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La falsa paz y la falsa polarización son hermanas
Por Eugenio Trujillo Villegas
Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción
trujillo.eugenio@gmail.com
Colombia y sus instituciones legítimas han recibido dos golpes mortales en los últimos días. El primero fue el asesinato infame del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. El otro es la sentencia politizada que condenó a 12 años de cárcel al expresidente Álvaro Uribe, sin haber prueba alguna que lo incrimine en cualquier delito. Aunque el Tribunal Superior de Bogotá acaba de revocar la orden de encarcelamiento, el hecho de que un juez de la República dicte semejante sentencia indica que la justicia ha sido cooptada por la retórica marxista de la extrema izquierda.
Así, la justicia desaparece y se convierte en tiranía, mientras los verdaderos criminales, los que combatió Uribe siendo presidente, están todos libres y ninguno de ellos ha sido condenado a un solo día de cárcel.
El dolor, la indignación y la impotencia se manifiestan con fuerza ante estos hechos relevantes. Tanto el magnicidio cometido por sicarios, como la persecución política desatada por jueces parcializados, han sido promovidos desde el gobierno, manipulando sin vergüenza alguna todos los mecanismos del poder, articulados por la pandilla criminal que se apoderó del gobierno.
Se repite el coro de los que piden paz con impunidad
Entretanto, en medio del dolor y la desesperanza, surgen las mismas voces de siempre, afirmando que debemos seguir luchando para obtener la paz, convocando a los colombianos a perdonar y a olvidar.
¿Qué es lo que dicen esos líderes políticos, religiosos y empresariales? Que para conseguir la paz los colombianos debemos claudicar ante los odios generados durante décadas. Que no podemos seguir matándonos entre nosotros, que la violencia endémica que nos acompaña como la sombra desde hace 200 años, cortando cabezas a diestra y siniestra, debería desaparecer de una vez por todas.
Pues bien, ese es el discurso falso que brota como pus desde muchos poderes públicos, privados y religiosos. Con él se pretende ocultar una realidad evidente, que la corrección política quiere hacer desaparecer de la conciencia de todos los colombianos.
Es falso y repulsivo afirmar que los colombianos vivimos matándonos entre nosotros. Jamás, en ninguna circunstancia, ha existido en nuestro país, ni en el pasado ni en el presente, un sector de la población que se haya organizado para asesinar a otro sector, por las razones que fueran.
Ese ha sido el presupuesto mentiroso de los líderes políticos que nos han conducido a la impunidad absoluta en que vivimos. Es una mentira afirmar que hay una mitad de Colombia encendida de odio contra la otra mitad, y que llevamos décadas matándonos entre esas dos facciones.
Entonces, ¿quiénes son los que matan? Porque lo que sí es cierto es que los muertos son muchos, pues en las décadas de 1980 al 2000 eran cerca de 30.000 cada año, y en la actualidad ha disminuido a cerca de 15.000 cada año. Y esos son demasiados muertos para ser ignorados.
Los responsables de los crímenes son organizaciones criminales
Los responsables de esas muertes son organizaciones criminales que han gozado de la más absoluta impunidad desde hace 40 años. Entre ellas el M-19, las FARC, el ELN, el Cartel del Golfo, los carteles de la droga, los grupos paramilitares y decenas de organizaciones criminales urbanas que viven bajo el amparo y la protección de las organizaciones terroristas mencionadas. Todas ellas han estado protegidas por una clase política que ha sido la auspiciadora y protectora de esa criminalidad desenfrenada.
Siendo generosos en la cuantificación de los criminales y de los responsables de tantas muertes, los integrantes de estas bandas si acaso llegan al 1% de la población. Es decir, exagerando, los promotores de la violencia y el crimen serán unos 500.000 colombianos, contando a los que pertenecen a las organizaciones armadas y a los políticos corruptos que son sus cómplices.
El resto de la población, o sea el 99% de los poco más de 50 millones de colombianos, nunca ha tenido la menor intención de matar a nadie, ni de secuestrarlo, ni de extorsionarlo, ni de cometer ningún crimen contra la sociedad. Son personas pacíficas y trabajadoras, que luchan todos los días para progresar y conseguir un mejor futuro para ellos y sus familias.
Esa minoría criminal que goza del apoyo incondicional de la clase política para cometer sus fechorías, es la única responsable de la inmensidad de los crímenes que se cometen en Colombia.
Cada cuatro años el gobierno de turno los indulta, los premia y les concede todo lo que exigen para no delinquir más, pero ellos jamás abandonan el crimen, sin el menor escrúpulo y sin la menor manifestación de arrepentimiento.
La sociedad debe rechazar el crimen y exigir justicia
Cuando la opinión pública reacciona contra esos crímenes abominables, entonces se la acusa de estar polarizada. Para la intelectualidad criminal que nos gobierna, una opinión pública polarizada es la que rechaza las minorías violentas que nos destruyen. Es lo que pretenden evitar, para poder continuar con el carnaval de indultos y amnistías que nos han impuesto por décadas.
¡Después nos preguntamos por qué Colombia es uno de los países más violentos del mundo! No podría ser diferente, pues hemos vivido 40 años premiando a los criminales, mientras apoyamos una clase política indeseable y corrupta que además nos conduce al socialismo.
La misma que destruye las actividades empresariales, que aumenta insaciablemente los impuestos y le concede la más rampante impunidad a los terroristas, que cometen los peores crímenes en nombre de la paz.
Es bueno entender que jamás habrá paz mientras no se apliquen las leyes, se castigue implacablemente a los criminales y se le rinda culto irracional a la impunidad.
El principal motor de la guerra es el narcotráfico, que fue protegido por el Acuerdo de paz que nos impuso el traidor de Santos en 2016, a pesar de haberlo rechazado en el Plebiscito.
Sin duda, la falsa polarización y la falsa paz son las responsables de la tragedia de Colombia. Y quien levante las banderas para combatir estas dos grandes mentiras tendrá el respaldo en las próximas elecciones y podrá salvar a Colombia.