Por Christiane Waked.
La vida no ha sido fácil para mí estos últimos años, perdí a mi madre después de una larga lucha contra la enfermedad, perdí a mi amigo de la infancia en la explosión del puerto de Beirut, perdí todos los ahorros de mi vida y caí en una gran depresión.
A veces nos enfocamos en nuestras pérdidas y nos olvidamos de contar nuestras bendiciones. Tengo que recordarme todos los días que soy una sobreviviente de cáncer, que a pesar de que a los 26 años me diagnosticaron cáncer de riñón, hoy a los 44 sigo viva. A veces me pregunto por qué estoy viva y cuál es el significado de mi vida.
La semana pasada, escuché una de las predicaciones más emotivas de un sacerdote. Éramos en total 9 personas en la iglesia pero el Espíritu Santo estaba presente y hablando a través del sacerdote. Este último nos recordó cuál es el propósito de nuestra vida, el significado de nuestro ser. Salí de la iglesia sin preocuparme por ninguna de las pérdidas que sufrí pero llena de esperanza.
Me recordó que mi ser no necesita aprobación, éxito o dinero. Me recordó que fui amada en todo mi ser por Dios, que hay algo más grande que mi ser, que la muerte de mi madre no fue el final, que ella está con Jesús en el reino de Dios.
En este mundo como dijo el sacerdote muchos acreditan el sentido de su vida a los demás, esperamos que los demás nos amen, que nos reconozcan, es normal querer amar y ser amados pero no podemos poner nuestra felicidad en el manos de otros.
El sacerdote también dijo algo que realmente me sorprendió. Dijo que el significado de mi vida ni siquiera está relacionado con que yo sea sacerdote. El significado de mi vida es que pertenezco a Dios. Nuestra identidad no está relacionada con nuestro trabajo, podemos perderla en un instante. No somos nuestros trabajos, solo somos lo que somos al nacer, de Dios venimos y a Dios volvemos. El sacerdote también nos dio el ejemplo de un esposo que puso todo el sentido de su vida en manos de su esposa. Cuando este último lo dejó, ella creó tal herida en su ser que lo volvió loco y lo empujó a querer lastimarla a ella también matando a sus hijos. Este horrible acto demuestra que esta persona ni siquiera sabe lo que es el amor.
Siempre me sorprendió la historia de la familia cristiana libanesa que vive en Australia. La familia Abdallah perdió a tres hijos después de que un conductor ebrio los atropelló y los mató. Cualquier padre se hubiera vuelto loco después de esto, pero aquellos que son tocados por la gracia de Dios saben que este mundo es solo una ilusión y que cualquier cosa te puede ser arrebatada en cualquier momento.
El Sr. y la Sra. Abdallah conquistaron los corazones de la nación cuando decidieron perdonar al conductor ebrio que mató a sus hijos Antony, de 13 años, Angelina, de 12, y Sienna Abdallah, de ocho, y a su prima Veronique Sakr, de 11. Los cuatro niños, que caminaban para comprar un helado, murieron en el lugar después de que fueran atropellados por una camioneta fuera de control en Oatlands, al oeste de Sydney, el 1 de febrero de 2020. Los padres no se derrumbaron, aceptaron su destino con dignidad y gracia porque creen y su fe los salvó de desmoronarse. Cuando mi madre estaba agonizando, yo estaba junto a ella tomándola de la mano todo el camino, ella sabía lo que venía pero no vi miedo en sus ojos. Mi madre murió en gracia y en fe. Sabía que la Virgen a la que rezaba toda su vida y todos los días el rosario estaba a su lado. Mi madre sabía que la vida, la verdadera, está en otra parte.
Eso es el significado de la vida.
