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El desorden civil está bastante extendido en el Reino Unido. Axel Muganwa Rudakubana, un joven de 17 años nacido en el Reino Unido de padres inmigrantes cristianos de Ruanda, mató a tres niñas jóvenes e hirió a otras en un ataque con cuchillo durante una clase de baile el 29 de julio. Sin embargo, su nombre no se reveló inicialmente al público porque era menor de 18 años, lo que llevó a especulaciones de que era un inmigrante musulmán o un solicitante de asilo. Esta especulación desató violentos disturbios contra la inmigración y contraprotestas igualmente intensas en todo el país. Ahora, más de 1.000 personas han sido arrestadas en relación con los disturbios, con cargos que van desde desorden violento hasta otros delitos relacionados con el habla.
La respuesta de las fuerzas del orden al caos ha renovado las afirmaciones de «aplicación de la ley de dos niveles», la idea en el Reino Unido de que la policía trata a la derecha con más severidad que a otros grupos. Según los principales medios de comunicación británicos, la aplicación de la ley de dos niveles es una «teoría de la conspiración de extrema derecha», un «mito», un «tópico» y una noción «risible», a pesar de que tales publicaciones condenaron previamente a la fuerza policial como irremediablemente sesgada de otras maneras. A pesar de la narrativa de los medios, los británicos creen cada vez más que existe una «aplicación de la ley de dos niveles»: una encuesta reciente de YouGov en Gran Bretaña descubrió que un tercio de los encuestados cree que «los de extrema derecha» son tratados con más severidad por la policía, mientras que más del 20 por ciento dijo que los «activistas climáticos» y «los de extrema izquierda» son tratados con más indulgencia. Pero independientemente de si existe o no una aplicación de la ley de dos niveles que apunte a las personas de derecha, la evidencia sugiere abrumadoramente un poder judicial de dos niveles en el Reino Unido, en el que el discurso o la protesta considerados peligrosos se castigan con dureza, mientras que otro comportamiento conlleva sentencias similares a un tiempo fuera del patio de recreo.
Los mismos jueces que condenan a los alborotadores a pasar un tiempo entre rejas, recetan sol y un estilo de vida al aire libre a otros delincuentes. Este mes, por ejemplo, el juez Mark Bury condenó a tres hombres a más de dos años de prisión cada uno por desorden violento en un disturbio contra la inmigración. Sin embargo, hace apenas unas semanas, el juez Bury aconsejó a Simon Pritchett, que poseía varios cientos de imágenes indecentes de niños, que «saliera más» porque «lo que ha estado haciendo durante un período de 18 meses es descargar y retener imágenes indecentes de niños e imágenes de pornografía extrema». En lugar de condenar a Pritchett a prisión, Bury sugirió que «respirara aire fresco y conociera gente». Después de todo, Pritchett vivía en una ciudad costera.
El poder judicial también está castigando severamente a aquellos cuya conducta y discurso podrían haber facilitado los disturbios. El juez Benedict Kelleher, por ejemplo, condenó a David Spring a 18 meses de prisión por gestos amenazantes hacia la policía y unirse a los cánticos de «quién carajo es Alá». Kelleher le dijo a Spring que «lo que hizo podría y parece que alentó a otros a participar en desórdenes», y merecía un castigo para disuadir a otros de una conducta similar. Sin embargo, este mismo mes, ese mismo juez dio a Ozzie Cush solo una detención de 46 semanas por agredir a un agente de policía en una manifestación. Cush ya tenía dos condenas previas relacionadas con daños criminales. En la corte de Kelleher, parece que el discurso blasfemo y los gestos amenazantes hacia la policía merecen más castigo que los ataques físicos reales contra ellos.
Uno no necesita asistir a una protesta en el Reino Unido para estar asociado con los disturbios porque ahora todo el discurso en línea, incluidos los pequeños pictogramas, se juzga en las circunstancias actuales de desorden civil. El juez John Temperley envió a Billy Thompson a prisión durante doce semanas por publicar un comentario en Facebook que decía «bastardos inmundos» con los emojis de una persona étnica y una pistola. Temperley sospechaba «un elemento racial en los mensajes y la publicación de estos emojis» y declaró que «me temo que este delito tiene que ser visto en el contexto de los disturbios civiles actuales«. Aparentemente, a Temperley le preocupan los pictogramas ofensivos, pero no las imágenes ilegales: en 2022, Temperley no dio tiempo de prisión a Christopher Emmens, quien se declaró culpable de cinco delitos relacionados con 46 imágenes indecentes de niños. Quizás esas imágenes ilegales habrían justificado la cárcel si Temperley hubiera detectado un «elemento racial».
