Por
Alejandra Marcela Milán,
Psicóloga y activista pro vida (Oruro, Bolivia).
En ese entonces existía un conflicto bélico con Paraguay. No es necesario ser un genio para saber lo que causa la guerra, todo el horror que deja a su paso… Pero en Oruro existía una luz de esperanza: una mujer, Santa Nazaria Ignacia, había organizado a otras mujeres (no religiosas) para propiciar mejores condiciones de vida.
Muchas mujeres vivían en condiciones precarias y su vida no estaba muy alejada de la promiscuidad, pero eso les parecía normal. Por esta razón, ellas se negaron en un inicio a que la Madre Nazaria se hiciera cargo del llamado beaterio, donde ellas vivían. Publicaron su negativa en un artículo en el periódico La Patria un 20 de septiembre de 1925, algo que no tuvo mucho impacto.
La madre Nazaria arregló la casa y presentó un reglamento para el beaterio, que fue aprobado por el obispo de aquel entonces, Mons. Abel Antezana. Dicha aprobación se respaldaba en el canon §63 referente a las sociedades de mujeres de vida común sin votos, y es así como la vida de esas mujeres mejoró.
Nació el primer sindicato católico de mujeres trabajadoras del hogar, creado para que las mujeres puedan capacitarse y trabajar, mejorar su condición de vida, hacer valer sus derechos y ser respetadas. Es ahí donde encontramos el verdadero “empoderamiento” de la mujer, porque lo que ahí nació fue mucho más que un sindicato que exigía derechos laborales. Ahí nacieron nuevas mujeres que se respetaban a sí mismas y le demostraron al mundo lo que puede hacer una mujer.
¿Deseas conocer a una mujer que inspiró a muchas otras cuyas vidas dieron frutos? Ahí la tienes: Santa Nazaria Ingnacia March Mesa. Católica, religiosa, fundadora de la Congregación Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Con el paso de los años, su obra sigue sólida y en expansión por todo el mundo para regresarle a cada ser humano su dignidad.
Actualmente, nos encontramos bombardeados, claro que sí, ‘bombardeados’ por la televisión, el periódico, Internet… Tenemos artistas, políticos y uno que otro opinólogo. Todos ellos exponen el gastado y trillado discurso feminista: «¡Mujer, libérate!, tienes derechos, lucha por ellos, abajo el patriarcado opresor».
Esto genera curiosidad en muchas jovencitas, y en consecuencia ellas se encuentran intrigadas por saber más sobre las feministas, su vida y su ‘lucha’, para así comenzar a imitarlas y estar a la moda. De esta manera, cada una aspira a ser ‘mujer empoderada’, recibir reconocimiento de la sociedad y generar un cambio.
Son muy ilusas, claro está, ya que no conocen a las verdaderas mujeres que fueron y serán un ejemplo, con obras que ayudaron a la humanidad, y que no la destruyen o deformaron como la ola feminista actual. Es ahí donde está involucrado el concepto de ‘empoderamiento’.
El término fue impulsado en la Conferencia Mundial de las Mujeres de Naciones Unidas en Beijing (1995) para referirse al aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Dicha palabra abarcaría esta ‘lucha’, algo que actualmente se ha convertido en un camelo que abanderan tontos útiles.
Ahora, el detalle está en la fecha, ya que en 1995 en un lugar lejano a Bolivia hablaban de empoderamiento, pero acá, en la ciudad de Oruro, una religiosa, la primera santa boliviana (de corazón), había organizado y fundado en 1933 un sindicato de mujeres. Sí ¡¡¡mujeres!!! Ellas no eran mineras ni fabriles, eran amas de casa y vivían injusticias. Para entonces, ser parte de un sindicato siendo mujeres estaba prohibido.
Foto. Carlos Cordero
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