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Tener hijos no dañará el planeta
La creencia de que traer niños al mundo representa una amenaza para el medio ambiente carece de fundamento científico y moral, según revela un análisis exhaustivo de los datos más recientes sobre emisiones de carbono y crecimiento poblacional.
Durante años, organizaciones ambientalistas y activistas climáticos han promovido un mensaje alarmista sobre los supuestos efectos “devastadores” del crecimiento poblacional. Esta narrativa ha calado tan profundo que, según estudios recientes, aproximadamente uno de cada cien adultos en edad reproductiva cita preocupaciones ambientales como razón principal para no tener hijos. Solo en el Reino Unido, esto significaría que alrededor de 700.000 personas renunciarían a la paternidad por motivos “ecológicos”.
Sin embargo, las proyecciones pesimistas sobre el impacto ambiental de la procreación se basan en datos obsoletos de cuando las emisiones per cápita eran significativamente más altas. Un estudio frecuentemente citado de Wynes & Nicholas (2017) fundamentó sus conclusiones en una investigación de 2009 que utilizaba datos de 2005, época en que las emisiones alcanzaron su punto máximo en el mundo desarrollado. Además, estos cálculos se basaron principalmente en tasas de emisión estadounidenses, que son considerablemente superiores a las europeas.
La metodología de estos estudios también ha sido cuestionada por incluir un “legado de carbono” que considera las emisiones de futuras generaciones, proyectadas según tasas de fertilidad que en realidad han disminuido significativamente desde entonces. Esta aproximación resulta especialmente problemática al intentar predecir condiciones ambientales y sociales a largo plazo.
Un estudio revolucionario publicado en 2023 integró por primera vez las tendencias decrecientes en emisiones de carbono al cálculo del costo ambiental de la procreación. Sus hallazgos son sorprendentes: incluso bajo pronósticos pesimistas de reducción de emisiones, alcanzar una tasa de fertilidad de reemplazo solo aumentaría el calentamiento global en 0.05 grados Celsius para el año 2200.
Esta dramática diferencia se explica por varios factores. Las emisiones europeas continúan disminuyendo mientras las tecnologías alternativas mejoran constantemente. Si bien los hidrocarburos siguen siendo cruciales para la prosperidad actual, innovaciones como hornos de arco eléctrico más eficientes, baterías de mayor duración para vehículos eléctricos y nuevos métodos de producción de fertilizantes están reduciendo gradualmente esta dependencia.
Además, el impacto demográfico de un aumento en la tasa de fertilidad es gradual. Se requieren aproximadamente 15 años para crear una nueva generación con fertilidad de reemplazo y otros 20 años para que alcancen la edad adulta. Durante este período, las emisiones de carbono continuarán disminuyendo significativamente.
La evidencia más reciente sugiere que el efecto marginal de una mayor tasa de fertilidad en Europa sobre el calentamiento global a largo plazo es prácticamente insignificante. Alcanzar la fertilidad de reemplazo en el continente no determinará si enfrentamos una catástrofe climática. Por tanto, quienes intentan salvar el planeta teniendo menos hijos están, lamentablemente, mal informados.
Considerando que tener más hijos ya no implica un costo significativo en términos de carbono y que, además, ayuda a abordar el problema del envejecimiento poblacional, la procreación representa un beneficio social indiscutible. Continuar difundiendo información incorrecta sobre sus efectos ambientales solo disuade a personas que desean ser padres para dejar de cumplir sus aspiraciones familiares.
La decisión de tener hijos puede transformar positivamente la vida de los padres y dar el regalo de la existencia a nuevos seres humanos, sin comprometer realmente el futuro del planeta.
Fuente: Having kids won’t hurt the planet | Peter R. Brookes | The Critic Magazine