Si quieres recibir noticias de actualidad sobre la Cultura de la Vida, te invitamos a seguirnos en nuestro CANAL DE TELEGRAM haciendo clic AQUÍ.
La situación en el Centro de Detención Juvenil Cesare Beccaria, ubicado en las afueras de Milán, ha encendido las alarmas entre las autoridades italianas. Con una capacidad máxima de 70 personas, pero habitualmente sobrepoblado, el centro alberga actualmente a 80 detenidos, de los cuales entre el 70% y el 90% son menores extranjeros no acompañados, según revela el capellán católico de la institución.
Lo más preocupante del panorama es que estos jóvenes delincuentes, cuya edad de inicio en actividades criminales es cada vez menor, son prácticamente todos musulmanes, provenientes principalmente de Egipto, Túnez y Marruecos. Se caracterizan por tener escasa educación formal y socialización, desarrollando lo que las autoridades describen como un estilo de vida «predatorio» y nómada.
De acuerdo con Il Giornale, los detenidos, todos varones, fueron arrestados principalmente por robos, tráfico de drogas y delitos violentos. El Padre Claudio Burgio, capellán del centro, señala un cambio radical en los «proyectos migratorios» de los jóvenes musulmanes que llegan a Italia. Mientras que anteriormente la mayoría aspiraba a estudiar, trabajar e integrarse en la sociedad italiana, actualmente estos jóvenes solo se interesan por ganar dinero por cualquier medio posible, «no tienen ética y no les importan las consecuencias» de sus acciones. Comparten, además, un elemento común: el desprecio hacia Occidente.
El capellán también destacó en declaraciones al portal Vita que aquellos que son liberados continúan delinquiendo y regresan al centro dos o tres veces, mientras otros se trasladan a países como España o Francia, donde operan de manera independiente o, más frecuentemente, como miembros de bandas criminales. Este patrón se repite en las instalaciones de detención de todas las principales ciudades del norte de Italia.
La criminalidad no es la única preocupación respecto a estos menores extranjeros. Las autoridades italianas son conscientes de que los centros de detención juvenil como el de Milán son terreno fértil para la radicalización. Il Giornale advierte que «basta con que [aquellos que aún no están radicalizados] se encuentren con un ‘hermano’ más seguro y asertivo en prisión para fomentar su resentimiento, y es fácil que adopten ideas extremas y transformen su fe religiosa en fanatismo«.
Para abordar esta problemática, el centro de detención, la Diócesis de Milán, el Tribunal de Menores, el Ministerio del Interior y el Ministerio de Justicia han acordado nombrar a un imán para la institución. Abdullah Tchina, de 58 años y anterior imán de la comunidad islámica de Sesto San Giovanni, comenzará sus funciones en septiembre. Se le considera una figura moderada capaz de ayudar a aplacar el odio y prevenir el fanatismo que conduce a actos terroristas.
Sin embargo, la decisión ha generado controversia. Muchos cuestionan si será suficiente para prevenir el extremismo «en una institución tipo gueto donde dos tercios de los internos son musulmanes». Riccardo De Corato, miembro del partido gobernante Fratelli d’Italia, ha criticado la medida y presentará una interpelación escrita al Ministro de Justicia Carlo Nordio, argumentando que «el imán empeorará la situación».
Según datos de la asociación Antigone, hay 148 imanes activos en prisiones italianas, aunque no todos están oficialmente acreditados, ya que la mayoría son voluntarios. El cambio en Beccaria podría oficializar este rol en otros centros de detención juvenil italianos. Esto plantea un desafío adicional, como señala Il Giornale: ¿cómo pueden las autoridades evitar «reclutar figuras que luego degeneren en proselitismo anti-occidental?» Una cuestión que requiere atención urgente y soluciones efectivas para garantizar la seguridad y la rehabilitación de estos jóvenes.