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La fecundación in vitro (FIV) ha emergido como una tecnología supuestamente transformadora que está ‘redefiniendo’ los límites de la reproducción humana, marcando el inicio de lo que algunos expertos denominan la «Revolución Industrial Humana».
Este avance biotecnológico, que inicialmente surgió como una solución para parejas con dificultades reproductivas, hoy trasciende su propósito original, ya bastante cuestionado éticamente, planteando además profundos interrogantes sobre “el futuro” de la procreación y sus consecuencias inmediatas.
En un contexto global caracterizado por crecientes desigualdades socioeconómicas, la FIV se presenta como una tecnología capaz de «manufacturar» seres humanos a escala y bajo pedido específico. Esta capacidad de producción controlada de vida humana evoca paralelismos inquietantes con los procesos industriales que transformaron la fabricación de bienes materiales en siglos anteriores.
La industrialización de la reproducción humana mediante la FIV ha generado un mercado global en expansión. Según datos recientes de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE), más de 8 millones de bebés han nacido mediante técnicas de reproducción asistida desde el nacimiento de Louise Brown, el primer «bebé probeta», en 1978. Las estadísticas indican un crecimiento anual sostenido del 5-10% en el número de procedimientos de FIV realizados globalmente.
El aspecto más controvertido de esta revolución reproductiva es la posibilidad de selección y modificación genética de embriones. La tecnología actual permite examinar embriones para detectar enfermedades genéticas y seleccionar características específicas, lo que plantea dilemas éticos sobre los límites de la intervención humana en la creación de vida.
La comercialización de la reproducción asistida ha creado un mercado internacional de gametos y “servicios reproductivos”. Los bancos de esperma y óvulos, las madres sustitutas y las clínicas especializadas forman parte de una industria multimillonaria que genera más de 25.000 millones de dólares anuales a nivel global, según informes del Market Research Future (MRFR).
La disparidad en el acceso a estas tecnologías reproductivas amplía la brecha entre diferentes grupos socioeconómicos. Mientras que en países desarrollados los tratamientos de FIV pueden estar cubiertos por seguros médicos, en muchas regiones del mundo siguen siendo un privilegio reservado para quienes pueden permitirse su elevado costo, que puede oscilar entre 12.000 y 25.000 dólares por ciclo.
El impacto psicosocial de la FIV también merece atención. Los estudios indican que las parejas que se someten a tratamientos de fertilidad experimentan niveles significativos de estrés emocional y financiero. La presión por el éxito del procedimiento, combinada con las expectativas sociales y familiares, puede tener efectos duraderos en la salud mental de los participantes.
La regulación de estas tecnologías varía considerablemente entre países, creando un mosaico legal que ha dado lugar al «turismo reproductivo». Miles de personas viajan anualmente a jurisdicciones con normativas más permisivas o costos más accesibles para acceder a tratamientos de reproducción asistida.
No obstante todo lo anterior, los interrogantes éticos –que son los realmente humanos e importantes– prevalecen por sobre la ‘brecha económica’ mundial.
Fuente: In Vitro Fertilization (IVF) and the Human Industrial Revolution