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Un importante análisis médico del Colegio Americano de Pediatras (ACPeds) ha revelado evidencia científica que demuestra que los bebés no nacidos pueden sentir dolor desde etapas muy tempranas del embarazo, lo que representa un hito significativo en la comprensión del desarrollo embrionario humano.
La investigación, plasmada en el documento «Dolor Fetal: ¿Cuál es la Evidencia Científica?», realiza una exhaustiva revisión de la literatura científica sobre la experiencia del dolor en bebés no nacidos y neonatos, marcando un punto de inflexión en el debate sobre el desarrollo prenatal.
Hasta finales de los años 80, la atención médica estándar para recién nacidos se basaba en el consenso de que los neonatos no experimentaban dolor. Sin embargo, un estudio pionero publicado en 1987 en el New England Journal of Medicine, titulado «El Dolor y sus Efectos en el Neonato y el Feto Humano», revolucionó esta perspectiva, llevando a una reevaluación de los protocolos médicos que favoreció la implementación de anestesia local y general durante procedimientos invasivos.
Un estudio posterior realizado en 1992 sobre cirugía cardíaca en recién nacidos reforzó dramáticamente estos hallazgos. La investigación comparó dos grupos de bebés con defectos cardíacos congénitos: uno recibió «anestesia ligera» y otro «anestesia profunda». Los resultados fueron contundentes: mientras que cuatro de los 15 bebés con anestesia ligera fallecieron antes del alta hospitalaria, los 30 que recibieron anestesia apropiada no solo sobrevivieron, sino que mostraron una recuperación significativamente mejor.
El análisis de ACPeds examina dos teorías principales sobre la percepción del dolor fetal. La primera se centra en la nocicepción, la reacción física a estímulos nocivos, como indicador de la capacidad de sentir dolor. La segunda, propuesta por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, sostiene que además de la nocicepción debe existir una «conciencia emocional y experiencial del dolor».
La conclusión del estudio indica que, según la primera definición, los bebés no nacidos pueden experimentar dolor desde las 12 semanas de gestación, o muy posiblemente antes, lo que hace imperativa la provisión de anestesia efectiva durante procedimientos médicos.
Particularmente significativo es el respaldo a estos hallazgos por parte del profesor británico Stuart Derbyshire, experto en dolor y anterior consultor de Planned Parenthood, quien había sostenido previamente que los no nacidos no sentían dolor hasta las 24 semanas. Derbyshire, como autor principal de un nuevo estudio, ahora confirma la capacidad de sentir dolor desde las 12 semanas de gestación.
El Colegio Americano de Pediatras concluye su declaración con una contundente crítica:
«El doble estándar de la medicina que reconoce la capacidad de sentir dolor en bebés prematuros deseados mientras la niega en bebés no nacidos no deseados de las mismas edades gestacionales es moralmente inadmisible».
Lo primero que comienza a desarrollarse de manera plenamente funcional en el embrión humano es el corazón. Estudios anteriores han demostrado su sensibilidad al dolor. Abortistas como Bernard Nathanson dejaron de serlo gracias al ultrasonido, con el que pudieron documentar mediante grabaciones de video cómo el bebé huía de los instrumentos empleados para el aborto, se resguardaba, buscaba protección. Esto produjo su convencimiento del daño que había hecho a cientos de miles de bebés, su arrepentimiento y conversión. De su testimonio y de estos hechos documentados, da cuenta en su famoso documental titulado “El Grito Silencioso”.
La posición oficial de la Iglesia Católica sobre este tema enfatiza la inviolabilidad de la vida humana desde la concepción. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción, considerando que todo procedimiento que cause dolor o daño al no nacido atenta contra su dignidad inherente como persona humana.