La reciente condena del Papa Francisco de los “católicos tradicionalistas”, de quienes ha dicho tajantemente que “están por fuera de la Iglesia”, sigue generando controversia por los alcances teológicos de sus palabras.
Máxime, cuando hasta ahora ha sido admitido pacíficamente que el Concilio Vaticano II, cada vez más cuestionado en círculos católicos tradicionalistas y no tradicionalistas, no fue un Concilio Dogmático o Doctrinal, sino “ecuménico” y “pastoral”.
Los documentos conciliares declaran específicamente que todo el Magisterio previo seguía en pie, ya que los nuevos documentos no tocaban ni modificaban nada del depósito de la fe enseñada hasta ese momento.
Sin embargo, con sus reflexiones sobre el Concilio Vaticano II, afirmando que “El Concilio es el Magisterio de la Iglesia”, el Pontífice argentino parece reducir todo el Magisterio Eclesial a los documentos del Concilio Vaticano II, excomulgando a quienes señalen errores o ambigüedades en ellos.
¿Obligados a aceptar dogmáticamente lo dicho por el Concilio Vaticano II sobre otras religiones?
Uno de los documentos del Concilio que generaron profundas polémicas es “Nostra Aetate”, el cual se refiere a formas de espiritualidad no cristiana, así:
Las diversas religiones no cristianas
“En el Hinduismo los hombres investigan [contemplan-‘contemplate‘ según la versión inglesa] el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y confianza.
En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior.
Así también las demás religiones que se encuentran en el mundo, se esfuerzan por responder de varias maneras a la inquietud del corazón humano, proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos sagrados”.
Pablo VI, Declaración “Nostra Aetate”, numeral 2.
De modo que, si lo afirmado en este documento ES EL MAGISTERIO, quiere decir que los católicos que no aceptan que a través de prácticas hindúes se “contemple” o “exprese” el misterio de Dios, como sí se hace con la adoración al Santísimo Sacramento, o no aceptan que a través del yoga y otras prácticas budistas se logre “la perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos”, o no consideran sagrados rituales animistas de adoración a la naturaleza, incurren ahora, según las palabras del Papa, en una especie de herejía.
Para ser más concretos: ¿Un católico que se niega a tomar parte en un ritual que rinde culto a la “Pachamama”, está negando un deber religioso reconocido como válido en la “Nostra Aetate”? ¿Incurre en herejía si lo descalifica?
Atendiendo a la sentencia de Francisco, ¿estaría “por fuera” de la Iglesia? ¿Incurre de facto en una excomunión “latæ sententiæ”, como lo hace quien facilita o practica un aborto?
¿Plantear tal gravedad no es acaso una forma de constreñir la conciencia de los fieles, postulando una materia pastoral y, por lo tanto, en muchos aspectos opinable y discutible, como si se tratara de una cuestión dogmática?
Claramente pensamos que no debe ser así, pero esto nos lleva a otra cuestión: las dos corrientes de interpretación del Concilio Vaticano II, la de la continuidad y la de la ruptura, en relación con las cuales el Papa parece estar tomando públicamente posición, y que ameritan otro artículo.
Imagen del encabezado: Catolin.com
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