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El día 2 de julio de 2025, el diario Clarín de Argentina, publicó la noticia sobre la inconsistencia hallada entre las razones dadas por el entonces pontífice Francisco atribuidas por él a la votación y opinión “mayoritaria” de los obispos consultados y lo que ellos realmente dijeron, según documentos dados a conocer por la Periodista Diane Montagna a través de Life Site News.
El diario Clarín presentó la información de la siguiente manera, expresada en el titular: “Documentos filtrados en el Vaticano: ¿El papa Francisco mintió para prohibir la misa en latín?”. Llama la atención la forma retórica y a la vez la ambigüedad con la que juega el titular: la formulación de tal afirmación en forma de pregunta, que deja al aire la responsabilidad de dicha conclusión. Veamos.
Según el título, o bien el medio difusor y la periodista que aporta la documentación encontrada y revelada lo hacen de manera intencionada, para poner en entredicho la honestidad de Francisco y así insinuar o llevar a la conclusión de que éste mintió, con todas las consecuencias que ello implica; en este caso, la prioridad de la atención se centra en el supuesto propósito con el que se revela la información, que sería el de desacreditar. De ahí se seguiría la necesaria validación de la autenticidad de los documentos filtrados, para luego cuestionar “quién y con qué intención” los filtró, que llevaría a lo mismo: el propósito de desacreditar, en este caso, a Francisco. O, ante la contundencia de la evidencia aportada y de los hechos que deja expuestos, el mismo diario lo sugiere, pero sin comprometerse con la afirmación.
Es una maniobra discursiva con una carga de ambigüedad al mejor estilo del propio Francisco: soltar las frases como quien no quiere la cosa y dejar que cumpla su efecto sembrando la duda, sin ir a la verificación de la evidencia, y, de este modo, sin asumir una responsabilidad directa por lo dicho o sugerido.
No estamos cuestionando en sí al diario, que está en todo su derecho de tener y proponer una línea editorial según su pensamiento, sino destacando el hecho de que sea precisamente este mismo medio, de corte liberal, afín en muchos aspectos al progresismo de Francisco, que se hacía eco de sus palabras y se alineaba con sus premisas, el que haya acabado sugiriéndolo, sea porque no lo pudo negar o porque no lo quiso afirmar. Cualquiera haya sido su postura o reserva ante los hechos, resulta significativo que el mismo diario no haya podido soslayarlos y no haya podido evitar el hecho de sugerirlo, es decir, de aceptarlo.
La pregunta que plantea es retórica y se contesta a sí misma, ante la veracidad de los hechos. Los documentos lo comprueban, pues contienen las respuestas y opiniones de los obispos, mayoritariamente contrarias a la posibilidad de vetar, de restringir o incluso de suprimir la Misa en Latín: de modo que mientras Francisco arguyó que ‘actuaba en respuesta a «los deseos expresados» por los obispos consultados’, lo que éstos en realidad respondieron fue: ‘cualquier restricción «haría más daño que bien» y podría empujar a los fieles tradicionalistas hacia grupos cismáticos’.
De modo, pues, que lo que hizo Francisco fue ignorar voluntariamente la respuesta auténtica y autorizada de la mayoría, y tomar como justificación la opinión sin fundamento de un sector minúsculo con la que él era afín, y la presentó como si se tratara del criterio mayoritario. Negó el volumen y el peso de la votación que no estaba de acuerdo con restringir la Liturgia Tradicional (96%) y, para colmo, volcó todo el peso de la argumentación sobre la premisa falsa: el supuesto “uso de la Tradición para dividir”.
Dejamos al juicio de Dios sus intenciones. Lo cierto es que, ante la legitimidad de los documentos y la discrepancia evidente entre la justificación y los argumentos dados por Francisco, que no corresponden ni con la respuesta mayoritaria y contundente de los obispos ni con las supuestas razones que habrían sido ‘dadas por ellos’ y que éste invoca, la conclusión es inevitable: Francisco mintió.
