El pasado 2 de agosto comenzó en España el Año Jubilar de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario está en Toledo.
En la Edad Media se le apareció a un pastor llamado Gil Cordero en el Río de Guadalupe, a quien instruyó para ubicar el lugar donde se encontraba su imagen, que los protegería de la invasión musulmana.
La imagen parece una talla románica del siglo XVII
Cordero levantó una ermita en el lugar, la cual fue ampliada en 1330 por el Rey Alfonso XI, construyendo hospitales y albergues para los devotos, ante el aumeno de la devoción.
El Papa Pío IX la declaró Nuestra Señora de Guadalupe Reina de las Españas.
En 1496 se bautizaron en el monasterio varios indios traídos de América por Cristóbal Colón. En su segundo viaje, Colón colocó el nombre de la virgen a de las islas que encontró y que actualmente pertenece a Francia.
Este es un extracto del mensaje del papa Juan Pablo II en su visita al Santuario en 1982
«Junto con los hombres, junto con las generaciones de esta tierra extremeña y de España, caminaba también María, la Madre de Cristo. En los nuevos lugares de habitación Ella saludaba, en el poder del Espíritu Santo, a los nuevos pueblos, que respondían con la fe y la veneración a la Madre de Dios.
De esta manera, la promesa mesiánica hecha a Abraham se difundía en el Nuevo Mundo y en Filipinas.
¿No es significativo que hoy nos encontremos en el santuario mariano de Guadalupe de la tierra española, y que contemporáneamente el santuario homónimo de México se haya convertido en el lugar de peregrinación para toda Hispanoamérica?
Es indiscutible la estima tan grande que le tengo a la Virgen de Guadalupe de México. Pero me doy cuenta de que aquí están sus orígenes. Antes de haber ido a la Basílica del Tepeyac, debería haber venido aquí para comprender mejor la devoción mexicana».
Encomendémonos nuevamente a Nuestra Señor de Guadalupe, reina de España e Hispanoamérica, para proteja la fe de su pueblo en estos tiempos de prueba.
