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Ofrecemos una versión grabada en audio, un texto en formato PDF y el enlace al sitio web del Vaticano, del Vía Crucis que tuvo lugar en el Coliseo Romano el Viernes Santo del año 2005 con las meditaciones y oraciones del entonces Cardenal Joseph Ratzinger.
El Cardenal las escribió y dirigió el Santo Viacrucis por encargo del Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, quien se encontraba ya bastante delicado de salud y que habría de fallecer tan sólo unos días después. En el solio de San Pedro le sucedería Joseph Ratzinger, quien habría de llamarse Benedicto XVI.
Este Viacrucis reviste una singular importancia y una especial significación debidas no sólo al momento histórico, que marcaba una transición en el pontificado, sino al profundo, claro, autocrítico y profético contenido de las meditaciones y oraciones redactadas por el propio Cardenal Ratzinger.
De manera contundente, hace un retrato del estado de la Iglesia y del estado de las almas en el particular momento histórico, cuestiona las actitudes prevalentes que banalizan el mal, señala nuestra propia y personal responsabilidad por la salvación, y –de manera profética– habla de la caída de los hombres, de la deformación y abusos que hacemos de la Misericordia del Señor.
¡Cuánto y cómo resuenan hoy estas palabras suyas! En la Novena Estación hurga hasta el fondo de nuestra llaga, de nuestra conciencia y de nuestra alma:
Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a
menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías!
«¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente
Cardenal Joseph Ratzinger
entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de
la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está
presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más
que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison –Señor, sálvanos (cf Mt 8, 25)».
Enlace al sitio web: Vía Crucis 2005