Luego del titular, el diario Clarín menciona, a partir de los hechos, dos cuestiones innegables y contundentes, que son las que exponen la verdad de lo ocurrido y que salieron a la luz con la revelación de los documentos:
- Los documentos sugieren que la mayoría de los obispos católicos que respondieron a una encuesta realizada en 2020 expresaron su satisfacción general con ella y advirtieron que restringirla “haría más daño que bien”.
- En 2021, en uno de sus actos más controvertidos, el pontífice argentino revirtió el legado litúrgico característico del papa Benedicto XVI y dijo que lo hacía en función de la opinión mayoritaria de los obispos”.
A continuación, una síntesis analítica de lo publicado por el diario:
Una serie de documentos filtrados del Vaticano han puesto en tela de juicio las razones esgrimidas por el papa Francisco para restringir la celebración de la misa tradicional en latín en 2021. Los documentos, dados a conocer por la periodista especializada Diane Montagna, dejan claro que la mayoría de los obispos consultados en 2020 expresaron satisfacción con la forma tradicional de la liturgia y advirtieron sobre los riesgos de limitarla.
La controversia emerge justo al inicio del pontificado de León XIV, cuando estos documentos internos de la oficina doctrinal del Vaticano revelan una discrepancia entre la justificación oficial presentada por Francisco y las opiniones realmente expresadas por el episcopado mundial. Según la evaluación general de cinco páginas, la mayoría de los obispos que respondieron a la consulta manifestaron una visión favorable de la reforma implementada por Benedicto XVI en 2007, que había flexibilizado el acceso a la misa tradicional.
En 2021, Francisco tomó la decisión de revertir las disposiciones de su predecesor, argumentando que actuaba en respuesta a «los deseos expresados» por los obispos consultados, lo cual, según se desprende de las fuentes documentales reveladas, no es verdad.
Los documentos filtrados incluyen una compilación de siete páginas con citas textuales de obispos y conferencias episcopales, que muestran una realidad muy diferente. La mayoría de las respuestas advertían que cualquier restricción «haría más daño que bien» y podría empujar a los fieles tradicionalistas hacia grupos cismáticos. De acuerdo con ello, lo dicho por Francisco para justificar su decisión No es verdad. En conclusión: mintió.
Joseph Shaw, representante de la Sociedad de la Misa en Latín de Inglaterra y Gales, ha manifestado que
«las nuevas revelaciones confirman que el papa Francisco restringió la misa tradicional a petición de una minoría de obispos, y en contra del consejo del dicasterio encargado del tema».
Shaw enfatiza la necesidad de que el actual pontífice, León XIV, aborde esta situación «urgentemente».
Los documentos, al contrario de las ‘razones’ finalmente determinantes que fueron esbozadas por Francisco, destacan aspectos positivos observados en las comunidades que celebran la misa tradicional, incluyendo el aumento de vocaciones religiosas y la particular atracción que ejerce sobre los jóvenes católicos, quienes valoran «la sacralidad, seriedad y solemnidad de la liturgia».
Esta información contrasta con la caracterización que Francisco hacía de los tradicionalistas, a quienes frecuentemente criticaba por considerarlos «retrógrados ensimismados».
La filtración ha reavivado el debate sobre la unidad litúrgica en la Iglesia Católica, especialmente en Estados Unidos, donde las divisiones se han profundizado durante el papado de Francisco. El nuevo papa León XIV, quien ha declarado la unidad y reconciliación como prioridades de su pontificado, enfrenta ahora la presión de abordar esta controversia heredada.
Hasta el momento, ni el portavoz del Vaticano ni el prefecto de la oficina doctrinal han respondido a las solicitudes de confirmación sobre la autenticidad de los documentos o han emitido comentarios al respecto. La situación plantea un desafío significativo para la administración de León XIV, especialmente considerando su énfasis en la búsqueda de la unidad eclesial.
La misa en latín, celebrada universalmente antes de las reformas del Concilio Vaticano II en la década de 1960, representa para muchos católicos un vínculo con la tradición milenaria de la Iglesia. Las reformas posteriores al Concilio permitieron la celebración en lenguas vernáculas y modificaron la orientación del sacerdote durante la liturgia, cambios que algunos sectores tradicionalistas han resistido consistentemente.