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El primer ministro belga, Alexander De Croo, anunció que convocó al nuncio apostólico, embajador del Vaticano en Bélgica, para expresarle su malestar por los comentarios del Papa Francisco sobre la legislación belga en materia de aborto.
Durante su visita a Bélgica la semana pasada, el Pontífice se refirió a esa ley como «asesina» y elogió al difunto rey Balduino por oponerse a su aprobación en 1990.
«Mi mensaje al nuncio apostólico será muy claro: lo que pasó es inaceptable», afirmó De Croo ante el Parlamento. «No necesitamos lecciones sobre cómo nuestros legisladores aprueban democráticamente las leyes. Afortunadamente, el tiempo en que la Iglesia dictaba la ley en nuestro país ya ha quedado atrás», agregó.
Las declaraciones del Papa desataron polémica en Bélgica. Incluso recibió fuertes críticas de profesores y estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina, que en un comunicado lamentaron «las posiciones conservadoras expresadas por el papa Francisco sobre el papel de la mujer en la sociedad».
El aborto fue despenalizado en Bélgica en 1990 con una ley que el rey Balduino se negó a firmar. En aquel momento, se declaró «incapacitado para reinar» durante unos días para evitar avalar la norma.
El Papa elogió esa actitud durante su visita: «Tuvo el coraje de dejar su cargo de rey para no firmar una ley asesina», dijo ante el actual monarca, Felipe. Más tarde, en el avión de regreso a Roma, Francisco comparó a los médicos que practican abortos con «asesinos a sueldo».
Esas expresiones motivaron la dura respuesta del gobierno belga y la convocatoria al nuncio apostólico para plantear el malestar por la intromisión del Pontífice en un tema de política interna.
Así comienza a extenderse en el mundo una actitud contestataria, un laicismo feroz y una persecución religiosa exacerbada hacia la Verdad y hacia la Iglesia, en materia de Vida y Ética. La cuestión no es que “la Iglesia ya no dicta las leyes”, sino que siempre propone que éstas se fundamenten en La Verdad, que es lo que las hace justas o inicuas.