moral sexual» que plantea Bogner representa un esfuerzo vano de homologar visiones contrapuestas. Quiere legitimar comportamientos que el cristianismo no avala, amparándose en una supuesta «realidad» que en verdad emana de presupuestos ajenos a la fe.
Como concluye Meuser, la Iglesia no puede claudicar ante planteamientos que parten de premisas equivocadas en lo antropológico y lo teológico. El camino para una auténtica renovación ética es volver a las fuentes, no adaptarse acríticamente a la mentalidad dominante.