Si quieres recibir noticias de actualidad sobre la Cultura de la Vida, te invitamos a seguirnos en nuestro CANAL DE TELEGRAM haciendo clic AQUÍ.
Hungría marca un camino alternativo para Europa
El primer ministro húngaro Viktor Orbán presentó en 2018 su visión de «democracia cristiana» como contrapeso al globalismo dominante en Europa Occidental. Su propuesta se fundamenta en cinco pilares: la defensa de la cultura cristiana, la protección del modelo familiar tradicional, la salvaguarda de sectores económicos estratégicos, el control migratorio y la soberanía nacional en decisiones cruciales.
La constitución húngara de 2011 refleja esta visión al definir el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, proteger la vida desde la concepción y establecer que los vínculos familiares se basan en el matrimonio o la relación padres-hijos. «Hungría apoyará el compromiso de tener hijos», declara el texto constitucional.
Los resultados de estas políticas profamilia son notables: entre 2010 y 2021 se duplicó la tasa de matrimonios mientras que los divorcios se redujeron a la mitad. Si bien el aborto sigue siendo legal hasta las 12 semanas, su incidencia ha disminuido 50% desde 2003. Como señala Laurie Rose del Institute for Family Studies:
«La cultura promarital húngara parece lo suficientemente robusta para sobrevivir al aumento en la edad matrimonial y la reducción del divorcio».
El gobierno de Fidesz ha complementado estas medidas con restricciones a la agenda LGBTQ, prohibiendo en 2021 la promoción de «propaganda sexual» a menores y las manifestaciones del Orgullo por indecentes. Una enmienda constitucional de abril reforzó esta legislación y afirmó la existencia de dos sexos biológicos. Desde 2020 está prohibido el cambio legal de género.
Orbán, calvinista de la Iglesia Reformada de Hungría, aclara que ningún gobierno puede hacer cristiana a su población:
«La política democrática cristiana significa que deben protegerse las formas de vida que surgen de la cultura cristiana. Nuestro deber no es defender artículos de fe, sino las formas de ser que han surgido de ellos, incluyendo la dignidad humana, la familia y la nación».
La historiadora Mary Eberstadt, en su libro «How the West Really Lost God», argumenta que el colapso del cristianismo en Occidente fue catalizado por la revolución sexual de los años 60, más que por factores como la Ilustración o las guerras mundiales. «La atomización social y la implosión familiar que siguieron a la revolución sexual se han convertido en los principales motores de la secularización de nuestro tiempo«, sostiene.
Eberstadt explica que la vida familiar fomenta de manera natural la religiosidad: los padres buscan comunidades afines para criar a sus hijos y las experiencias fundamentales como nacimientos, muertes y sacrificio personal conducen a la búsqueda de marcos trascendentales de sentido. Al destruirse la familia tradicional, se quebró este vínculo vital.
El “experimento” húngaro de los últimos quince años, combinando políticas profamilia con resistencia a la revolución sexual, muestra resultados prometedores. Si esta trayectoria se mantiene, el modelo de «democracia cristiana» de Orbán podría convertirse en un referente para políticos conservadores de todo el continente europeo.