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Durante más de 65 años, los anticonceptivos orales se han promovido como un medicamente seguro, censurando los cuestinamientos a su seguridad médica bajo la acusación de algún tipo de fundamentalismo. Pero solo en la última década los científicos han comenzado a investigar seriamente sus efectos en el cerebro. Las nuevas investigaciones confirman lo que el movimiento provida ha advertido desde hace décadas, y es que estos «medicamentos» inciden en trastornos del estado de ánimo como la depresión y la ansiedad, afectan la respuesta cerebral al estrés y modifican la estructura de ciertas regiones cerebrales.
Un estudio presentado en la Conferencia de la Organización Europea del Ictus el 21 de mayo mostró que las mujeres que toman anticonceptivos orales enfrentan un riesgo tres veces mayor de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico criptogénico, cuando un coágulo bloquea el flujo sanguíneo al cerebro. Si bien sus efectos secundarios varían según cada individuo, su edad, historial de salud y la formulación específica del anticonceptivo.
«Esta es una herramienta para ayudar a las mujeres a controlar su fertilidad», explica Caitlin Taylor de la Universidad de California en Santa Bárbara. «Ahora reconocemos que era una herramienta poco precisa y entendemos que hay más matices». Desde su introducción en el mercado estadounidense en 1960 y en el Reino Unido en 1961, más de 151 millones de personas en todo el mundo utilizan anticonceptivos hormonales orales.
Las investigaciones recientes han arrojado resultados mixtos sobre sus efectos en el estado de ánimo. Varios estudios extensos han encontrado tasas más altas de depresión en usuarias de anticonceptivos orales, especialmente en quienes comienzan a tomarlos. Las personas con sensibilidad hormonal pueden estar en mayor riesgo de efectos negativos. Sin embargo, los defensores de los anticonceptivos argumentan que otras mujeres experimentan una mejora en su estado de ánimo, y que incluso el uso prolongado reduce el riesgo de depresión y ansiedad.
Los anticonceptivos y el manejo del estrés
Un hallazgo significativo es que las usuarias de anticonceptivos muestran niveles más altos de inflamación crónica, lo que puede aumentar la sensibilidad al estrés y elevar el riesgo de trastornos del estado de ánimo. La investigadora Summer Mengelkoch, de la Universidad de California en Los Ángeles, descubrió que las usuarias procesan el estrés de manera diferente a nivel molecular. Tienen una respuesta de cortisol reducida al estrés, lo que significa que, aunque experimentan estrés, sus cuerpos no están tan equipados para responder.
Los cambios estructurales en el cerebro son particularmente preocupantes en adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo. Aproximadamente un tercio de las adolescentes norteamericanas y europeas utilizan la píldora, y parecen tener un mayor riesgo de depresión en comparación con quienes nunca la usan o comienzan más tarde. Los estudios han demostrado cambios estructurales duraderos en la corteza prefrontal ventromedial, un área crucial para el procesamiento del miedo.
La neurocientífica Carina Heller, de la Universidad de Minnesota, realizó un experimento único utilizando su propio cerebro como sujeto de prueba. Después de someterse a 75 exploraciones cerebrales durante un año, antes, durante y después de usar anticonceptivos orales, descubrió que el volumen de su corteza cerebral disminuyó en un 1% mientras tomaba la píldora.
Sin embargo, las investigadores se rehusan a aceptar que los hallazgos indiquen una afectación negativa para la salud mental, y advierten que es demasiado pronto para determinar el significado de estos cambios, ya que las variaciones en el volumen no implican necesariamente efectos en la salud o la cognición.
“Las disminuciones podrían ser un factor protector, un factor de riesgo o ambas cosas”, afirma Heller.
Además, no está claro qué sucede a nivel microscópico: “¿Es solo el agua la que está cambiando o son las propias células neuronales las que están cambiando?”.
Aunque cualquier cambio pueda parecer alarmante, nuestro cerebro se adapta constantemente. “Cada vez que aprendes algo nuevo, tu cerebro cambia. Cada vez que cambias tu dieta, tu cerebro cambia”, dice Taylor.
“Por eso tenemos tanto éxito, porque nuestro cerebro puede cambiar y adaptarse a los entornos en los que lo sometemos”.
Por otra parte, algunos consideran que evitar el embarazo es un objetivo que justifica los efectos negativos en salud:
Los efectos secundarios son una realidad con cualquier producto farmacéutico y, dice Mengelkoch: “A menudo, el beneficio de no estar embarazada compensa la desventaja de sufrir muchos efectos secundarios”.
Lo que aún está por verse es si la evidencia científica, cada vez más concluyentes de los efectos negativos de los anticonceptivos, llevarán a las instituciones públicas de salud a informar mejor a las mujeres sobre los riesgos a que se exponen al consumirlos.
Fuente:New Scientist