El poder judicial del Reino Unido considera que el discurso en línea es peor si la cuenta no tiene configuraciones de privacidad estrictas. Jordan Parlour escribió en Facebook que «Cada hombre y su perro deberían estar destrozando el maldito hotel Britannia», dirigido a una ubicación que albergaba aproximadamente 200 migrantes. (La cadena tiene más de 60 hoteles en todo el país y ha registrado una ganancia de casi £40 millones a través del programa de vivienda para solicitantes de asilo del gobierno). El juez Guy Kearl le dijo a Parlour: «Aunque… no tenías intención de llevar a cabo ningún acto de violencia, no cabe duda de que estabas incitando a otros a hacerlo, de lo contrario, ¿por qué publicar el comentario?«. Continuó diciendo que, a pesar de que la publicación inicial solo recibió seis me gusta, «se envió a tus 1500 amigos de Facebook y debido a tu falta de configuración de privacidad se habrá reenviado a amigos de tus amigos». Por lo tanto, los mensajes «se extendieron ampliamente, lo cual era claramente tu intención». Kearl condenó a Parlour a 20 meses de prisión. Al juez Kearl, al parecer, le preocupa que los comentarios se compartan con amigos de Facebook, pero en gran medida no le molestan los contenidos de pornografía infantil descargados: en 2011, impuso solo una condena de prisión de seis meses a un hombre que poseía más de 8.000 imágenes indecentes de niños.
Incluso el discurso en línea en entornos relativamente privados lleva a los jueces del Reino Unido a imponer penas de prisión si ese discurso se codifica como de extrema derecha. Mientras tanto, no se da tal trato al discurso en protestas de izquierda. En 2022, el juez Tan Ikram envió a James Watts a prisión durante 20 semanas después de que Watt enviara memes burlándose de George Floyd a un chat grupal. Más tarde, Ikram no impuso ningún castigo a tres mujeres que fueron acusadas en virtud de la Ley Antiterrorista por asistir a una protesta pro-palestina mientras vestían chaquetas que tenían imágenes de parapentes inspirados en Hamas, a pesar de que todas fueron declaradas culpables. (Quizás no sorprendentemente, Ikram fue sorprendido dando me gusta a una publicación de LinkedIn que pedía un «Palestina libre»).
Los jueces imponen sentencias severas a los delincuentes por simpatía hacia el trauma duradero de sus víctimas, siempre que dicho trauma se derive del discurso racista, no de la mala conducta sexual. El juez Rupert Lowe, por ejemplo, condenó a Ryan Ferguson a nueve meses de cárcel por abuso racial agravado debido a los comentarios que gritó a un jugador de fútbol. Sin embargo, Lowe no dio tiempo de cárcel a Nicholas Chapman, un médico que en repetidas ocasiones puso su semen en el café y se lo dio a una mujer. Chapman alegó tener una afección médica que le causaba eyacular rutinariamente al usar el baño, y que su semen terminó en las bebidas porque no se lavó bien las manos, una defensa que Lowe calificó de «implausible». Sin embargo, Lowe le dijo a Chapman en el curso de su leve condena que «eres un profesional inteligente de buen carácter anterior con buenas referencias». (La víctima no ofreció una referencia positiva; en cambio, declaró: «Tengo que aceptar que el trauma mental y emocional que he sufrido a lo largo de esto siempre permanecerá conmigo de alguna manera»).
En Gran Bretaña, parece que los animales tienen más derechos que las mujeres y los niños. El juez Michael Stokes dio una condena de prisión de doce meses a Keith Littlewood, un granjero que admitió problemas de higiene y crueldad animal, diciéndole que «Ha traicionado ese deber hacia sus propios animales»… Pero no condenó a prisión a otros por razones verdaderamente graves, que sí constituyen delitos agravados.
Y así continúa la lista. El problema, arraigado y manifiesto de esta manera en la Gran Bretaña, subyace en potencia y de manera latente en muchas otras naciones en donde la prevalencia de una forma de pensamiento propio de las sociedades posmodernas condena a sus nacionales y habitantes al absurdo de un subjetivismo, de una híper sensibilidad hacia cuestiones superficiales y, con ello, a la pérdida de la sindéresis, de la ponderación, del sentido común. Y con este tipo de sujetos accediendo a la política y a las instancias de poder, el panorama que se abre a nuestros ojos no se ve muy alentador.
Fuente: UK Riots Show Expose Two-Tier Policing and a Two-Tier Judiciary | National Review
