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Médicos proponen redefinir la muerte para aumentar donación de órganos
Un polémico artículo de opinión publicado en The New York Times ha generado intenso debate en la comunidad médica y bioética. Tres especialistas –un cardiólogo y dos directores de trasplantes cardíacos– argumentan que es necesario flexibilizar los criterios para declarar la muerte de un paciente con el fin de incrementar la disponibilidad de órganos para trasplantes.
Actualmente existen dos formas establecidas para certificar el fallecimiento de una persona: la muerte circulatoria, cuando el corazón deja de latir y el organismo cesa sus funciones vitales; y la muerte cerebral, cuando el cerebro deja de funcionar aunque otros órganos continúen activos. En ambos casos, se requiere un período de espera antes de proceder a la extracción de órganos.
Algunas personas argumentan que estos tiempos de espera pueden hacer que los órganos se vuelvan inviables para trasplante. Como alternativa, proponen una nueva técnica llamada perfusión regional normotérmica (NRP), que permite restaurar temporalmente la circulación a todos los órganos del cuerpo excepto el cerebro, específicamente para fines de donación.
Sin embargo, esta propuesta genera preocupación entre organizaciones provida como Texas Right to Life, que advierten sobre los riesgos poco conocidos de ser donante de órganos. El diagnóstico de muerte cerebral, desarrollado precisamente para obtener más órganos viables, presenta variaciones significativas entre hospitales al no existir protocolos universales.
«La mayoría de hospitales realizan una sola prueba junto a la cama o un examen físico que busca reflejos motores como los pupilares, corneales y faríngeos«, explica el informe. Aunque se pueden solicitar pruebas adicionales, estas quedan a discreción del médico tratante.
Casos documentados demuestran las potenciales fallas en estos diagnósticos. Pacientes como TJ Hoover y Jenny Haman fueron declarados con muerte cerebral pero posteriormente despertaron y se recuperaron completamente. Incluso bioéticos favorables a la eutanasia han expresado preocupación por la falta de uniformidad en los criterios diagnósticos.
Una vez declarada la muerte, el paciente y su familia pierden todos los derechos sobre decisiones médicas. «Si vamos a declarar muerta a una persona, ¿no deberíamos estar completamente seguros de que realmente lo está?», cuestiona el texto. Esta incertidumbre puede tener consecuencias devastadoras, especialmente para quienes portan el símbolo de donante en su licencia de conducir.
Texas Right to Life advierte que han observado casos donde hospitales y médicos apresuran conclusiones para obtener órganos, ignorando el valor de pacientes con lesiones cerebrales o discapacidades. «La muerte cerebral no es infalible. Por siglos, la muerte circulatoria -el cese irreversible del corazón- ha sido el verdadero estándar», sostienen.
La organización provida recomienda a las personas considerar retirarse del registro de donantes para garantizar que sus familias puedan abogar por ellos ante un diagnóstico de muerte cerebral. Aunque esto no impide donar órganos posteriormente si así lo desean, otorga mayor control sobre las decisiones médicas en situaciones críticas.
Posición de la Iglesia Católica: El Catecismo establece que la donación de órganos es un acto noble y meritorio, coherente con la caridad cristiana. Sin embargo, enfatiza que debe realizarse con pleno consentimiento del donante o sus representantes legítimos, respetando criterios éticos rigurosos para determinar la muerte y sin comprometer la dignidad de la persona humana.
Fuente: Doctor Wants to Redefine Death So Hospitals Can Harvest More Organs