A cada uno, de manera personal, un cálido y cordial saludo con motivo de este hermoso tiempo de Navidad y la expectativa por el Año Nuevo que siempre esperamos sea “feliz y próspero”.
No obstante, cada año –como hijo que es del tiempo y de su devenir–, depara realidades que, aunque vienen con él, no son de él, sino propias de la existencia de “esta pobre humanidad agobiada y doliente”.
Precisamente, para superar ese estado de contingencia, Dios nos ha enviado y entregado a Su Hijo, Emmanuel, Dios con nosotros, física y espiritualmente presente en la Sagrada Comunión que recibimos. Y el único requisito para avanzar hacia la plenitud es La Gracia.
No nos engañemos: Sin Jesús no hay Navidad, y cualquier otra alusión a “una fiesta” –así, de manera genérica, como hacen los canales de TV o los noticieros– no será más que ruido y un triste remedo de la verdadera Felicidad y Gozo que sólo en Él podemos encontrar, alcanzar y disfrutar.
Recíbelo auténticamente, Sacramentalmente, y verás cómo lo que aquí te expreso como un noble deseo, tomará forma, vida y crecerá en ti como la más sublime y plena realidad.
El Señor que nace, que vive entre nosotros y que un día volverá en plenitud de Majestad y de Gloria, te guarde y te bendiga, te vea con agrado, ilumine su Rostro sobre ti y te conceda su Luz, su Gracia, su Amor, su Favor y Su Santa Bendición.
