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Hospital canadiense somete a inanición a paciente discapacitado
Un caso que ha conmocionado a la comunidad médica y defensores de derechos humanos está desarrollándose en Canadá, donde Roger Foley, un hombre con discapacidad, está siendo sometido a lo que sus defensores describen como un proceso sistemático de inanición y maltrato institucional.
La situación ha generado especial preocupación debido a que el personal del hospital ha ofrecido a Foley la opción de «MAiD» (Medical Assistance in Dying), el programa canadiense de muerte asistida. Este caso ejemplifica una problemática más profunda en la atención sanitaria, donde el personal médico y de enfermería frecuentemente ejerce presión sobre pacientes discapacitados, una práctica que ahora encuentra un nuevo instrumento de opresión estructural en la legislación de muerte asistida.
La profesora Meghan Schrader, instructora en E4 – Universidad de Texas (Austin) y miembro de la junta directiva de EPC-USA, señala que esta situación refleja las consecuencias de un movimiento liderado por individuos privilegiados que están dispuestos a someter a las personas discapacitadas a nuevas formas de degradación y violencia.
En su análisis, Schrader cita el trabajo de Avovah Wittenberg Cox, quien argumenta que «Para los Baby Boomers acostumbrados a planificar y controlar muchas de las decisiones de la vida, desde cuándo tener hijos hasta qué tipo de leche tomar en su café, definir una buena muerte parece algo que pueden querer discutir con sus familias y decidir por sí mismos«. Esta perspectiva, según Schrader, revela el privilegio inherente en los defensores del MAiD.
La situación de Foley ha provocado una respuesta significativa de la comunidad internacional. Activistas y defensores de derechos humanos han iniciado una campaña solicitando su traslado inmediato y la garantía de una atención médica adecuada. El caso ha puesto de manifiesto los vacíos éticos y morales que rodean la implementación de programas de muerte asistida, especialmente cuando involucran a personas vulnerables o con discapacidades.
La autora reconoce la legitimidad del trauma de aquellos que han perdido seres queridos por suicidio debido a enfermedades terminales, pero cuestiona la expansión del MAiD más allá de estos casos. Argumenta que la planificación de la muerte no debería convertirse en un privilegio comparable a otras decisiones de estilo de vida.
Como propuesta provocadora, Schrader sugiere que los defensores del MAiD que no están sufriendo horriblemente deberían experimentar las condiciones que enfrentan pacientes como Foley: privación de alimentos, agua y necesidades básicas, sometidos a iluminación intensa que daña sus cuerpos, mientras son presionados para considerar el suicidio asistido.
Fuente: A Canadian Hospital is Slowly Starving a Disabled Man to Death