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La tendencia al alza en las tasas de mortalidad infantil en Francia ha encendido las alarmas entre expertos y autoridades sanitarias, evocando sombríos paralelos históricos. El reconocido demógrafo Emmanuel Todd había anticipado en la década de 1970 el colapso de la Unión Soviética basándose precisamente en el incremento de este indicador crítico de desarrollo social.
Las cifras más recientes son preocupantes: en 2024 se registraron 2700 fallecimientos de niños menores de un año. La tasa de mortalidad infantil se ha elevado de 3,5 por cada mil nacimientos en 2011 a 4,1 por mil en 2024, lo que según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) significa que “un niño de cada 250 muere antes de cumplir su primer año de vida”.
Los análisis detallados revelan múltiples factores de riesgo. Entre ellos destacan el género, con mayor vulnerabilidad en varones; los nacimientos múltiples; la edad y categoría socioeconómica de la madre; así como marcadas diferencias geográficas entre los departamentos de ultramar y la Francia metropolitana.
La situación es particularmente alarmante cuando se compara con otros países europeos. Desde 2015, Francia mantiene tasas superiores al promedio de la Unión Europea, que en 2023 registró 3,3 fallecimientos por cada mil nacimientos, mientras Francia alcanzó 4 por mil. Un estudio publicado en marzo por el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (Ined) ubicó a Francia en el puesto 23 entre los 27 estados miembros de la UE en términos de mortalidad infantil durante 2022.
Ante este escenario, la ministra de Salud Catherine Vautrin ha anunciado la creación de un “registro nacional de mortalidad infantil” para investigar exhaustivamente las causas de este incremento sostenido. Esta iniciativa busca desarrollar estrategias efectivas para revertir la tendencia y mejorar la supervivencia infantil.
El deterioro de este indicador fundamental plantea profundas interrogantes sobre las políticas sanitarias y sociales. Como señala el análisis original, resulta contradictorio mantener simultáneamente políticas que promueven la vida y otras que facilitan su terminación, especialmente en el contexto de debates sobre la eutanasia que actualmente ocupan la agenda pública francesa.
La correlación histórica entre el aumento de la mortalidad infantil y el declive de las sociedades, como lo demostró el caso soviético, sugiere la necesidad de una revisión profunda de las políticas públicas y los valores sociales. El bienestar de los más vulnerables, particularmente los recién nacidos, ha sido tradicionalmente un barómetro confiable del desarrollo y la cohesión social.
Fuente: Une mortalité infantile en augmentation est le signe d’une société en déclin – Le Salon Beige