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El debate sobre el aborto frecuentemente se centra en aspectos legales y políticos, dejando de lado las experiencias personales de quienes han atravesado este doloroso hecho. Un conjunto de testimonios compartidos en redes sociales revela una realidad poco discutida: las secuelas emocionales y físicas que muchas mujeres experimentan después de abortar.
Nichole Liza, quien se sometió a su primer aborto a los 15 años, relata una historia que resuena con cientos de mujeres. «Me dijeron que no era gran cosa, que solo era un conjunto de células», recuerda. Lo que siguió fueron años de ansiedad, trastorno de estrés postraumático y un profundo sentimiento de pérdida que no pudo identificar inicialmente.
Tres años después, enfrentó una segunda situación similar.
«A los 18 años me quedé embarazada de nuevo y, esta vez, aunque les dije que no podía soportar otro aborto, mi familia y el personal de Planned Parenthood me acosaron, intimidaron, presionaron, coaccionaron y amenazaron para que me hiciera uno. Cedí y casi me mata», relata Nichole.
La falta de información completa sobre las posibles consecuencias emerge como un patrón común en estos testimonios. «No sabía que era madre», lamenta Nichole, quien enfatiza que nadie le mostró una ecografía ni le permitió escuchar el latido del corazón.
«Este es el crimen del aborto. No solo afecta a los bebés, sino que literalmente destroza a las familias. Cómo me hubiera gustado que alguien me dijera que llevaba un bebé y no un montón de células», expresa.
El testimonio de Arunadasi, una mujer de 30 años, revela otra faceta de esta realidad: la presión externa y la falta de apoyo. Su decisión estuvo marcada por limitaciones económicas y la coerción de su pareja. Años después, logró formar una familia, pero el vacío de aquella primera pérdida permanece.
FreeThinker comparte una reflexión que ilustra el impacto a largo plazo: «Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que tener hijos, un marido y una familia deberían haber sido el sueño». Su testimonio contrasta con la narrativa actual que, según ella, celebra lo que a ella le causó tanto dolor.
El caso de Dee, quien abortó en 1993 a las 13 semanas de gestación, ejemplifica cómo las presiones de la pareja pueden determinar estas decisiones. A pesar de tener una relación estable y recursos económicos suficientes, su compañero se negó a formar una familia.
Las consecuencias físicas también son parte de estas historias. Casey Muldoon comparte el caso de su mejor amiga, quien tras abortar a los 21 años, desarrolló cáncer de cuello uterino, perdiendo permanentemente la posibilidad de ser madre.
Sin embargo, también emergen testimonios de decisiones diferentes. Dawnie Green recuerda el consejo de su madre sobre las consecuencias inevitables de cualquier camino elegido, lo que la llevó a esperar el momento adecuado para la maternidad.
Fuente: Engaño, presión y vacío: testimonio de mujeres heridas por el aborto – Siete24