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La transformación radical de la especie humana está más cerca que nunca. Lo que antes era territorio exclusivo de visionarios y autócratas –moldear la humanidad según modelos predeterminados– hoy se ha convertido en una posibilidad tecnológica real que trasciende las fronteras políticas tradicionales.
La eugenesia, que busca «mejorar» la humanidad seleccionando características consideradas superiores, está experimentando un renacimiento preocupante. Ya no se trata de las políticas estatales de esterilización forzada del siglo XX, sino de avanzadas tecnologías como la edición genética, la fertilización in vitro y la clonación, impulsadas principalmente por élites tecnológicas privadas.
Masayoshi Son, fundador del influyente fondo Softbank, proclama abiertamente su deseo de «convertirse en arquitecto del futuro de la humanidad» mediante la inteligencia artificial para crear «superhumanos». Ray Kurzweil, director de ingeniería de Google, promueve un futuro «posthumano» donde el comportamiento esté moldeado por la interfaz hombre-máquina. Por su parte, Sam Altman visualiza asistentes artificiales que reemplacen roles tradicionalmente humanos como padres, maestros y mentores.
El multimillonario Elon Musk ya implementa screening genético para crear su «legión de niños superiores», mientras Peter Thiel invierte fuertemente en Orchid, una empresa de edición genética, y promueve el transhumanismo –la búsqueda de la inmortalidad mediante la tecnología–. Como señala el experto Jaron Lanier:
«El ascenso de los monopolios digitales coincide con una nueva religión basada en alcanzar la inmortalidad».
Esta visión tecnocrática amenaza con desmantelar instituciones fundamentales como el matrimonio, la familia y la comunidad. hasta el cuestionable ‘historiador’ Yuval Noah Harari, gurú del WEF (Foro Económico Mundial) advierte sobre un futuro donde «una pequeña élite privilegiada de humanos mejorados» controle la sociedad mediante la ingeniería genética, creando «nuevos semi-dioses tan diferentes de nosotros como lo somos del Homo Erectus».
La nueva eugenesia encuentra eco tanto en la derecha como en la izquierda. Curtis Yarvin, influyente en círculos conservadores, aboga por una monarquía tecnocrática. Mientras tanto, algunos progresistas defienden instituciones elitistas como bastiones del pensamiento superior frente a las masas populistas, recordando peligrosamente la eugenesia «progresista» de principios del siglo XX.
El rabino Jonathan Sacks advertía que estas tecnologías son intrínsecamente «deshumanizantes» al reducir a las personas a sus componentes analizables. La amenaza no es solo biológica sino civilizatoria: están en juego nuestras nociones fundamentales de moralidad, familia y autogobierno democrático.
La doctrina católica enfatiza la dignidad sagrada de toda vida humana desde la concepción y rechaza categóricamente cualquier manipulación genética que atente contra la integridad de la persona o pretenda «mejorar» selectivamente la especie. Estas prácticas eugenésicas violan el plan divino de la creación y la igualdad fundamental de todos los seres humanos como hijos de Dios.
Fuente: Beware the new eugenics – UnHerd